Cartel |
No era tan lejana la ciudad, en verdad, pero a los cinco años, todo lo que no está prácticamente a la vista está lejos.
Uno de los nombres que el abuelo repetía muchas veces en sus visitas de la ciudad lejana era el de Carrera Paz. Cuántas veces lo habrían oído decir al abuelo que se iba a reunir con Carrera Paz, que había hablado por teléfono con Carrera Paz, que Carrera Paz le iba a mandar unos papeles.
Siempre Carrera Paz, nunca solamente Carrera. Nunca otra manera de referirse a ese misterioso doble nombre que no fuera Carrera Paz.
Carrera Paz...
Así pasaban los días de las visitas del abuelo materno, entre almuerzos familiares, paseos a diferentes partes de la ciudad, conversaciones con amigos que no se veían con mucha frecuencia porque vivían lejos y menciones interminables a Carrera Paz.
Un día, el papá y el abuelo materno salieron juntos. Era un binomio natural a sus ojos de cinco años, era normal que el papá llevara al abuelo materno a hacer sus gestiones, que eran parte de las razones por las que venía de visita.
- ¿No quieres venir con nosotros? -preguntó el papá.
La respuesta no vino con palabras, sino con una rápida carrera hacia la puerta. Tres personas salieron juntas, papá, abuelo materno y una figura pequeñita entre los dos hombres. Qué bien se sentía caminar de la mano de esos hombres grandes, poderosos, que siempre tenían la respuesta a sus preguntas.
Se subieron al carro, y se dirigieron a un lugar impreciso. A los cinco años no se sabe los nombres de las calles ni direcciones, uno simplemente va a donde lo llevan los adultos que conforman su mundo y en los que confía ciegamente.
De repente, el papá detuvo el auto en una calle estrecha, una calle que ahora recuerda antigua pero bonita. El abuelo materno se bajó por el lado del pasajero mientras decía:
- No me demoro.
- No hay problema, don Pablo. Acá lo esperamos.
El abuelo materno se bajó y desde el asiento de atrás dos ojitos curiosos lo siguieron en cada paso. De repente, el abuelo materno tocó el timbre en una casa de puertas muy altas que debajo del timbre y de la placa con la dirección decía en letras enormes:
JOSÉ CARRERA PAZ
Representante comercial
"Ese nombre eran dos apellidos. Ese nombre existía", se dijo con fascinación. Una fascinación que hasta ahora le hace estremecerse cuando recuerda el momento.
Y menos mal que era Carrera Paz, porque si hubiera sido Carrera Guerra, la figura pequeñita habría quedado todavía más desconcertada.
ResponderEliminarPobre, porque seguro hubiera entendido que era una mezcla desconcertante.
EliminarAy! Los recuerdos de infancia. Se quedan grabados y no se olvidan jamás. Seguro pasaste por ese lugar después de años, y toda la historia volvió a la actualidad. Como si fuera hoy.
ResponderEliminarComo si fuera hoy, aunque tal vez la placa ya no esté o el camino ya no sea un misterio ni parezca tan lejano.
Eliminar¡Hola, Gabriela! Qué bien has sabido describir los sentimientos de esa niña de cinco años, curiosa y observadora como pocas...
ResponderEliminarUn beso grande de las dos
J&Y
Curiosidad, observación, capacidad de asombro y memoria.
EliminarGracias por siempre pasar por acá.
Cuando somos niños vemos y oímos las cosas de otra manera. Mis padres dejaban saludos a familiares o amigos y estos siempre decían "serandados", "serandados". Con el tiempo comprendí esas respuestas: serán dados tus saludos...jejeej! cosas de niños.
ResponderEliminarBesos Gabriela
Cierto, como la palabra "panicanela" de una canción que no entendía, por más que tratar. Un día me di cuenta de que era "pan y canela".
EliminarRecuerdos de la infancia, los mejores, porque están tan llenos de candidez, de poesía, de ilusión... Y que ahora de adultos sentimos que esos recuerdos nos estremecen porque nos llegan de muy dentro del alma.
ResponderEliminarExactamente.
EliminarGabriela, são recordações preciosas da infância, quando a inocência e a ingenuidade povoavam com magia o nosso mundo.
ResponderEliminarFeliz domingo.
Beijinhos
Un mundo que era tan limitado, y a la vez tan enorme, ¿no?
EliminarSerá que o meu comentário desapareceu?
ResponderEliminarÉ uma recordação mágica a que nos contas.
Feliz domingo.
Beijinhos
No, ahí los ves, Nina. Gracias por comentar siempre.
EliminarLindo Gaby!!!!!
ResponderEliminarGracias.
Eliminar:D
Precioso relato, Gabriela. Que bonitos son los recuerdos de la infancia cuando somos mayores.
ResponderEliminarY hasta enternece recordar lo que creíamos cuando éramos pequeños, Tania.
EliminarMe gusto esa curiosidad de una niña de 5 años y que logra ver que era realidad lo que siempre creia era solo un nombre dicho al azar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y vaya que era un nombre real, vital para las actividades diarias del abuelo materno.
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