Todas las mañanas, llueve o truene (bueno, es un decir porque en Lima no hay truenos), a una cuadra de la casa se instalan dos panaderos. A veces es solamente uno, pero es suficiente. No sé de qué panadería traen el pan pues no hay ninguna cerca, pero la cosa es que sin falta se les puede ver vendiendo sus panes a los vecinos. Su lugar está muy cerca del puesto de periódicos, punto de encuentro de la gente del barrio. Al pasar por ahí temprano, se puede escuchar a los ideólogos llenos de opiniones y dispuestos a arreglar los problemas del Perú y del mundo. Lo que pasa es que no los llaman.
Ese es el panorama habitual en una de las tantas esquinas miraflorinas cuando la vida retoma sus actividades diarias y la gente se despercude y se apresta a enfrentar las actividades diarias.
Esa rutinaria calma se vio alterada hace algunos días. Para sorpresa de los vecinos que salieron a comprar su pan y su periódico, encontraron lo segundo mas no lo primero. ¡Qué impresión! El panadero no estaba en la esquina habitual, ni se le veía más allá. Nada. No había pan ni panadero.
Ajena a esto, regresaba muy tranquila a la casa, cuando me crucé con el panadero más joven pedaleando rápidamente hacia la avenida Larco. Pensando en ahorrarme unos pasos, le pregunté a la pasada si me podía vender pan. Me dijo que no le quedaba ni uno, que regresaba en 20 minutos porque se iba a traer más. "Eso es nuevo", pensé.
Media cuadra más adelante me crucé con el otro panadero, y le hice la misma pregunta. Recibí la misma respuesta.
No había pan. No había dónde comprarlo, porque la panadería más cercana queda como a cinco cuadras y las ganas de recorrer la distancia eran pocas. En verdad, eran casi nulas. La solución era recurrir a una de las tantas bodegas o minitiendas que hay por la zona. Solamente había pan en una de ellas, los saldos de la marabunta que minutos antes que yo había arrasado con el poco pan de la bodega. Su habitual carga no estaba preparada para la crisis de los panes, así que las existencias se acabaron rápidamente.
Hasta ahora no sé qué pasó. No sé si ese día hubo menos pan o si hubo más compradores. Al día siguiente, todo volvió a la normalidad. Honestamente, espero que no se repita el descalabro que significó la crisis de los panes en la armonía del barrio en el que vivo.
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Ese es el panorama habitual en una de las tantas esquinas miraflorinas cuando la vida retoma sus actividades diarias y la gente se despercude y se apresta a enfrentar las actividades diarias.
Esa rutinaria calma se vio alterada hace algunos días. Para sorpresa de los vecinos que salieron a comprar su pan y su periódico, encontraron lo segundo mas no lo primero. ¡Qué impresión! El panadero no estaba en la esquina habitual, ni se le veía más allá. Nada. No había pan ni panadero.
Ajena a esto, regresaba muy tranquila a la casa, cuando me crucé con el panadero más joven pedaleando rápidamente hacia la avenida Larco. Pensando en ahorrarme unos pasos, le pregunté a la pasada si me podía vender pan. Me dijo que no le quedaba ni uno, que regresaba en 20 minutos porque se iba a traer más. "Eso es nuevo", pensé.
Media cuadra más adelante me crucé con el otro panadero, y le hice la misma pregunta. Recibí la misma respuesta.
No había pan. No había dónde comprarlo, porque la panadería más cercana queda como a cinco cuadras y las ganas de recorrer la distancia eran pocas. En verdad, eran casi nulas. La solución era recurrir a una de las tantas bodegas o minitiendas que hay por la zona. Solamente había pan en una de ellas, los saldos de la marabunta que minutos antes que yo había arrasado con el poco pan de la bodega. Su habitual carga no estaba preparada para la crisis de los panes, así que las existencias se acabaron rápidamente.
Hasta ahora no sé qué pasó. No sé si ese día hubo menos pan o si hubo más compradores. Al día siguiente, todo volvió a la normalidad. Honestamente, espero que no se repita el descalabro que significó la crisis de los panes en la armonía del barrio en el que vivo.
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Gabriela, quando visitei o teu país, me encantei con los mercadillos llenos de color.
ResponderEliminarbesos
Llenos de color y, sobre todo, de sabores, Nina.
EliminarEs que en Lima se desayuna con pan francés recién salido del horno (no sé por qué se llama pan francés, ¿alguien sabe por qué?) Es irreemplazable. En Miraflores, salen los carritos de los panaderos por las calles a partir de las 6 de la mañana, se colocan en alguna esquina y la gente ya sabe donde encontrarlos. He visto a algunos señores que salen de sus casas y van a la esquina a comprar el pan, en bata y zapatillas. Aunque usted no lo crea.
