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Pero no sabía lo que era extrañar a alguien.
Vivía con sus papás y sus hermanos. También con su tía bisabuela, que había pasado muchos años en la ciudad de donde eran los abuelos y gran parte de la familia materna. Así fue que un día, la tía bisabuela anunció que se iría de visita a esa ciudad, quería pasar un tiempo con sus dos hermanas que vivían ahí. Las hermanas no se habían visto en muchos años.
Llegó el día de la partida de la tía bisabuela. Era una persona mayor, pero bien podía hacer el viaje sola sin problemas. Se despidió de los sobrinos bisnietos y al abrazarlos les ofreció que les traería dulces y cositas ricas para comer juntos a su vuelta. La perspectiva de los ricos sabores no le permitió pensar en otra cosa en ese momento.
Ya de noche, ya cuando se preparaba para ir a dormir, ya sin la tía bisabuela en la casa, se dio cuenta de que algo faltaba en su cuarto. No podía precisar qué era. La rutina diaria estaba alterada, con la tía bisabuela fuera algunas cosas no se desenvolvían con la fluidez de siempre, pero con cuatro años no podía notarlo. Pero sí sabía que lo que faltaba era algo casi palpable que no podía definir por más que se esforzara.
Finalmente, el sueño le ganó a la curiosidad.
Se despertó bien avanzada la noche, como casi todas las noches. Fue al baño en la oscuridad, como casi todas las noches. Al regresar a su cama, como casi todas las noches, quiso tomar un trago de agua del vaso que la tía bisabuela dejaba todas las noches en la mesita que estaba entre su cama y la de su hermana, con quien compartía habitación.
No había vaso de agua. Recién ahí se dio cuenta de qué era lo que faltaba.
Recién ahí se dio cuenta del mecanismo silencioso que significaba la presencia de la tía bisabuela en la casa. A las pocas semanas, con el regreso de la viajera, el vaso volvió a aparecer puntual en la mesa de noche. Ya con otro significado de una vez y para siempre.
Fue así como, a los cuatro años, aprendió a extrañar, aprendizaje que le sirvió poco después para una vida casi completa de añoranza casi absoluta.
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La querida tía bisabuela, hasta yo tengo buenos recuerdos y una sonrisa cuando pienso en ella.
ResponderEliminarCreo que a todos nos pasa cuando la recordamos, Carmen.
EliminarComo siempre, Gabriela, eres la campeona de las cosas simples...hechas historia.
ResponderEliminarViniendo de ti, esas palabras me halagan profundamente, Esteban. Gracias por leerme siempre.
EliminarVuelvo para decir, Gabriela, que vi tus artículos para Global Voices y que no encontré allí derrotero para comentar.En todo caso, esa fiebre por la selección peruana me resulta familiar por la locura colectiva que desató la selección chilena, en los últimos años. Esta vez los dioses parecen haberse alineado con el fútbol de Perú, pareciera a solo dos jornadas del final.
ResponderEliminarTodavía no hay nada dicho, Esteban, pero ya sería hora; 35 años es demasiado tiempo.
EliminarEsta vez me dejaste pensativa y no sé realmente como comentar algo, pues son tantas las cosas que se nos pasan desapercibidas y que recien las notamos al no tenerlas.
ResponderEliminarLo triste de eso es que a veces lasa recién cuando notamos dejamos de tenerlas definitivamente.
EliminarNo sabía lo del vaso de agua.
ResponderEliminarMira tú, quién será que me hace llevarle todas las noches un vasito de agua a Marcela.
Ella tiene sus propias angelitas que la cuidan y se encargan de que nunca le falte su vasito de agua, ni nada más.
EliminarAprender a extrañar es lo más difícil del mundo. Nunca se aprende a extrañar, solo hay que aprender a vivir extrañando.
ResponderEliminarNunca se aprende a vivir con el vacío, porque cuando un amigo se va "queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río".
EliminarDespués de leer tu hermoso y conmovedor APRENDER A EXTRAÑAR, me vino a la mente algo parecido que pasó cuando era muy niñita y con la misma personita querida. En esta historia ya no regresó al lado de la niñita, ella la encontró años después cuando ya era una joven. Sin embargo, aprendió a extrañar cuando tuvo que separarse de sus padres para ir a estudiar a sitios lejanos siendo todavía una niña. Creo que la vida es un continuo EXTRAÑAR.
ResponderEliminarAsí como extrañamos, también hacemos lugar para quienes van llegando para quedarse.
EliminarSão apenas detalhes, mas de enorme importância na vida de uma criança.
ResponderEliminarBeijo
Son detalles que acompañarán a ese niño toda su vida.
EliminarTienes razón desde pequeños se aprenden ciertas cosas que no se olvidan.
ResponderEliminarUn besito enorme
Hay cosas que quedan marcadas para toda la vida.
EliminarBonito fin de semana para ti.
Un sentimiento muy grande, el de extrañar, para una niña tan pequeña... Afortunadamente, la tía abuela volvió para poner orden emocional en la cría.
ResponderEliminarUn beso grande de las dos
J&Y
Y felizmente ese orden estuvo muchos años más, para tranquilidad de muchos.
EliminarEmotivo relato, Gabriela. Me hizo recordar... pasé parte de mi niñez añorando a mi tía querida, cada vez que se marchaba tras sus visitas veraniegas.
ResponderEliminarBesos y buena semana.
Qué largo se te haría el año que faltaba para verla de nuevo, entre el tiempo que a veces no pasa y un año escolar que a veces... tampoco pasa.
EliminarExtrañar a una persona querida es dificil de asimilar y mas para una niña pequeña. Emotivo relato . Un abrazo .
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog y comentar.
Gracias también, Chelo, por siempre pasar po aquí.
EliminarLa verdad que de cada persona que ha estado en nuestras vidas algo en particular se extraña , tal vez de niño sea mayor la falta .
ResponderEliminarComo siempre un placer leerte !
Un beso , cuìdate .
Creo que la falta es igual de dura a cualquier edad, tal vez cambia la manera en que enfrentamos la ausencia.
EliminarLinda história, cada um deixa uma marca em nós. E a saudade é uma das mais marcantes.
ResponderEliminarAdorei a dica de como tirar o cheiro do alho das mãos, vou fazer essa técnica na próxima vez que fizer o tempero. Obrigada pela sugestão. Eu não gosto do cheiro do alho. Mas como tempero é muito bom.
Bjs tenha um ótimo fim de semana.
Me alegra haberte dado la sugerencia, Anajá, me cuentas cómo te va con eso.
Eliminarnosotros aprendimos a extrañar cuando nos mudamos de ciudad y hace unos días alguien me preguntaba si no extrañaba mi ciudad natal y dije que lo único que extrañaba era a mi familia, no poder verla con la frecuencia de antes
ResponderEliminarLo que más se quiere es lo que más se extraña.
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