Vas caminando por la avenida más miraflorina de todas. Es lo suficientemente temprano como para que muchas tiendas todavía no hayan empezado a atender al público, pero lo suficientemente tarde como para que los cafés estén rebosando de gente que ya no busca tomar desayuno sino un poco de charla y tertulia premeridiana.
Las personas leen el periódico, conversan entre ellas, hablan por teléfono, miran a los transeúntes pasar. Es relajante ver a tanta gente que puede vivir sin estar sujeta a la tiranía de un reloj.
De repente, al pasar por un café famoso por sus churros que tiene mesas y sillas en la vereda, te chocas casi con un grupo de cuatro señores sentados en una de esas mesas que están en la vereda. Todos peinan canas, algunas muy ralas. Calculas que tienen siete décadas. Los captas en el preciso instante en que en su mesa solamente se escucha un silencio que los ha dejado reflexionando. Sin duda, un ángel pasaba en ese momento.
Y entonces, uno de ellos te mira, clava en tu pupila su pupila azul. Azul intenso, un tono de cian pocas veces visto en vivo y en directo. ¿Cuánto dura ese instante? Tal vez menos de lo que toma el aleteo de un ave, pero en tu mente queda grabado para siempre. Ni siquiera recuerdas la cara que esos ojos intensos azules tienen alrededor.
¡Lo que habrán visto esos ojos!, dices para tus adentros, a la vez que sin pensarlo, sin darte cuenta, en una acción casi instintiva, retiras la vista. Cuando la regresas, ahora sí con disposición de captar esa mirada memorable pero temiendo que se dirigiera a otro lado, te vuelves a topar con esos ojos tan infinitamente azules.
Ya no desvías la mirada, simplemente el avance de tu caminar hace que quede atrás. No te animas a voltear una vez que has pasado de largo. El ángel que pasó por la mesa ya se fue, regresan las voces, la conversación con tono callado y bajo se reanuda.
Un momento imperceptible, un azul intenso, una fugaz coincidencia de miradas de dos desconocidos convirtieron una mañana de verano común y corriente en un instante totalmente memorable.
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Ciertamente, hay momentos y vivencias que se graban, no sé por qué. Como diría Vallejo, son pocos pero son.
ResponderEliminarQuizá por breves, por intensos es que son tan memorables.
EliminarUn gran instante, hizo un momento morable. Lindo!!
EliminarAsi suelen ocurrir, momentos memorables que luego desaparecen, tan rápidamente como llegaron. Pero quedan en el recuerdo.
ResponderEliminarUn recuerdo vívido, Acirema, casi como si se repitiera muchas veces.
EliminarUm belo texto, Gabriela! A vida é feita de instantes. No caso, instantes azuis!
ResponderEliminarBeijo
Un instante azul cielo, azul mar, azul intenso.
EliminarUy... hay miradas que solamente se necesita un instante para quedar con el alma inquieta. Muy lindo relato. Un beso.
ResponderEliminarEsta fue una mirada tan azul como transparente, tía Lelé.
EliminarGabriela, hoy me sentí muy cercana a tu relato. Paseo también por esa avenida, suelo comprar algún churrovencel café que mencionas y en muchas ocasiones me ha llamado la atención un grupo de señorescque suelen ocupar una de las mesas de la vereda. Y me pregunto: será alguno de esos caballeros el dueño de la pupila azul?
ResponderEliminarSaludos!
No sería raro. Los señores parecían ser clientes habituales del lugar de los churros, caseritos les diríamos acá.
EliminarMiradas que se quedan en la memoria....A esos ojos azules le gustaría leer este relato.
ResponderEliminarBuen jueves ;)
Un beso.
Seguro que sí, Laura. La cosa es cómo lo encuentro ahora.
EliminarGran historia Gabriela, de sentimientos fugaces, ojos que impresionan, en el marco de las mañanas saludablemente grises de tu Lima querida.El sector por algunos minutos, dejó de ser Mira flores y se convirtió en...Mira ojos.
ResponderEliminarMira ojos y ojos que miran, Esteban. Un fugaz momento en que la gris Lima se volvió azul intenso.
Eliminar¡Que buen momento! ¿ Que te impactó más, el color azul del ojo o la mirada que decía algo?
ResponderEliminarLas dos cosas, María Jesús. Era unos ojos sumamente expresivos y serenos.
EliminarMe encanta como escribes. Eres muy buena en narrativa
ResponderEliminarGracias, María Jesús.
EliminarPues no sabes como te entiendo y lo que cambia un día normal
ResponderEliminarA mi me ha pasado con una sonrisa, de una niña, era preciosa y aunque le faltaban algunos dientes fue muy muy especial, el día se tornó raro y negativo, y recordar esa sonrisa me daba como empuje.
Besitos
Las sonrisas infantiles sin dientes tienen un encanto particular, Inma Luna. Son pícaras por el solo hecho de tener esos espacios delatores.
EliminarQué bonita experiencia, Gabriela, y tan bien narrada que has conseguido transmitirnos la emoción y el sentimiento del momento. Sólo un alma sensible como la tuya es capaz de reparar en ese instante y en esos ojos azules.
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Si hubieras visto lo azules que eran... profundos como el mar, diría José Luis Perales.
EliminarDe un instante intensamente has construido toda una entrada inspirada. Enhorabuena!
ResponderEliminarDe la serie TV no puedo opinar pues no la sigo pero seguro que vuelve...
Gracias. Han pasado dos meses y todavía recuerdo ese instante fugaz.
EliminarSobre la serie, no creo que vuelva. He leído que ofrecen una película con un cierre ahora sí final, pero no se sabe nunca.