ResponderEliminarY ese día que no hubo ninguno, se nos vino la crisis de los panes.
EliminarDebe de haber habido una fiesta en el barrio y el encargado se levantó primero a esperar a los panaderos y les ganó el "¿quién vive?"
ResponderEliminarAhora en serio: ahí uno se da cuenta de que tenemos por seguras cosas que de por sí no lo son. Ahí es cuando agradezco cada día el tener comida en el plato, agua en el grifo, inodoro que funcione y mucho más.
Cariños, Gaby
Quizá también les ganó el "¡Ah, de la casa!"
EliminarSin olvidar ropa limpia, frazadas para el frío y alguien que se preocupe de que tengamos todo eso.
Tantas cosas, si uno lo piensa.
EliminarBesos
Cierto, AleMamá, tanto.
EliminarEstamos tan acostumbrados a tener cada día las mismas cosas, que no nos damos cuenta hasta que no falta una como se la hecha en falta.
ResponderEliminarY el pan es el pan eh!!...sin él no sabemos comer:))
Buenas noches... en España para tí seran tardes.
Un beso.
Ciertamente, el pan es el pan, Laura. Y hasta ese día, nunca imaginé cómo se le extrañaría en caso de faltar.
EliminarME IMAGINO LA MORTIFICACIÓN POR LA FALTA DEL RICO PAN PARA EL DESAYUNO... TANTO QUE SE LE DISFRUTA Y GUSTA POR LO CRUJIENTE Y AGRADABLE QUE ES.
ResponderEliminarSUELO PENSAR EN EL ERROR QUE COMETEMOS AL ACOSTUMBRARNOS A LO QUE NO ES SEGURO... PEOR AÚN... A LO QUE NO VA A DURAR... NUNCA LOS "VENDEDORES AMBULANTES" CUENTAN CON ESQUINA FIJA PARA SU NEGOCIO DE VENTA DE PAN. EN ALGÚN MOMENTO LA CAMBIAN SIN PREVIO AVISO A LOS CASEROS, Y POCO LES IMPORTA LA PENA QUE CAUSAN.
LÁSTIMA LA DISTANCIA DE LAS PANADERÍAS, ES CUESTIÓN DE RECARGAR ENERGÍAS Y QUE SIRVA PARA EJERCITARSE UN POCO.
HAY CASOS EN QUE SALEN ANTES DEL AMANECER PARA IR AL ENCUENTRO DE ESE APRECIABLE AROMA DEL PAN RECIÉN SALIDITO DEL HORNO... Y CAMINAN DIARIAMENTE 25 MINUTOS, ENTRE IDA Y VUELTA... ¿TE IMAGINAS?... POR COSTUMBRE O POR DARSE EL GUSTO.
COMO SIEMPRE QUEDO AGRADECIDO POR RECIBIR TU ÚLTIMA ENTRADA, DIGNA DE REFLEXIÓN Y AÑORANZA. SUERTE Y SALUDOS.
En realidad, no es tanto el problema de caminar las cinco cuadras. Es que en ese momento del día era lo que menos ganas tenía de hacer.
EliminarYo se la importancia de los panes... tan ricos!!!!!!
ResponderEliminarSobre todo, cuando están calientes, Carmen.
EliminarSaludos de USA.
ResponderEliminarGabielita linda, muy graciosa tu entrada. Aqui
cabe la expresion. "Nadie sabe lo que tiene,has-
ta el momento que lo pierde". Te quiero.
Cotiti.
Efectivamente, Consuelo, fue todo un descalabro la crisis de los panes.
Eliminar¡Qué intriga! Menos mal que al día siguiente volvió la normalidad ¿No?
ResponderEliminarUn saludo
Si, Chelo, felizmente al día siguiente todo fue normal. Ojalá esa anormalidad no se repita.
EliminarLina sin panaderos, peor que Japon sin petroleo.
ResponderEliminarO una pizza sin queso mozzarella, Cyrano.
EliminarAhhh, querida amiga, ese era el momento de desempolvar una receta de "La flor de la canela", disfrutar amasando tu propio pan y comerlo recién hecho, jajaja.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte desde Málaga en plenos exámenes...
Tu comentario llega en el momento justo en que recordaba el delicioso pan hecho en casa salido de manos de mi tía Angelita, Laly.
EliminarSi encuentro la receta...
