El sonido misterioso
La mujer entró a su casa, que encontró vacía. Era esa hora en que ya casi no es de día pero todavía no es de noche, cuando en la calle sigue habiendo luz pero en las casas ya está oscuro.
La mujer entró por la puerta de la cocina, la entrada habitual a la casa. Dejó unas bolsas que tenía en la mano con compras y fue ahí que lo escuchó: "tic, tic, tic, tic". Imparable, casi inaudible en un comienzo pero persistente una vez que se percató del sonido. Tic, tic, tic, tic.
Puso su reloj a la altura de su oreja, aunque sabía que esa no era la fuente del misterioso sonido. Lo comprobó segundos después, el tic tac de su reloj era diferente. Este sonido le llegaba de lejos. Tic, tic, tic, tic.
Salió de la cocina rumbo al comedor en penumbra, y sintió alejarse el sonido. Definitivamente, provenía de la cocina. Miró por todos lados, se dijo primero que tal vez fuera un roedor entrometido. Luego del sobresalto inicial ante tal posibilidad la tranquilizó pensar que ningún animal haría un ruido tan acompasado. Tic, tic, tic, tic.
En eso, prendió la luz de la cocina y lo vio. En la pared opuesta a la puerta por donde había entrado, la oscuridad no le había permitido ver el flamante reloj anaranjado nuevecito que colgaba orgullosamente de un clavo puesto especialmente para la ocasión. De ahí venía el misterioso tic, tic, tic, tic.
El pan mordisqueado
En los últimos días, cada vez que sacaba una tajada de pan de la bolsa, la encontraba mordisqueada. O como si alguien hubiera arrancado toda una esquina.
La primera vez que encontró el pan así, revisó la bolsa buscando algún hueco por donde alguien hubiera podido arrancar el pedazo faltante. Nada, la bolsa estaba completa. Revisó el resto de tajadas y comprobó que la única incompleta era la que había estado encima de todas. Después de una concienzuda inspección, decidió que no había peligro en comérsela.
Al dia siguiente, de nuevo a la tajada de encima le faltaba toda una esquina. Volvió a revisar la bolsa, no había huecos y la única tajada afectada era la de encima. Una vez podía ser mala suerte, pero dos ya no. Sobre todo, después de que la vez anterior había las revisado todas las tajadas que quedaban en la bolsa.
Lo mismo pasó cuando ese paquete de pan se acabó y compró uno nuevo. Ya la cosa estaba teniendo asomos de algo en lo que no quería ni pensar.
Hasta que casi casualmente, como si lo acabara de recordar, su madre le dijo que iba a comprar una nueva bolsa de pan porque de las dos anteriores había estado sacando pequeños trozos para evitar tomar una pastilla en ayunas muy temprano cada mañana.
La mujer entró a su casa, que encontró vacía. Era esa hora en que ya casi no es de día pero todavía no es de noche, cuando en la calle sigue habiendo luz pero en las casas ya está oscuro.
La mujer entró por la puerta de la cocina, la entrada habitual a la casa. Dejó unas bolsas que tenía en la mano con compras y fue ahí que lo escuchó: "tic, tic, tic, tic". Imparable, casi inaudible en un comienzo pero persistente una vez que se percató del sonido. Tic, tic, tic, tic.
Puso su reloj a la altura de su oreja, aunque sabía que esa no era la fuente del misterioso sonido. Lo comprobó segundos después, el tic tac de su reloj era diferente. Este sonido le llegaba de lejos. Tic, tic, tic, tic.
Salió de la cocina rumbo al comedor en penumbra, y sintió alejarse el sonido. Definitivamente, provenía de la cocina. Miró por todos lados, se dijo primero que tal vez fuera un roedor entrometido. Luego del sobresalto inicial ante tal posibilidad la tranquilizó pensar que ningún animal haría un ruido tan acompasado. Tic, tic, tic, tic.
