Habían vivido toda la vida en la misma casa, hasta que la familia decidió mudarse. Una vez tomada la decisión, pasó poco tiempo hasta encontrar un departamento que cumpliera con todos los requisitos y que fuera del gusto de todos.
El departamento elegido era ideal, estaba ubicado en un lugar muy céntrico de la ciudad y lo más importante era que estaba en el primer piso (que en otros países llaman planta baja). No había que subir ninguna escalera para entrar. Ese era un requisito básico, pues a la octogenaria tía Marianita ya se le hacía sumamente difícil subir las escaleras en la casa de toda la vida.
Pocas semanas antes de la fecha fijada para la mudanza, sin ningún anuncio previo, sin señales de malestar alguno más allá de los propios de su avanzada edad, la tía Marianita los dejó. Su partida no hizo más que aumentar las ganas de mudarse, pues la más entusiasta con ese gran cambio era ella. Con mucha tristeza, la familia la despidió y empezó a acostumbrarse a la nueva vida.
El día de la mudanza, nadie olvidó la querida muñeca de trapo que la tía Marianita cuidaba con mucho esmero, a la que tejía zapatitos de lana, le cambiaba de aretes y hacía con la muñeca lo que cualquier niña hubiera hecho con su muñeca. Tal vez por su niñez llena de estrecheces nunca había podido tener una muñeca. Así, para todos, la muñeca ERA la tía Marianita.
Las cosas se dispusieron en el departamento en pocos más de dos días. La muñeca tuvo un lugar importante. Una de las sobrinas de la tía Marianita la veía todas las mañanas al salir de su cuarto, pero evitaba mirarla pues sentía que al mirar la muñeca, en realidad estaba mirando a la mismísima tía.
Hasta que un día sintió que la muñeca le hablaba, que le reprochaba que la hubieran dejado sola en la casa de toda la vida, ahora habitada por unas personas extrañas. La sobrina descartó la sensación, "no puede ser", se dijo. Decidió ignorarla, pero por si acaso, no miraba a la muñeca al pasar por ahí.
Así pasaron los días, sin que la sobrina mirara a la muñeca, hasta que su hermano mayor le dijo: "siento que la tía Marianita me dice que está sola rodeada de extraños". La sobrina se quedó de piedra y le contó su hermano de la sensación que le causaba mirar a la muñeca. También prometió que al día siguiente iría hasta la casa de toda la vida para "traer" a la tía Marianita a la nueva casa.
Fue así que con la excusa creíble de preguntar si había llegado alguna correspondencia desde la mudanza, la sobrina se presentó ante los nuevos dueños. La atendió una amable señora, le dijo que sí tenía unos sobres con los que no sabía qué hacer y se fue a traerlos. En el breve momento en que la sobrina se quedó sola ante la puerta entreabierta, dijo para sí en tono cómplice: "ya tía, sal rápido y no te me despegues porque ahí sí que no sabría dónde buscarte".
La amable señora regresó con dos sobres, la sobrina le agradeció. Una vez cerrada la puerta de la casa donde habían vivido toda la vida, la tía Marianita y la sobrina emprendieron juntas el camino de vuelta.
Ya no tuvo más problemas para mirar a la muñeca de trapo.
El departamento elegido era ideal, estaba ubicado en un lugar muy céntrico de la ciudad y lo más importante era que estaba en el primer piso (que en otros países llaman planta baja). No había que subir ninguna escalera para entrar. Ese era un requisito básico, pues a la octogenaria tía Marianita ya se le hacía sumamente difícil subir las escaleras en la casa de toda la vida.
Pocas semanas antes de la fecha fijada para la mudanza, sin ningún anuncio previo, sin señales de malestar alguno más allá de los propios de su avanzada edad, la tía Marianita los dejó. Su partida no hizo más que aumentar las ganas de mudarse, pues la más entusiasta con ese gran cambio era ella. Con mucha tristeza, la familia la despidió y empezó a acostumbrarse a la nueva vida.
El día de la mudanza, nadie olvidó la querida muñeca de trapo que la tía Marianita cuidaba con mucho esmero, a la que tejía zapatitos de lana, le cambiaba de aretes y hacía con la muñeca lo que cualquier niña hubiera hecho con su muñeca. Tal vez por su niñez llena de estrecheces nunca había podido tener una muñeca. Así, para todos, la muñeca ERA la tía Marianita.
Las cosas se dispusieron en el departamento en pocos más de dos días. La muñeca tuvo un lugar importante. Una de las sobrinas de la tía Marianita la veía todas las mañanas al salir de su cuarto, pero evitaba mirarla pues sentía que al mirar la muñeca, en realidad estaba mirando a la mismísima tía.
Hasta que un día sintió que la muñeca le hablaba, que le reprochaba que la hubieran dejado sola en la casa de toda la vida, ahora habitada por unas personas extrañas. La sobrina descartó la sensación, "no puede ser", se dijo. Decidió ignorarla, pero por si acaso, no miraba a la muñeca al pasar por ahí.
Así pasaron los días, sin que la sobrina mirara a la muñeca, hasta que su hermano mayor le dijo: "siento que la tía Marianita me dice que está sola rodeada de extraños". La sobrina se quedó de piedra y le contó su hermano de la sensación que le causaba mirar a la muñeca. También prometió que al día siguiente iría hasta la casa de toda la vida para "traer" a la tía Marianita a la nueva casa.
Fue así que con la excusa creíble de preguntar si había llegado alguna correspondencia desde la mudanza, la sobrina se presentó ante los nuevos dueños. La atendió una amable señora, le dijo que sí tenía unos sobres con los que no sabía qué hacer y se fue a traerlos. En el breve momento en que la sobrina se quedó sola ante la puerta entreabierta, dijo para sí en tono cómplice: "ya tía, sal rápido y no te me despegues porque ahí sí que no sabría dónde buscarte".
