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Tenía la tía Angelita un molino para pastas, que usaba de vez en cuando. Recuerdo que mezclaba harina con otros ingredientes, amasaba todo y luego lo pasaba por el molino. Por el otro lado, salían unas tiras largas de pasta fresca que ella dejaba a secar toda la noche para preparar al día siguiente.
Todo el proceso era un gran acontecimiento en que mis hermanos y yo participábamos solamente como espectadores. Recién al final se nos permitía agarrar los pequeños restos de pasta que hacíamos pasar por el molino. Esa parte de la pasta estaba tan manoseada que era imposible pensar en que fuera para comer.
Ese día, la tía Angelita preparó su pasta como siempre. La dejó lista y estirada encima de enormes telas que tenía con ese motivo. Luego la tapó con otro trozo enorme de tela y la dejó a secar. Todo estaba encima de una mesa que teníamos afuera de la cocina, en una parte semitechada que estaba prácticamente al aire libre.
No recuerdo nada de esa noche en particular. Seguramente nos fuimos a dormir pensando en la delicia que comeríamos al día siguiente. Era algo que se repetía con cierta frecuencia, por lo que no tenía nada de excepcional... hasta ese momento.
Lo que sí recuerdo es lo que pasó al día siguiente. Los gritos ahogados de la tía Angelita muy temprano esa mañana. Sin entender nada, bajamos todos asustados, corriendo para ver qué motivaba el asombro enorme de mi pobre tía.
En ese momento se enfrentaba incrédula tal vez al único reto para el que no pensó siquiera que debía prepararse.
La pasta estaba toda revuelta, los trapos con que quedó tapada la noche anterior era una confusión arrugada y sucia. No hubo que pensar mucho para descubrir al culpable, pues había huellitas de gato formadas por harina por todas partes, y si se le seguía el rastro, iban de la pasta por el suelo, subían por la pared y llegaban hasta el muro que separaba la casa con la casa vecina.
Fue la última vez que la tía Angelita usó el molino para pastas.
Por si un día quieres imitar a tu tía Angelita te cuento la receta:Por cada huevo 100 gramos de harina. Amasar, amasar, hasta que quede un bollo liso. Luego pasa de a trozos por el molino. Déjalos secar sobre la mesa enharinada ( pero adentro de casa...jejeje)
ResponderEliminarTe cuento que cuando era pequeña tenía una amiguita cuya mamá era italiana. Ponía los fideos a secar sobre un mantel que luego extendía sobre una cama
Besos Gabriela
No sé dónde quedó el molino de mi querida tía, Norma, pero gracias por la receta. Nunca se sabe por dónde se nos puede dar más adelante.
EliminarAyy no ;( gato malo!!! me imagino la tristeza al día siguiente
ResponderEliminarEso, y la incertidumbre de qué se pone en la mesa a la hora del almuerzo.
EliminarAdiós al banquete programado. Todo se lo llevó el viento, digo el gato. Felizmente la tía Angelita tenía un carácter a prueba de ataques felinos.
ResponderEliminarDichoso gato que nos dejó sin comida ese día. Tanto trabajo para que lo apreciara un minino que lo mismo le hubiera dado comer basura.
EliminarDULCES RECUERDOS DE INFANCIA. RELATOS QUE NO DEJAN DE ENTENECER.
ResponderEliminarNADA NI NADIE PODÍA PRESAGIAR LO OCURRIDO, LÁSTIMA POR EL DENODADO ESFUERZO. ESTOY SEFURO QUE LA TÍA ANGELITA SUPO SALVAR EL ALMUERZO.
GRACIAS GABY, POR COMPARTIR AQUELLOS MOMENTOS QUE QUEDAN COMO HERMOSAS ANÉCDOTAS.
SALUDOS Y CARIÑOS POR CASA.
BENDICIONES.
Seguramente que supo salvar el almuerzo. Eso era lo principal para ella, que todos comiéramos bien y estuviéramos felices... y hermosos.
EliminarQué divertida historia! Es cierto (lo sé por experiencia propia) los gatos pueden hacer verdaderos destrozos. Pero se les acaba perdonando todo.