Esto es muy cierto, cuando pierdes algo recién conoces el valor que tenía...
ResponderEliminarQuién iba a pensar que extrañaríamos tanto el pancito en el desayuno, Virginia.
EliminarCómo se echa en falta algo tan sencillo ¿verdad?. Parece mentira pero estamos tan aferrados a las costumbres, que cuando no podemos seguirlas, nos sentimos extraños... Besitos linda.
ResponderEliminarSi Campanilla, terminamos extrañando las cosas más simples que nos acompañan todos los días.
EliminarEn mi pais tambien se llama pan frances...y tampoco se por que! ...pero rico cuando esta calientito. Sera que habia escases de harina? Mi padre tenia una panaderia y algunas veces eso pasaba. Que bueno que las cosas se arreglaron. Un abrazo
ResponderEliminarIela
Con una panadería en la familia estaría perdida, Iela. Difícil mantenerse lejos de la tentación de pan caliente con mantequilla derretida. Con leche tibia... ni se diga.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarLlego desde lo de Alemama. No conocía tu blog.
Ahora sí y volveré.
¡Saludos!
Bienvenida, hermana Josefina.
EliminarSaludos.
Gabriela, te deseo un muy feliz fin de semana.
ResponderEliminarBesote
Gracias, Nina. Igual para ti.
EliminarHola amiga, pronto editare mi post y te dejo un regalo je je...ya regreso para leer tu historia de panes, como hoy no comi me dio hambre...mmmm
ResponderEliminarbesos
Gracias por el regalo, Patricia. Leer sobre panes teniendo hambre no es buena idea, así que te espero en cualquier momento.
EliminarEs como estar en Lima!! Leerte es volver a mi tierra querida. Me alegro q finalmente todo volviera a la normalidad... Tanta crisis da escalofrios, solo faltaban los panes ;-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encanta que leerme te haga regresar a Lima, Nica. En cuanto a los panes, todo volvió a la normalidad al día siguiente.
EliminarHola Gabriela qué placer ya de vuelta de Madrid y leerte. He percibido los aromas del pan recién horneado difundiéndose en las esquinas miraflorinas, qué pintoresco tiene que ser eso. Y ademàs, lugar de encuentro de ideòlogos que solucionan los problemas del mundo junto a los quioscos... bueno, esto sì que también lo compartimos aquì. Làstima que nadie los consulte como bien dices...
ResponderEliminarVeo que me he perdido varias cosas interesantes pero prometo leerlas y dejarte unas palabras.
Ahora te mando un abrazo fuerte, Gabriela linda, desde una Venecia bajo tormenta de calor
Chusa
Bienvenida de vuelta, Chusa. Seguro que disfrutaste de tus días en Madrid, con tu mamá y hermanos.
EliminarIdeólogos los hay en todas partes. Tal vez si los escucharan el mundo iría mejor.
Hasta el final esperé la razón...y sigo esperando. Algo tiene que haber impulsado a la gente a comer más...no se... :)
ResponderEliminarTe mando un abrazo
En verdad, Mary, yo también sigo esperando la razón detrás de la crisis de los panes. Creo que nunca la sabremos.
EliminarDicen que enseñarles rutinas a los niños les ayuda a forjar su personalidad y les da seguridad ¡Que verdad tan grande!
ResponderEliminarEl panadero nos puso a prueba y todo el barrio se sintió inseguro al no encontrarlo en su esquina esperándonos con su rico alimento.
Quizá si nosotros rompiéramos esa rutina que mantenemos de resignación con los que nos manejan a su antojo, se sientan inseguros y nos busquen por las esquinas para comer ese rico pan !Quizá¡
Besos, se me olvidaba.
ResponderEliminarDebe haber sido eso, Fernando. Es un hecho que nunca había pensado en el trastorno que podía traer la ausencia de algo tan simple como pan fresco en la mesa del desayuno.
EliminarY gracias por el postdata.
Hola Gabi!
ResponderEliminarSomos animales de costumbres, nos encantan nuestras rutinas y cuando nos quitan una de ellas nos quedamos como si la última pieza del puzzle no nos encajara.
El panadero debió de sorprenderse seguro no vuelve a faltar a la cita mañanera!
Un Besazo
Sobre todo, cuando nos vemos obligados a cambiar las rutinas por causas ajenas a nosotros, Carolina. Espero que los panaderos no nos obliguen a cambiar rutinas de nuevo.
EliminarGabriela, gracias por tus comentarios cariñosos.
ResponderEliminarbesitos
Gracias también a ti, Nina.
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