Hace pocos días, tuve una reunión a la que debía llegar puntualmente a las 11 de la mañana. Como no hay un lugar donde esperar, la recomendación que me dieron fue que no llegara con más de 15 minutos de anticipación.
Como soy casi patológicamente puntual, siempre prefiero llegar antes de la hora. Pero esta vez mi previsión fue demasiada, y estuve en el lugar 40 minutos antes de la hora fijada. Tenía que buscar qué hacer en ese lapso.
Muy cerca de mi lugar de destino hay una iglesia. Es una iglesia grande, un importante punto de referencia para la zona. Además está muy unida a mi propia historia pues ahí se casaron mis papás, fue donde hice mi primera comunión y mi confirmación. También en esa iglesia, como parte del coro del colegio, asistí a varias primeras comuniones de promociones menores a las mía.
Casi sentí que la iglesia me llamaba, por lo que decidí entrar para cubrir los largos minutos que tenía por delante.
La iglesia estaba casi a oscuras, pero había algunas personas adentro. Casi todas eran señoras con varias décadas a cuestas, Se respiraba paz y tranquilidad en el ambiente, todo muy distinto a lo que pasaba puertas afuera, donde las bocinas de los carros y los ruidos de sus motores son siempre la norma. Ese ruido se colaba por rendijas cada vez que alguien entrada a la iglesia.
Al mirar el largo camino que separa la entrada de la iglesia de la primera fila de bancas, me fue inevitable pensar en mi mamá haciendo ese recorrido del brazo de mi abuelo de ida y de regreso tomada del brazo de mi papá. Me trasladé en el tiempo y recordé mis nervios el día de mi primera comunión, y el día de la confirmación, tomada con bastante más calma. Cómo no evocar las veces que el profesor de música se desesperaba cuando el coro iba una velocidad mayor a la deseada, pues nuestros ensayos eran con piano y en la iglesia debíamos cantar al ritmo más lento del órgano.
Cuando me di cuenta, estaban prendiendo las velas del altar. Supuse que una misa estaba a punto de empezar. Miré el reloj. Tenía exactamente diez minutos para llegar al lugar de mi reunión. Tiempo de sobra para caminar la distancia de dos cuadras.
Recorrí esas dos cuadras sin apuro y con la sensación de haber viajado en el tiempo, dentro de una nave cuya tranquilidad y calma me habían invitado a recorrer diferentes etapas de mi historia desde una perspectiva insospechada.
Como soy casi patológicamente puntual, siempre prefiero llegar antes de la hora. Pero esta vez mi previsión fue demasiada, y estuve en el lugar 40 minutos antes de la hora fijada. Tenía que buscar qué hacer en ese lapso.
Muy cerca de mi lugar de destino hay una iglesia. Es una iglesia grande, un importante punto de referencia para la zona. Además está muy unida a mi propia historia pues ahí se casaron mis papás, fue donde hice mi primera comunión y mi confirmación. También en esa iglesia, como parte del coro del colegio, asistí a varias primeras comuniones de promociones menores a las mía.
Casi sentí que la iglesia me llamaba, por lo que decidí entrar para cubrir los largos minutos que tenía por delante.
La iglesia estaba casi a oscuras, pero había algunas personas adentro. Casi todas eran señoras con varias décadas a cuestas, Se respiraba paz y tranquilidad en el ambiente, todo muy distinto a lo que pasaba puertas afuera, donde las bocinas de los carros y los ruidos de sus motores son siempre la norma. Ese ruido se colaba por rendijas cada vez que alguien entrada a la iglesia.
Al mirar el largo camino que separa la entrada de la iglesia de la primera fila de bancas, me fue inevitable pensar en mi mamá haciendo ese recorrido del brazo de mi abuelo de ida y de regreso tomada del brazo de mi papá. Me trasladé en el tiempo y recordé mis nervios el día de mi primera comunión, y el día de la confirmación, tomada con bastante más calma. Cómo no evocar las veces que el profesor de música se desesperaba cuando el coro iba una velocidad mayor a la deseada, pues nuestros ensayos eran con piano y en la iglesia debíamos cantar al ritmo más lento del órgano.
Cuando me di cuenta, estaban prendiendo las velas del altar. Supuse que una misa estaba a punto de empezar. Miré el reloj. Tenía exactamente diez minutos para llegar al lugar de mi reunión. Tiempo de sobra para caminar la distancia de dos cuadras.
Recorrí esas dos cuadras sin apuro y con la sensación de haber viajado en el tiempo, dentro de una nave cuya tranquilidad y calma me habían invitado a recorrer diferentes etapas de mi historia desde una perspectiva insospechada.
Cuanto bien te hizo esa premura por llegar a la cita. Reviviste días felices Gabriela;)
ResponderEliminarUn beso.
Sí, Laura, fue un viaje en el tiempo que realmente no tenía planeado.
EliminarEs muy grato, aunque inevitablemente triste, retroceder en el tiempo y revivir épocas pasadas. Fue un bonito momento para ti, sin duda y lo guardarás en tu recuerdo.
ResponderEliminarA veces es aleccionador retroceder en el tiempo, Acirema. Nos hace ver y apreciar las cosas desde otro ángulo.
EliminarHe vivido muchos momentos así. Siempre en iglesias. Aunue no tengo recuerdos en muchas de ellas, siempre me llena de paz el silencio de lo sagrado. La próxima vez que tengas tiempo, te recomiendo que visites el Santísimo de María Reina o de Fátima. Un momento de intimidad con Dios, aunque sea muy breve, hace mucho bien.
