La protagonista de esta historia era una mujer muy especial. Su principal característica era que siempre pensaba primero en los demás. Había sufrido de mucha pobreza en su niñez y eso la había marcado para siempre.
Ya en sus años dorados vivía en casa de una sobrina nieta. Sus sobrinos bisnietos la adoraban. Se hacía cargo del manejo de la casa, que bajo sus órdenes funcionaba casi a la perfección. Ese "casi" la hacía exasperarse muchas veces, pero era parte de su forma de ser. En verdad, era casi imposible concebir la casa sin su presencia.
Tenía un don extraordinario para la cocina. Casi siempre veía las recetas en algún programa de televisión y sin apuntar ni nada, al día siguiente sorprendía a todos con una comida que provocaba los aplausos de los comensales.
Su rápida mente siempre estaba pensando en diferentes maneras de generar recursos. Esa pobreza tan grande que conoció en sus primeros años le había enseñado a no dejarse estar, y así fue que se le ocurrió unir esa voluntad de ganar un beneficio económico con su habilidad para la cocina.
Cerca de su casa había una panadería. Una mañana se fue a hablar con el propietario y le propuso que cada día le dejaría una pizza completa para que él la vendiera por trozos. Al hombre le pareció una buena idea y quedaron en comenzar al día siguiente.
Efectivamente, al día siguiente, poco después de las 3:00 de la tarde, ella cumplió su parte del trato, dejó la pizza y recibió el pago acordado. La operación se repitió a lo largo de varios meses y tanto ella como el dueño de la panadería estuvieron más que contentos con el trato.
Hasta que un día, cuando llevaba la pizza caliente recién sacada del horno a su lugar de destino, se percató de que un perro la seguía. El pobre can, a todas luces un animal callejero, debe de haber sentido el delicioso aroma de esta delicia e instintivamente lo siguió.
Ella primero no le hizo caso y siguió su camino. El perro no cejaba en su empeño. Así que trató de desprenderse del animal, pero no pudo. Caminaban al mismo ritmo. Deben haber formado un par digno de atención: la mujer con la fuente de olorosa pizza caliente y el hambriento perro que no se despegaba de su lado. Hasta que le dio miedo que el hambre hiciera que el pobre animal callejero la atacara y tomó la decisión de regresar a casa con la fuente llena.
Los más felices fueron los sobrinos, a los que normalmente no permitía ni acercar la nariz a la cocina para que no le arruinaran la mercadería. Se dieron un banquete ese día. En cuanto a ella, decidió unilateralmente dar por terminada la venta diaria de pizzas.
El dueño de la panadería debe seguir esperando hasta ahora la llegada puntual de su producto estrella.
Ya en sus años dorados vivía en casa de una sobrina nieta. Sus sobrinos bisnietos la adoraban. Se hacía cargo del manejo de la casa, que bajo sus órdenes funcionaba casi a la perfección. Ese "casi" la hacía exasperarse muchas veces, pero era parte de su forma de ser. En verdad, era casi imposible concebir la casa sin su presencia.
Tenía un don extraordinario para la cocina. Casi siempre veía las recetas en algún programa de televisión y sin apuntar ni nada, al día siguiente sorprendía a todos con una comida que provocaba los aplausos de los comensales.
Su rápida mente siempre estaba pensando en diferentes maneras de generar recursos. Esa pobreza tan grande que conoció en sus primeros años le había enseñado a no dejarse estar, y así fue que se le ocurrió unir esa voluntad de ganar un beneficio económico con su habilidad para la cocina.
Cerca de su casa había una panadería. Una mañana se fue a hablar con el propietario y le propuso que cada día le dejaría una pizza completa para que él la vendiera por trozos. Al hombre le pareció una buena idea y quedaron en comenzar al día siguiente.
Efectivamente, al día siguiente, poco después de las 3:00 de la tarde, ella cumplió su parte del trato, dejó la pizza y recibió el pago acordado. La operación se repitió a lo largo de varios meses y tanto ella como el dueño de la panadería estuvieron más que contentos con el trato.
Hasta que un día, cuando llevaba la pizza caliente recién sacada del horno a su lugar de destino, se percató de que un perro la seguía. El pobre can, a todas luces un animal callejero, debe de haber sentido el delicioso aroma de esta delicia e instintivamente lo siguió.
Ella primero no le hizo caso y siguió su camino. El perro no cejaba en su empeño. Así que trató de desprenderse del animal, pero no pudo. Caminaban al mismo ritmo. Deben haber formado un par digno de atención: la mujer con la fuente de olorosa pizza caliente y el hambriento perro que no se despegaba de su lado. Hasta que le dio miedo que el hambre hiciera que el pobre animal callejero la atacara y tomó la decisión de regresar a casa con la fuente llena.
Los más felices fueron los sobrinos, a los que normalmente no permitía ni acercar la nariz a la cocina para que no le arruinaran la mercadería. Se dieron un banquete ese día. En cuanto a ella, decidió unilateralmente dar por terminada la venta diaria de pizzas.
El dueño de la panadería debe seguir esperando hasta ahora la llegada puntual de su producto estrella.
Curiosa historia
ResponderEliminarImpredecible final :)
Tan especial como la protagonista, Renata.
Eliminar¿Por qué abandono?! Yo hubiera seguido.
