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A pocos metros de una esquina, ya casi a mitad de camino, vi a una mujer con actitud de esperar algo. Estaba elegantemente vestida, con un abrigo rojo y una gruesa bufanda de cuadros que hacía juego con el abrigo. Pese a que no había sol, usaba lentes oscuros. Tenía el pelo lacio oscuro, a la altura de la quijada.
Aunque casi no se le veía la cara, pude notar que sonreía. Sonreía y me miraba. Me miraba con expresión amable. ¿Será alguien que conozco?, pensé. Al acercarme pensé que iba a reconocerla, pero no.
Se me acercó, siempre sonriendo y me preguntó si conocía una calle. Esa calle está muy cerca de donde estábamos, e intenté explicarle cómo llegar. Finalmente, le dije: "voy a pasar por ahí, vamos caminando, si no te importa".
Empezamos a caminar juntas. Me contó que es peruana, que vivió muchos años en Buenos Aires y que ahora vive en París. Que viene ocasionalmente a Lima a visitar a la familia. Me dijo su nombre, su apellido es sinónimo de unos dulces muy ricos que venden en Lima. Me preguntó si conocía la marca, y me empezó a contar de los orígenes.
En eso, llegamos a su destino. Me agradeció y la dejé tocando el timbre del departamento que buscaba. Yo seguí mi camino y llegué a mi casa.
Pasaron varios meses. El frío limeño se convirtió en ese agobiante calor que desde antes de que empiece ya quiero que termine. Llegó otro sábado de compras en el mismo supermercado cercano. De compras rápidas. De compras tempranas para que sean rápidas.
Regresaba a casa y a pocos metros de donde me encontré con esta peruana que vive en París la volví a ver. Era ella, no había duda, a pesar de que ya no usaba ni el grueso abrigo rojo ni la bufanda a cuadros. Pero su corte de pelo y su sonrisa eran inconfundibles.
Me vio, y desde lejos me saludó. Nos saludamos. Me preguntó si me acordaba de ella, le dije que sí. Le pregunté si quería que la guiara de nuevo. Me dijo riendo que no, que esa vez sabía muy bien por dónde ir.
Nos hicimos adiós y cada quien siguió su camino.
Qué casualidad. un beso
ResponderEliminarMucha, sí.
EliminarA veces uno se encuentra repentinamente con personas amigas a las que no veía en mucho tiempo. Fue una simpática experiencia.
ResponderEliminarSimpática y digna de contar.
EliminarEl tercer acto de la serendipia vendrá cuando ella lea este texto. No falla. Estaremos atentos.
ResponderEliminarEstaré atenta.
EliminarQue dos encuentros tan agradables, Gabriela y menuda coincidencia inesperada... Dos momentos para relatar y recordar.
ResponderEliminarBesos mil
J&Y
Y además, ella me reconoció. Es la parte que más me sorprende.
EliminarUnas líneas costumbristas y sociales muy simpáticas, estampas urbanitas, que por ser naturales y humanas siempre nos satisfacen por nuestra vis relacional.
ResponderEliminarRecibe Mis Consideraciones Más Distinguidas!!!!
🕴🤗🍊👏🎩
Muchas gracias por la visita, y bienvenido, Juan.
EliminarDos encuentros fortuitos. Y por tu buen hacer con ella se acordaba de ti Gabriela.
ResponderEliminarMe he acordado ahora del terremoto que hubo hace poco en Perú con muchos daños y fallecidos. Te afectó en algo ?
Buena semana.
Un abrazo.
Me sorprendió que se acordara de mí, la verdad.
EliminarLo del terremoto fue fuerte, afectó partes de Ecuador (ahí fue el epicentro) y Perú. Lamentablemente, hubo muertos.
Nace la amistad de los sabados por la mañana
ResponderEliminarBonito relato
Abrazo
Puede ser, nunca se sabe.
EliminarLa vida tiene esas tan bonitas coincidencias, dicen que el planeta entero está conectado.
ResponderEliminarUn abrazo Gabriela.
A veces se siente así.
EliminarUn abrazo, Jorge.
Vamos con tanta prisa por la vida que pasamos por alto estos encuentros fortuitos y agradables.
ResponderEliminarAbrazos.
Agradables y dignos de contarse.
EliminarHola, que gusto pasar por aquí y ver que sigues contando tus historias :) un encuentro casual con alguien que no se esperaba encontrar y que te sacan una sonrisa. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarQué gusto verte por acá, Iela. Este espacio sigue firme.
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