Hace algunos años, asistí a esta obra escolar de la que vuelvo a hablar.
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Ahí estábamos, en la puerta del auditorio, esperando para ver una obra escolar casi como cierre del año. Conversaciones triviales, las de siempre: el clima que no se decide a cambiar de una vez, los cumpleaños que se acercan, el tráfico que empeora como siempre en diciembre.
Se abren las puertas. Entramos. Escogemos sitio. Esperamos que se levante el telón.
Aparece el primer personaje. Vemos a un quinceañero bastante conocido vestido de adulto, pero un momento después se ha transformado y veo a un hombre que regresa a la buhardilla donde se ocultó con su familia durante más de dos años. Está apesadumbrado, le duele el alma. Desolación es la palabra que describe el momento. Según él, ya no le queda nada porque ha perdido todo lo que más amaba. Quiere quemar todo lo que queda del pasado e irse lejos. Sus amigos, a los que no ve desde hace tres años, le muestran un pequeño cuaderno. Ese cuaderno que su hija menor llamaba Kitty, y donde apuntó diligentemente todo lo que pasaron dentro de esa pequeña buhardilla durante dos años.
Leí esa misma obra cuando estaba en el colegio. Vi la película. Una de las varias que han hecho sobre este famosísimo diario. A estas alturas, ya no me importa ni me da risa ver a todos esos muchachos interpretando a hombres y mujeres por igual. Ya no noto que usan pelucas, ni ellos parecen sentir vergüenza por usarlas. A pesar de saber lo que sigue, a pesar de conocer el final, hasta esa noche de teatro escolar, nunca me había puesto en los zapatos de las personas que vivieron lo que esta adolescente cuenta en su diario. Por primera vez me doy cuenta de que querían sobrevivir sin saber qué les esperaría después. ¿Después de qué? De la guerra y sus (¿)reglas(?), que los habían obligado a esconderse sin saber qué pasaría en el minuto siguiente.
Y así vemos que pasan los días y los meses. Que todos tratan de mantener la calma en esas condiciones extremas. De vivir normalmente. Es evidente que no siempre lo logran, pero tratan y lo hacen lo mejor que pueden.
Finalmente, llega el momento en que los soldados tocan con insistencia las puertas. De manera brutal. Irrumpen a la mala. Los personajes miran con terror. Nadie en el público se ríe. Supongo que también han dejado de ver a ocho muchachos disfrazados y están viendo a ocho personas aterrorizadas ante la incertidumbre del futuro inmediato. Una voz en off cuenta que les concedieron cinco minutos para prepararse antes de partir, y a pesar de su miedo, en esos cinco minutos, la dueña del diario se las arregló para contar lo que pasaba en ese preciso momento.
Espero que la gente no la haya defraudado, aunque ella ya no haya estado aquí para verlo.
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Ahí estábamos, en la puerta del auditorio, esperando para ver una obra escolar casi como cierre del año. Conversaciones triviales, las de siempre: el clima que no se decide a cambiar de una vez, los cumpleaños que se acercan, el tráfico que empeora como siempre en diciembre.
Se abren las puertas. Entramos. Escogemos sitio. Esperamos que se levante el telón.
Aparece el primer personaje. Vemos a un quinceañero bastante conocido vestido de adulto, pero un momento después se ha transformado y veo a un hombre que regresa a la buhardilla donde se ocultó con su familia durante más de dos años. Está apesadumbrado, le duele el alma. Desolación es la palabra que describe el momento. Según él, ya no le queda nada porque ha perdido todo lo que más amaba. Quiere quemar todo lo que queda del pasado e irse lejos. Sus amigos, a los que no ve desde hace tres años, le muestran un pequeño cuaderno. Ese cuaderno que su hija menor llamaba Kitty, y donde apuntó diligentemente todo lo que pasaron dentro de esa pequeña buhardilla durante dos años.
Leí esa misma obra cuando estaba en el colegio. Vi la película. Una de las varias que han hecho sobre este famosísimo diario. A estas alturas, ya no me importa ni me da risa ver a todos esos muchachos interpretando a hombres y mujeres por igual. Ya no noto que usan pelucas, ni ellos parecen sentir vergüenza por usarlas. A pesar de saber lo que sigue, a pesar de conocer el final, hasta esa noche de teatro escolar, nunca me había puesto en los zapatos de las personas que vivieron lo que esta adolescente cuenta en su diario. Por primera vez me doy cuenta de que querían sobrevivir sin saber qué les esperaría después. ¿Después de qué? De la guerra y sus (¿)reglas(?), que los habían obligado a esconderse sin saber qué pasaría en el minuto siguiente.
Y así vemos que pasan los días y los meses. Que todos tratan de mantener la calma en esas condiciones extremas. De vivir normalmente. Es evidente que no siempre lo logran, pero tratan y lo hacen lo mejor que pueden.
