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Los peruanos estamos a menos de un mes de elegir al nuevo presidente, nuevos congresistas y nuevos representantes al Parlamento Andino. La fecha señalada es el domingo 10 de abril.
En el Perú, votar es un derecho y una obligación. Así lo dice nuestra Constitución. Esto quiere decir que para los peruanos, votar es obligatorio. De tanto verlo como una imposición, creo que casi nos hemos olvidado del privilegio que es poder elegir. Lo digo porque para muchos, votar es una pesada carga, casi tan desagradable como ir al dentista.
Creo que no debería ser así.
Toda esta reflexión vino como consecuencia de un comentario que me hizo un amigo mío, que resultó sorteado como miembro de mesa.
Soy tercer suplente, me dijo,
ya veré qué invento para no ir.
A modo de breve explicación para quienes no son peruanos, semanas antes de cualquier elección, el ente electoral sortea a los electores que serán miembros de mesa. Son seis electores por mesa: tres titulares, tres suplentes. Los anuncian con la debida anticipación, se les da una capacitación, se les entrega credenciales. Esos seis electores deben estar en su local de votación antes de las 8 am, instalar la mesa entre todos y votar. Los tres titulares se quedan en la mesa, los tres suplentes están libres de irse.
Eso en un mundo ideal. Pero en el mundo real, a veces la mesa se tiene que abrir con el número mínimo de tres miembros, y si no llegan a ser tres, la ley dice que la mesa se completa con los electores que estén en la cola.
Ver tu nombre en la relación de miembros de mesa no es precisamente agradable. Yo he sido miembro de mesa dos veces: la primera vez que voté, en 1990, y 11 años más tarde, en 2001. En 1990 mi puesto era el de segundo titular, pero ante la inasistencia del presidente, tuve que asumir su cargo. En 2001, salí sorteada como la presidente de la mesa.
Luego de renegar de mi "mala" suerte, en ambas ocasiones asumí mi función.
En 1990, el Perú vivía épocas de terror. Recuerdo que el colegio donde me tocó votar estaba resguardado por soldados armados casi hasta los dientes. Si la cosa era así en Lima, no quiero imaginar cómo habrá sido en nuestra sierra.
La votación terminó a las 4 pm. A esa hora comenzamos el conteo de votos, que terminamos pasadas las 10 de la noche. Era tedioso, había que contar todas las cédulas, llenar y firmar las actas y meter cada una de ellas en sus respectivos sobres. Después, cada presidente de mesa debía llevar su ánfora desde el centro de votación al centro de acopio de cada distrito. Yo tuve que esperar con mi ánfora a que llegara el bus que nos transportaría, que llegó pasadas las 11 pm.
Entre eso y dejar el ánfora me dio la medianoche. Muy resguardados, eso si, pero después de dejar el ánfora se acababa el resguardo. Cerca de la medianoche, en un domingo de elecciones en época de terrorismo, no me quedó más que caminar las 20 cuadras que había hasta mi casa.
En 2001, la cosa fue muy diferente. Terminada la elección, a las 4 pm, iniciamos el igualmente tedioso conteo de votos, que terminamos a eso de las 7 pm. Una vez cerrados todos los sobres, entregué el ánfora al encargado del ente electoral. Ya no teníamos que llevarla a ningún centro de acopio, las autoridades respectivas las recogerían de cada centro de sufragio.
Imagino que con cada elección nueva, llegan las mejoras en el sistema.
Conozco gente mayor que yo que nunca ha sido miembro de mesa. Conozco gente que lo ha sido más de una vez, como yo. Entiendo que es molesto ser elegido para esta tareíta, admito que yo misma he renegado de mi suerte. Lo que no entiendo es que haya gente que simplemente no vaya a cumplir con su obligación. A menos que exista un buen motivo que justifique tal inasistencia, es una tremenda irresponsabilidad.
Todos queremos pistas sin baches, semáforos que funcionen, instituciones estatales eficientes. Para conseguirlo, deberíamos empezar por colaborar para que todo funcione como queremos. Y cumplir con la obligación de ser miembro de mesa es parte de esa colaboración.
Finalmente, una vez ahí, lo mejor es verle el lado divertido. Porque la cosa tiene su lado divertido. Créanme.