En eso, prendió la luz de la cocina y lo vio. En la pared opuesta a la puerta por donde había entrado, la oscuridad no le había permitido ver el flamante reloj anaranjado nuevecito que colgaba orgullosamente de un clavo puesto especialmente para la ocasión. De ahí venía el misterioso tic, tic, tic, tic.
El pan mordisqueado
En los últimos días, cada vez que sacaba una tajada de pan de la bolsa, la encontraba mordisqueada. O como si alguien hubiera arrancado toda una esquina.
La primera vez que encontró el pan así, revisó la bolsa buscando algún hueco por donde alguien hubiera podido arrancar el pedazo faltante. Nada, la bolsa estaba completa. Revisó el resto de tajadas y comprobó que la única incompleta era la que había estado encima de todas. Después de una concienzuda inspección, decidió que no había peligro en comérsela.
Al dia siguiente, de nuevo a la tajada de encima le faltaba toda una esquina. Volvió a revisar la bolsa, no había huecos y la única tajada afectada era la de encima. Una vez podía ser mala suerte, pero dos ya no. Sobre todo, después de que la vez anterior había las revisado todas las tajadas que quedaban en la bolsa.
Lo mismo pasó cuando ese paquete de pan se acabó y compró uno nuevo. Ya la cosa estaba teniendo asomos de algo en lo que no quería ni pensar.
Hasta que casi casualmente, como si lo acabara de recordar, su madre le dijo que iba a comprar una nueva bolsa de pan porque de las dos anteriores había estado sacando pequeños trozos para evitar tomar una pastilla en ayunas muy temprano cada mañana.
Belo conto..abraços carinhosos a ti.
ResponderEliminarBienvenida, Lía. Gracias por la visita.
EliminarEscribir esos misterios es hacer mágico lo cotidiano! Sonreí al terminar cada uno de ellos. Bellos relatos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte!
Es que en lo cotidiano hay mucha magia que pasamos por alto más veces de las que se debiera, Cati.
EliminarFijarse en los detalles, explorar, investigar deducir y ... comprender!
ResponderEliminarComo siempre Gabriela, se desprende ternura de tus relatos.
Feliz septiembre, un abrazo
Sobre todo, comprender, Milena. En estos casos, comprender que todo tiene una explicación muy simple.
EliminarNormalmente todo tiene un porqué aunque a veces no lo sepamos ver.
ResponderEliminarUn abrazo
Y a veces está delante de nuestros ojos, Chelo.
EliminarAfinal tudo tem uma explicação e, bem simples, por sinal!
ResponderEliminarBeijo
Encima, sin nada que temer, Nina.
EliminarDesde luego me has tenido pendiente del final, jejjeje.
ResponderEliminarEsto demuestra que todo tiene su explicación.
Un besito
Esa era la idea, Marta, mantener el suspenso.
Eliminar2 bonitas y cortas historias que nos mantienen pendientes del relato hasta el final.
ResponderEliminarBesosss
Además, estas historias tienen el valor agregado de ser reales, Norma. Doy fe.
EliminarOlá tudo bem? Adorei as histórias, eu pensei que tinha um ratinho comendo o pão hahahha.
ResponderEliminarBjos e tenha uma ótima semana.
Eso mismo pensaban todos los involucrados, Anajá.
EliminarOlá querida Gabriela.Tudo bem contigo? Duas belas expectativas, fazendo-nos ler até o fim, achando uma coisa e a ser outra...Tudo tem sempre um porque não é mesmo.Achei também que seria um ratinho misterioso a comer parte do pão.
ResponderEliminarBeijos com carinho e tenha um doce semana.
Marilene
Felizmente, no era un ratón, Marilene. Hubiera sido muy feo.
EliminarBonitas historias de misterios resueltos. Lo mejor es que, efectivamente, son historias reales con finales felices. Me gusta tu blog.
ResponderEliminarEres siempre más que bienvenida, Acirema.
EliminarAy, madre mía, Gabriela, que he estado esperando todo el tiempo la aparición del ratoncito... Menos mal!!!!
