Parecía algo fácil. No me imaginé estar frente a una misión imposible.
Lo único que quería era comprarme una cartera azul. Azul marino o simplemente azul. Quienes me conocen saben que mis carteras son pequeñas casi hasta la burla, apenas lo suficiente para llevar una billetera chica, llaves, un lapicero, un espejo y un estuche vacío de lentes de contacto. ¿Mi celular? En el bolsillo, así no pierdo llamadas. Jamás me he acostumbrado, y dudo que llegaría a acostumbrarme, a usar esos sacos gigantescos en donde entra todo pero nunca se encuentra nada.
Repito, ¿qué tan difícil puede ser encontrar una cartera azul del tamaño que para mí es ideal? Descubrí que no es difícil. Es imposible.
Durante mis días en Estados Unidos, busqué y rebusqué en todas las tiendas a las que entré. En todas, las carteras estaban ordenadas por colores. Era fácil llegar de frente a las azules. siempre con ayuda de Mari. Todas sin excepción eran unos tremendos sacos, suficientemente grandes como para llevar hasta las compras del mercado sin ningún problema. Las que eran de tamaño perfecto eran de cualquier otro color.
Hubiera sido más fácil de encontrar una cartera del amarillo más chillón que existe. En verdad, encontré muchos modelos de carteras amarillas. Pero azules, apenas unas tres o cuatro, y todas tamaño gigante.
Como los alquimistas que, al buscar convertir los metales en oro, terminaron haciendo muchos útiles descubrimientos, en mi infructuosa búsqueda por una cartera azul encontré una cartera roja y otra de incierto color entre verde y plomo. Ambas a buen precio y del tamaño ideal. No dudé en comprarlas.
Por lo menos hasta la fecha, nada de carteras azules. Misión imposible total (incluida la música de Schifrin y la cinta que se autodestruye).
Lo único que quería era comprarme una cartera azul. Azul marino o simplemente azul. Quienes me conocen saben que mis carteras son pequeñas casi hasta la burla, apenas lo suficiente para llevar una billetera chica, llaves, un lapicero, un espejo y un estuche vacío de lentes de contacto. ¿Mi celular? En el bolsillo, así no pierdo llamadas. Jamás me he acostumbrado, y dudo que llegaría a acostumbrarme, a usar esos sacos gigantescos en donde entra todo pero nunca se encuentra nada.
Repito, ¿qué tan difícil puede ser encontrar una cartera azul del tamaño que para mí es ideal? Descubrí que no es difícil. Es imposible.
Durante mis días en Estados Unidos, busqué y rebusqué en todas las tiendas a las que entré. En todas, las carteras estaban ordenadas por colores. Era fácil llegar de frente a las azules. siempre con ayuda de Mari. Todas sin excepción eran unos tremendos sacos, suficientemente grandes como para llevar hasta las compras del mercado sin ningún problema. Las que eran de tamaño perfecto eran de cualquier otro color.
Hubiera sido más fácil de encontrar una cartera del amarillo más chillón que existe. En verdad, encontré muchos modelos de carteras amarillas. Pero azules, apenas unas tres o cuatro, y todas tamaño gigante.
Como los alquimistas que, al buscar convertir los metales en oro, terminaron haciendo muchos útiles descubrimientos, en mi infructuosa búsqueda por una cartera azul encontré una cartera roja y otra de incierto color entre verde y plomo. Ambas a buen precio y del tamaño ideal. No dudé en comprarlas.
Por lo menos hasta la fecha, nada de carteras azules. Misión imposible total (incluida la música de Schifrin y la cinta que se autodestruye).