ResponderEliminarBuena semana Gabriela. Besos
Nunca he tenido gatos de mascota, Tania, y creo que no los tendría. En realidad, no me son muy simpáticos.
EliminarGabriela, essa é uma recordação muito engraçada da tua infância.
ResponderEliminarO gato, maroto, estragou a fedta.
Beijinhos
En ese momento, no tuvo mucha gracia, Nina, pero ahora lo recuerdo con mucho cariño.
Eliminar¡Qué pena que tu tía no usara más el molino, Gabriela! Pues los recuerdos que atesoras sobre esos momentos son muy bonitos...
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Ella era así, algo radical. Su frase "nunca más" es célebre hasta estos días.
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ResponderEliminarPobre tu abuela como la entiendo , la cara que tendría se hubiese comido al gato ja,ja .
Lo paisajes de otoño hermosos . Lo de las lluvias fue en casi toda sudamerica muy triste .
Que sufrimiento ese partido , pobre hombre . Bueno en el partido clasificatorio nos ganaron . Cubilla jugo un tiempo en Uruguay lo recuerdo .
Lo de la lluvia me paso , no tan terrorífico , donde vivimos hace poco hay un alero que cuando llueve hace ese sonido que relatas , para mi hasta ese momento era desconocido .
Sobre la tijera yo también practico lo de mantenerla cerrada , mi mamá era modista también , lo de cortanta puede ser un termino que usaban en esa época y solo ellos .
Yo prefiero que no haya luz , peor es estar sin agua . Los de las velas es otro tema , nunca hay cuando se corta la luz a lo sumo encontras una usada en lo mas recóndito .
Cuando era niña , bueno hasta adolecente la vida era sencilla como el relato , como se añora .
Que buena la respuesta de R !!
A mi me gusta de piña . Tu sos como mi esposo , todo el año come helado .
Como siempre se me pasa el tiempo leyendo tu blog .
Un beso , cuìdate ,Feliz fin de semana .
Gracias, Nancy, me encanta cuando me visitas porque recorres todo lo que no has leído, y siempre me dejas tu comentario.
Eliminar:D
Una vez mas siento especial emoción al ver que la tía Angelita siempre vive en los corazones de los que la conocieron y aun de los que no tuvimos esa dicha pero que sentimos viva a través de ustedes.
ResponderEliminarEs que era un ser especial, y ciertamente quienes la conocimos no la olvidamos.
Eliminarpobre tanto trabajo..
ResponderEliminarVaya el gato y seguro que no se la comio...
Besitoss
El gato hizo sus destrozos y dejó todo un lío, eso es seguro.
EliminarPero para el gato debe haber sido el mayor banquete de sus siete vidas.
ResponderEliminarNadie sabe, Gabriela, para quién trabaja.
Tal vez hasta lo siga recordando, quién sabe, Esteban.
EliminarTodo el trabajo al garete por el gatito travieso. Además os quito ese deleite.
ResponderEliminarBesos.
Lo peor fue que a mi tía se le quitaron para siempre las ganas de usar el molino.
EliminarMe ha gustado encontrarte y leerte
ResponderEliminarMe ha gustado que me encuentres y me leas.
Eliminar:D
qué gato travieso, y es que son muy juguetones aunque a tía Angelita no le hiciera ninguna gracia. Sabes, el uso del molinillo para hacer la " pasta al huevo" es como un ritual en las casas tradicionales italianas. Recuerdo mi suegra , Nonna Rosetta, tenía siempre la mesa del comedor cubierta con telas como sábanas y encima secándose las tiras de pasta para hacer tagliatelle y el olor de salsa con tomate y albahaca...
ResponderEliminartambién he vuelto a leer la historia del gato techero y los comentarios de nuestra Laly querida :-)
abrazo hasta Lima 🍃
Imaginaba que los molinos son habituales en Italia, pero no imagino sábanas de pasta en el comedor. A cerrar bien las puertas, que no se meta ningún gato, ja, ja.
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