ResponderEliminarBesosss
Quizá el perro era muy grande y le dio mucho miedo, Norma.
EliminarAdorable, extrañada e irrepetible tía. Ya se dijo una vez: "nunca encontrarán otra como ella, porque cuando la hizo, Dios rompió el molde".
ResponderEliminarEso es definitivamente cierto, Acirema.
EliminarNada como ver disfrutar a sus sobrinos-nietos y sobrinos-bisnietos...
ResponderEliminarEso es el mayor regalo, la máxima felicidad para ella; el tesoro lo tenía en casa.
Como siempre, un relato desbordante de ternura.
Gracias, feliz fin de semana Gabriela.
El tesoro era ella misma, Milena. Esos sobrinos bisnietos sin duda eran muy afortunados por tenerla.
EliminarLa pizza que no llegó.
ResponderEliminarA Marcela le encanta esa historia.
Seguro siguen esperando esa pizza, Kitty.
EliminarMe da la idea de que pudo ser tu tía o alguien como ella, pues no tengo noticias de que ella fuera tan pobre alguna vez, pero sí generosa y muy especial.
ResponderEliminarBuena historia.
Carinos
Generosa, especial, única, inolvidable, todo eso y más era esta mujer tan querida, AleMamá.
EliminarNo puedo dejar pasar algún comentario sobre esta historia. Así era esta emprendedora, luchadora, no se dejaba amilanar; sin embargo, tengo la impresión que el motivo por el que dejó ese negocio es que no quería causar ningún problema a las personas de su entorno familiar, al pensar que en algún momento podría ser atacada por el perro.
ResponderEliminarBien pudo haber sido esta la razón de que dejara el negocio, Virginia.
EliminarMejor que en esos años dorados lo disfrute la familia, verdad?
ResponderEliminarUn beso
Creo que se puede decir que era un disfrute mutuo, Marta.
EliminarBuen regalo regresó a su casa, con ese miedo al perro... que encantados se comieron sus sobrinos:))
ResponderEliminarMe gustan los relatos que nos traes:))
Buen fin de semana.
Un beso.
Tan encantados quedaron que años después siguen recordando el banquete, Laura.
EliminarSem dúvida, uma mulher extraordinária!
ResponderEliminarBom domingo!
Beijo
No hay duda de que lo era, Nina.
EliminarEs verdad que a veces uno toma caminos que piensa que puede controlar, pero siempre hay un momento en la vida que tienes que tomar una decisión, ella eligió lo seguro, su familia, quizá gano más.
ResponderEliminarUn beso amiga Gabriela.
Creo que podemos decir que la familia ganó más con la aparición del perro, Fernando.
EliminarHola Gabrielita. me divirtio muchisimo tu en-
ResponderEliminartrada. Me encanto!
Te quiero.
Cotiti.
Gracias, Consuelo.
Eliminar¡Qué bonita entrada Gabriela!!!
ResponderEliminarMe habría encantado probar esa pizza. Con ese cariño como ingrediente sería deliciosa.
Un besito
Todo plato que se hace con cariño es delicioso, Laly, ya sea una pizza o un sencillo plato de arroz con huevo frito.
EliminarAs pessoas que passam algum tipo de privação na vida são bondosas e amáveis com seu próximo. Essa senhora lembrou minha mãe que sempre dividiu o pouco que tinha.
ResponderEliminarBjos e tenha uma ótima semana.
Tu mamá y la señora de esta historia se hubieran llevando muy buen, Anajá.
EliminarPizza, pizza, pizza y sus miles de historias. La mejor de todas las que me comí la semana pasada en Roma.
ResponderEliminarUn abrazo, Gabriela.
Hace tiempo que no me como una pizza rica, lo vengo postergando tontamente por diversas razones.
EliminarTremendo banquete que se habrán dado sus sobrinos nietos, nada como una rica pizza casera, y preparada con cariño, mejor áun!
ResponderEliminarUn abrazo,
El banquete de sus vidas, Soñadora, sobretodo porque normalmente les estaba prohibido acercarse al manjar.
EliminarAdorable y tierna historia, mezcla de esfuerzo y amor.
ResponderEliminarY un pequeño toque de miedo a los perros, Esteban.
EliminarQué preciosa historia cuya protagonista es una mujer extraordinaria con una habilidad y creatividad fuera de lo comùn. Desde luego tenìa capacidad empresarial y si no llega a ser por el perro callejero hubiera acabado abriendo una pizzerìa.
ResponderEliminarMujer admirable. Gracias Gabriela por traérnosla aquì para que la conozcamos nosotros también un poco.
Abrazos venecianos Gabri con lluvia y bajas temperaturas
Chusa
Los más felices con esa pizzería que quedó trunca sin duda hubieran sido los sobrinos, Chusa.
EliminarOlá Gabriela, boa tarde minha amiga! Me perdoe a demora em estar por aqui, minha vontade não esta combinando com o pouco tempo que estou tendo nos últimos dias...Grande coração tinha essa senhora, incrível o que faz a precariedade da vida de alguém.Muito amor e sabedoria tem a sua história.
ResponderEliminarBeijos com carinho
Marilene
Era un ser maravilloso, y estaba llena de sabiduría, Marilene.
Eliminar