La amable señora regresó con dos sobres, la sobrina le agradeció. Una vez cerrada la puerta de la casa donde habían vivido toda la vida, la tía Marianita y la sobrina emprendieron juntas el camino de vuelta.
Ya no tuvo más problemas para mirar a la muñeca de trapo.
DULCE, TIERNO Y AMOROSO RELATO DE VIDA. ESTOY SEGURO QUE LA TÍA ACOMPAÑARÁ SIEMPRE A LA FAMILIA.
ResponderEliminarGRACIAS POR TAN BELLO RECUERDO.
Sí yo sé que la tía no deja a su familia, Ellos también la tienen siempre presente.
EliminarGabriela, una emoción tu relato tan amoroso. Besitos
ResponderEliminarAmor era lo que esta tía prodigaba con exceso, Abril.
EliminarNo estoy segura si el anterior comentario se registro asi que te mando un saludo nuevamente, como siempre me encanto tu cuento...un poco escalofriante imaginar que la tia Marianita en realidad no se "fuera" del todo...pero con un final feliz. Escribe un libro!!
ResponderEliminarBesos, feliz fin de semana :)
Y encima reclamaba que la hubieran dejado sola con extraños, Patricia.
EliminarSei que é uma total impossibilidade, mas acreditar que a presença daqueles que nos são queridos, perdura após a sua morte, é algo muito reconfortante.
ResponderEliminarCreio que essa é a mensagem deste post.
Beijo, querida Gabriela.
Ciertamente es reconfortante que los que más queremos se queden a velar por nosotros, Nina.
EliminarCasi lo he leído sin pestañear, me ha gustado mucho. A las personas mayores les cuesta mucho abandonar su casa, están muy apegados a su "terruño" como se dice por aquí, quizás le pudo la pena antes de la mudanza. Feliz fin de semana :))))
ResponderEliminarPuede haber sido eso, Sopa Azul, que la mudanza se le hiciera demasiado pesada.
EliminarEsa sensibilidad especial de algunos niños para captar cosas que a los adultos les pasan desapercibidas, nos ponen los vellos de punta, Gabriela... Menos mal que esta historia tiene un desenlace bonito y feliz,
ResponderEliminarMuchos besos de las dos
J&Y
La sobrina de la historia no era tan niña. Tenía ya más de 20 años cumplidos cuando todo esto pasó. Es que la tía había sido mucha tía, ja. ja.
EliminarEntrañable historia Gabriela, quedó así la familia completa.
ResponderEliminarAbrazo!
Completa y feliz, Soñadora.
EliminarQuerida y añorada tía Marianita yo se que tu siempre estas en cada sitio, en cada rincón y en cada recuerdo de tus frases y decires de todos los que te queremos (y lo digo en presente), porque tu estás entre nosotros.
ResponderEliminarLa familia de la historia lo sabe de sobra. Y la siguiente generación, la que no la conoció en persona, conoce a la tpia a través de los relatos e historias que, felizmente, hay por montones.
EliminarCiertamente, no es preciso tener la presencia física. Su recuerdo, su gracia, su ternura, estarán siempre con los que recibimos todo el amor que supo darnos durante tantos años.
ResponderEliminarFue una suerte tenerla, Acirema.
EliminarAveces los objetos tienen el alma de sus dueños y separamos de ellos acaba convirtiéndose un gran error.
ResponderEliminarLo mejor es recuperarlos para poder seguir sintiendo a aquella persona especial.
Un beso Gabriela
Porque a veces los recuerdos no bastan, Marta. Queremos tener algo material que nos recuerda a quienes ya partieron.
EliminarEsta vez me has puesto a meditar, pues yo siento que mi esposo siempre está conmigo y que felizmente parece que lo traje a este departamento cuando me mudé y no se quedó con extraños.
ResponderEliminarUn abrazo.
Felizmente pudiste "llevarlo" a tu nueva casa, Yvette.
EliminarFelices reencuentros, algunos objetos tienen un lugar en nuestras vidas más importantes que algunas personas o tan importantes.
ResponderEliminarEspero reencontrarme con mis amigos de nuevo, tanto tiempo fuera de este mundo virtual me hace sentirme un extraño.
Besos amiga Gabriela, me alegro saludarte de nuevo.
Bienvenido de vuelta, Fernando. Me alegro de verte de nuevo por estos barrios. Verás que los amigos blogueros te acogerán cálidamente.
EliminarA veces, algunos objetos se convierten en las personas, como pasó con la tía Marianita y la muñeca delatora.
Al fín se pudo mudar con su familia ;) Emotivo relato Gabriela.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, ya nunca más se sintió abandonada.
EliminarOlá, como estas?
ResponderEliminarAs pessoas que são muito querida para nós nunca morrem estão sempre nos dando conforto.
Bjos, tenha um ótimo dia.
Sí, lo siento cada día con mis seres queridos que ya partieron. Aunque se les extraña, y mucho.
EliminarEsta historia me ha recordado a mi tio abuelo que fue para mi como un padre, sera que esta historia esta llena de amor, como lo estaba el.
ResponderEliminarBesitos muchos.
Perdona que no entre tanto a verte pero estoy de vacaciones.
Supongo que muchas personas tienen su propia historia con su propia tía Marianita. Felizmente es así.
Eliminarjeje, tardé en entender el final pero lo logré jejeje saludos Hilda
ResponderEliminarMe alegra que perseveraras, Hilda.
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