ResponderEliminarHe tenido un problemilla con el comentario último que me has hecho y sin querer lo he borrado :-(
Un besito guapa.
Felizmente no apareció el temido ratoncito, Laly.
EliminarGabrielita linda, me encanto tu entrada! Menos mal
ResponderEliminarque los misterios se resolvieron. Hay millones, que
se quedan siendo, misterios. Te quiero.
cotiti.
Ojalá algunos de esos misterios también se resolvieran, Consuelo.
EliminarQué bonita entrada x 2.Jamás hubiera pensado que era la mami la que comía el pan, pensaba en algún duende jajajaja. Un beso desde Argentina.
ResponderEliminarOtros pensaron que era un ratón travieso, Tía Lelé.
EliminarHola Gabriela:
ResponderEliminarEl tic, tac podía haber sido un artefacto explosivo!... y lo del pan está muy claro: Una ardilla pasaba a desayunar a tu cocina!!!
Dos curiosos relatos, buen fin de semana,
No sé qué hubiera sido peor, Luis: una explosión o un ratón. Y sobre la ardilla, tal vez era la que buscaba nueces.
EliminarGabrielamiga
ResponderEliminarHoje sou eu que assino na nossa um texto intitulado Sermão do Lázaro. Aviso desde já que ele não deve ser lido por damas, meninas, solteiras, casadas ou viúvas, cavalheiros com menos de 98 anos e máximo 99, integrados na ordem democrática vigente, e com sólida formação moral e cívica. Aqui deixo um excerto.
Teodósio acordou rouco. Rouco? Rouquíssimo. E o sermão? Nisto meditava quando se dirigia à igreja paroquial e por isso disse com decibéis negativos ao sacristão Jaquim. Como iria ser? Ninguém o entenderia com aquele falar roufenho. Uma desgraça!
Qjs
Henrique
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NB – Este texto já saiu na Zorra da Boavista e no Ler, escrever e viver… Um homem não chega para tudo. Tende piedade…
¡Pobre Teodosio!
Eliminar:S
Hola amiga Gabriela, ¿que tal tu invierno?
ResponderEliminarVeo que en tu casa no faltan misterios, Ahora que vuelvo de mis vacaciones repasaré tus relatos detenidamente y te saludaré como tu nuevo reloj, puntualmente.
Besos.
Bienvenido de vuelta, Fernando. Espero que el descanso haya sido reparador. Desde ya, agradezco tus prometidas visitas.
EliminarHola Gabriela:
ResponderEliminarCreí en un gran argumento para un libro de misterios, hasta saber el inesperado y tierno final.
Un beso.
La solución era bastante más simple, Esteban.
EliminarYo votaba por que era un ratón!
ResponderEliminar¡Felizmente no lo era, Soñadora!
EliminarOlá,
ResponderEliminarpassando para te desejar uma semana cheia de boas surpresas e muita felicidades.
Bjos e tenha uma ótimo dia.
¡Gracias Anajá! Lindo tu saludo.
EliminarHola Gabriela, me encanta como cuentas las historias más simples sabiendo despertar el misterio y llevarlo hasta el final. Muy buena la del pan, y la del reloj me recuerda que cuando llegué a casa después de tanto tiempo me encontré que mi reloj grande de la cocina ya no funciona ni cambiando pila, o sea que nos vamos ahora a comprar uno nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo desde Venecia hasta Lima, y te seguiré leyendo entre lavadora y puesta en orden...
Chusa
a ver si con el tictac del nuevo reloj sorprendes a alguien como en la historia, Chusa. Bienvenida de vuelta.
EliminarMuy buenos tus pequeños misterios, me gustó mucho la del pan:))
ResponderEliminarVuelvo la normalidad y sin averías:)))
Un beso.
Qué buena noticia, Laura. Bienvenida de vuelta a la normalidad.
Eliminarlo del reloj lo imaginaba, menos mal lo del pan no fueron ratones jeje
ResponderEliminarHubiera sido terrible que fueran ratones, Hilda. Felizmente fue otra cosa.
Eliminar