ResponderEliminarConozco el santuario de la Iglesia de Fátima y el de los Carmelitas. El de María Reina no, pero me daré un tiempo para visitarlo.
Eliminar¡Qué excelente oportunidad Gabriela, para revivir tantas emociones de antaño! A veces vale la pena ser puntual.Es una virtud muy incomprendida.
ResponderEliminarDe verdad, Esteban, la puntualidad es hasta mal vista a veces.
EliminarLas iglesias también producen ese efecto en nosotras, Gabriela... La paz y la quietud que las envuelve propician el recogimiento y el encuentro con uno mismo... Y con los bonitos recuerdos, como te ha ocurrido a tí. Seguramente "alguien" quería que llegaras con mucho tiempo a esa cita.
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Ahora que lo mencionas, yo también pensé que alguien me mandó para allá tan temprano.
EliminarGabriela, me encantam o interior das igrejas, pela sua paz e pelo ambiente que proporcionam. A tua experiência foi muitissimo interessante, uma verdadeira viagem no tempo.
ResponderEliminarTem um feliz fim de semana.
Beijo da Nina
Nunca me imaginé que esa espera en la iglesia despertaría tantas sensaciones, Nina. Me gustó mucho.
Eliminar¡Qué bien lo describes! La iglesias antiguas emanan una paz increible. El frescor, el olor en el ambiente, las maderas que crujen al pisar, la luz de las velas (aunque ahora la mayoría sean de leds),... Si además le añades recuerdos personales, entiendo perfectamente cómo te sentiste. Feliz finde :))
ResponderEliminarHe estado en iglesias con pisos de madera, le agregan encanto a una situación ya de por sí diferente. En esta iglesia, hasta el olor me transportó a tiempos ya idos.
EliminarEs muy lindo y reconfortante revivir el pasado pensando siempre en todo lo bueno, sencillo y sentimental que vivieron nuestros padres y aun nosotros mismos. Vale la pena tener esos momentos de paz dejando de lado los problemas actuales.
ResponderEliminarSí que vale la pena, Yvette. Darse un salto al pasado siempre reconforta, pero no nos quedemos ahí y sigamos viviendo el presente para tener un bien futuro.
EliminarAun no estoy segura si fue pura coincidencia je je lo que si se es que te dio paz, te dio recuerdos y te dio nuevas perspectivas.
ResponderEliminarBesos querida amiga, feliz fin de semana!!
Tal cual, Patricia, y esas perspectivas llegaron en un momento muy importante.
EliminarMuy bonito lo que relatas.....me encantó!!!
ResponderEliminarTe deseo una buena semana....Besitos....
Gracias, Camelia.
EliminarQuien nos dice amiga que esta vida no se vive varias veces. Esta oportunidad la tenemos en diferentes ocasiones, la pena es que no sabemos aprovecharla o que la ceguera que nos provoca la prisa nos impide vivirla.
ResponderEliminarBesos amiga.
La prisa, Fernando, esa prisa que tantas veces nos impide apreciar las cosas simples que a veces nutren más que las complicadas.
EliminarOlá Gabi,
ResponderEliminarAndo ainda um bocadinho ausente da blogosfera, não conseguindo interagir como antes, por problemas de saúde com minha mãe.
Mas cá estou para agradecer seu carinho de sempre e sua visita lá no meu recanto, isso me deixa imensamente feliz e grata...Quando nos afastamos por algum motivo alheios a nossa vontade, os "amigos" desaparecem, isso é muito triste e nos leva quase a desanimar com a blogosfera...mas vamos que vamos, desistir jamais, que venham os poucos e bons!
Te abraço com carinho e gratidão!
Marilene
Soy yo quien te agradece la visita, Marilene, teniendo en cuenta la salud de tu mamá. Deseo de todo corazón que se mejore prontito.
EliminarGabriel, nunca termina de asombrarme lo vividos que vuelven los recuerdos con tan sólo un detalle, un lugar, un aroma. Un viaje al pasado lleno de paz el que tuviste.
ResponderEliminarSaludos!
A veces, el aroma de una flor me lleva a hechos específicos del pasado que ya creía olvidados. Eso me pasó el día que visité la iglesia, Soñadora.
EliminarGabriela, después de ese agradable paseo por el pasado, seguro que llegaste bien relajada a aquella reunión...
ResponderEliminarRelajada y además con buena recomendación para que la respuesta sea favorable, Milena.
EliminarHay sensaciones que solo se saben en el momento que hay retroceso de algún valor...
ResponderEliminarBesos
Ese día, el retroceso fue en el tiempo. Bastante provechoso, por cierto.
EliminarMe ha encantado leer tu historia, a mi me gusta sumergirme en el pasado, quizas demasiado... Un abrazo cariñoso.
ResponderEliminarSumergirse en el pasado tiene un lado bueno y un lado malo, Monse. Quedémonos con el lado bueno mejor.
EliminarQue bonito amiga mía. Para mi las iglesias también son un lugar muy pacífico, me ayudan a conectar con lo importante, a valorar, a dar gracias. Me ha sorprendido saber que eres tan extremadamente puntual, sabes que no es algo frecuente en Perú jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo enorme desde Barcelona hasta Lima.
Puntual de toda la vida, Nica. Felizmente, mucha gente que me rodea tiene esta cualidad.
EliminarYa imagino el ensoñador viaje a otros tiempos en un marco donde la luz, el olor y el sonido lo facilitan. Muy bello como lo cuentas Gabri
ResponderEliminarSobre todo el olor, Chusa, es el mismo que recuerdo de toda la vida.
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