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Era temprano en la mañana, pero ya había pasado sobradamente la hora habitual de entrada a los colegios. Por eso me llamó la atención una niña de unos diez años parada en una de las esquinas por las que pasé.
Estaba sola, con su mochila al hombro, con un atuendo que era inconfundiblemente un uniforme escolar. Iba impecablemente peinada con una larga trenza que le caía por la espalda. En los breves momentos que pude verla, noté que miraba con impaciencia por la calle, en el sentido del tránsito.
Era evidente que esperaba a alguien que la fuera a recoger. Aunque la imagen de la colegiala que obviamente iba a llegar tarde al colegio me llamó la atención, mi prisa por regresar no me permitió darle más vueltas al asunto.
Casi diez minutos después, desanduve lo andado y pasé exactamente por la misma ruta en sentido contrario
Entonces la vi de nuevo. La niña seguía parada en el mismo lugar donde había estado momentos antes, era una estampa casi idéntica a la anterior. La diferencia era la expresión de su cara, su preocupación era evidente.
Eso bastó para inventar otra novela al paso. A partir de aquí, todo es invención mía.
El día anterior, la niña recibió una llamada de su papá, que no vive con ella, y le dijo que iría a recogerla temprano para llevarla al colegio. La niña aceptó encantada, aunque con algo de preocupación pues sabe que entre las muchas cualidades de su papá no se encuentra la puntualidad. Una cosa es llegar tarde a la casa de una amiga, otra cosa es llegar tarde al colegio. Peor cuando hay examen a la primera hora.
Así que al rato llamó a su papá para pedirle con ese tonito que sabe que su papá no puede resistir que por favor no llegara tarde al día siguiente, que tenía examen en la primera hora y que además tenía que entregar una tarea que había estado haciendo durante días.
Y ahora, ¿por qué se demora?, pensaba la niña, mientras miraba por la calle donde sabía que el carro azul de su aparecería de un momento a otro. No tenía reloj, pero sabía que los minutos pasaban imparables.
Justo antes de voltear por la esquina, a una cuadra de donde vi a la niña minutos antes, le dirigí una última mirada. Respiré de alivio cuando la vi subir al auto azul de su papá, a quien saludó con una enorme sonrisa.
Las explicaciones seguramente llegaron casi de inmediato para un final feliz de esta nueva novela al paso.
HOLA GABY
ResponderEliminarNUNCA DEJO DE SORPENDERME GRATAMENTE POR LA CREARIVIDAD LITERARIA QUE DEMUESTRAS EN TUS RELATOS.
HAY VECES EN QUE LOS PADRES SE OLVIDAN SU INFANCIA, Y DE AUQELLOS MOMEMTOS EN LOS HUBIENSEN DESEADO TENER A LOS SUYOS AL LADO.
HOY, LA NUEVA GENERACIÓN VIVE AL CONTRA EL TIEMPO.
ME HACES PENSAR, SERÁ ADECUADA LA FORMACIÓN ACTUAL?.
SUELO OIR: "TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR".
DEBEMOS CONFIAR EN QUE LA FE Y AMOR JAMÁS AMINORARÁ ESE ESPECIAL SENTIMIENTO HACIA NUESTROS SERES QUERIDOS.
SALUDOS Y GRACIAS POR COMPARTIR ESE TALENTO TUYO.
Yo creo que cada tiempo tiene su encanto, que debemos verle el lado bueno a la época que vivimos, que es un lado muy grande y hay que aprovechar.
EliminarRealmente un final feliz. Y seguro que ocurrió tal como lo imaginaste. No dejes de regalarnos tus historias, reales o producto de tu imaginación.
ResponderEliminarEspero que sí. Me daría mucha pena saber que a la niñita la dejaron esperando por gusto.
EliminarMe gustó, más aun el final.
ResponderEliminarMe alegra. Gracias por leerme siempre.
EliminarTudo acabou bem, com um final feliz. Não suporto ver crianças infelizes.
ResponderEliminarBeijo
Yo tampoco, me molesta verlos sufrir por cosas que se pueden solucionar fácil.
EliminarPues si, también nos imaginamos ese final, el padre llegando tarde, vaya usted a saber porqué, a recogerla. Los niños y las personas mayores nos inspiran, casi siempre, mucha ternura, y no queremos pensar que se olvidaran de la pobre cría...
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Yo imagino también la angustia del padre, sabiendo que hay una personita importante esperándolo.
EliminarBuen final aunque resultara lenta esa esprea.
ResponderEliminarBesos.
Y angustiante...
EliminarMis felicitaciones Gabriela, por esa imaginación que nos hace pasar ratos agradables. Bonito relato.
ResponderEliminarBesos
Gracias por tus palabras y por la visita, Tania.
EliminarMe hizo recordar una historia: la mamá tuvo que viajar a visitar a sus padres con dos de los menores hijos, los otros dos mayores se quedaron porque no podían perder clases en el colegio. El papá quedó encargado de la movilidad al colegio (eran muy pocos días). Uno de los días no llegaba a recogerlos del colegio, al fin llegó bastante tarde y les explicó que no podía salir de la oficina porque había estado en una reunión que no se podía cortar. Cuando llegó la mamá del viaje, los niños le contaron el incidente muy apenados, porque según ellos, pensaron que el papá se había olvidado de ellos para siempre. Imaginación de niños... Eran pequeños y no existía el celular.
ResponderEliminarPobres niños, imagino la angustia. Por lo menos estaban acompañados.
EliminarY cómo se habrá sentido la mamá cuando se enteró a su regreso.
Final feliz para la multifacética creación literaria de Gabriela del Perú.
ResponderEliminarPalabras que me honran. Esteban.
EliminarSiempre oí que los músicos, los escritores, etc se inspiran en cositas sencillas... unas gotas de lluvia... un pajarito en el balcón... un niño esperando y así sucesivamente. Pero eso sucede con quienes tienen aptitudes y tú las tienes de sobra. También tu mami tiene facilidad para escribir bonito.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Yvette.
Eliminarmuy real tu relato Gabriela y perfecto en su construcción. Fíjate que esa historia de que un progenitor se olvida de ir a recoger al niño ocurre más a menudo de lo deseable, lo peor es cuando se olvidan al bebé en el coche y no lo dejan en la guardería, esto pasó hace unos días a una joven madre y por desgracia debido al calor intenso la historia acabó en tragedia. Menos mal que la tuya tiene final feliz. Saludos hasta Lima
ResponderEliminarHe sabido de esos casos tan tristes, y me parece terrible llegar a extremos trágicos.
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