Finalmente, llega el momento en que los soldados tocan con insistencia las puertas. De manera brutal. Irrumpen a la mala. Los personajes miran con terror. Nadie en el público se ríe. Supongo que también han dejado de ver a ocho muchachos disfrazados y están viendo a ocho personas aterrorizadas ante la incertidumbre del futuro inmediato. Una voz en off cuenta que les concedieron cinco minutos para prepararse antes de partir, y a pesar de su miedo, en esos cinco minutos, la dueña del diario se las arregló para contar lo que pasaba en ese preciso momento.
Porque a pesar de todo, creo que la gente es verdaderamente buena de corazón.
Espero que la gente no la haya defraudado, aunque ella ya no haya estado aquí para verlo.
Impactante, terrible historia que narra El diario de Ana Franck, la que ha sido contada y escenificada muchas veces, como lo hicieron estos muchachos del colegio, como tarea de fin de año. Historias como ésta nos muestran la brutalidad de las guerras, que destruyen lo más hermoso del ser humano: la esperanza de un futuro mejor.
ResponderEliminarLo más terrible es que destruyen toda esperanza, Acirema, y sin ningún sentido.
EliminarTerrible historia la de Anna Frank...
ResponderEliminarNo tengo palabras.
Así es Marta, terrible por donde se la mire.
EliminarEs que cuando la historia recitada toca al espectador con tanto realismo se olvidan las pelucas y disfraces para identificarse con el sentir de los personajes. Es lo que sucede al ver escenificado el famoso diario de una chiquilla en un contexto històrico cercano y tràgico. Has hecho bien en volver a traer tu viejo post ahora, Gabriela. Un abrazo hasta Lima
ResponderEliminarEso fue lo que me pasó, Chusa. Ya no eran muchachitos disfrazados, quienes estaban frente a los espeactadores eran personas pasando el peor momento de sus vidas.
EliminarMe gusta cómo está escrito, así, segmentado. La puntuación recrea la violencia de la historia, y es como si la estuviéramos viendo, indignados pero fascinados, otra vez.
ResponderEliminarCon indignación y todo, hubo momentos para la risa también.
EliminarQuerida amiga Gabi,
ResponderEliminarEstivemos juntas por mais um ano neste mundo virtual (tao real). Real porque afinal sentimos do mesmo modo, com o coração e conseguimos captar o carinho que nos chega por esta telinha.
O tempo foi corrido, não consegui estar com a frequência que gostaria nas casinhas amigas,mas acredito que,o que importa é o carinho que sinto por você, mesmo sem vê-la, você esta guardada em meu coração.
Agradeço de coração todo carinho que você me dispensou neste ano que esta findando.
Natal chegando, o ano esta por terminar e venho com muito carinho para te desejar um Natal de muita luz, muita paz, muita harmonia e muito amor no coração...
E um Novo Ano carregadinho de novas esperanças e muitas conquistas...
Se Deus quiser em 2015 estaremos juntas novamente, interagindo, deixando e levando carinhos...
Deixo beijos e abraços com muito carinho.
Boas festas!
Deus te abençoe.
Marilene
Claro que sí, Marilene, nos seguiremos leyendo en 2015 y después también.
EliminarHola Gabriela:
ResponderEliminarTu relato me ha hecho recordar la visita que hace algún tiempo realice a la casa donde se desarrolla la escena. Es realmente impresionante la historia de este diario que creo nos tendría que hacer pensar más en la bondad de las personas que en los horrores de la guerra.
Un cordial saludo,
Una de las cosas feas de este mundo es que los malos hacen siempre más bulla, Luis, pero del resto de nosotros depende que los buenos no se queden atrás.
EliminarQue se siga representando la obra (o la leamos), que no se olvide, y que no se repita la historia.
ResponderEliminarGabriela, un abrazo
Sí Milena, que la historia se sepa justamente para evitar que se repita.
EliminarLi essa obra quando era pequena e ainda hoje lembro a terrível sensação de desamparo, de irremediável que então me assaltou.
ResponderEliminarÉ bom que a humanidade nunca esqueça essa fase negra da sua história.
Beijo, querida Gabriela.
Es la misma sensación que me causa, Nina, cada vez que le leo o leo algo al respecto.
EliminarPude estar el año 2012 en la que era casa de Ana Franck en Amsterdam. Sobran las palabras.
ResponderEliminarSeguramente que los nudos en la garganta también sobran, Esteban.
EliminarOlá tudo bem?
ResponderEliminarUma triste história mas também mostra a bravura e a sensibilidade de uma menina. Vou assistir ao filme.
Fiquei muito feliz com os presente e os chocolates comemos que nem deu tempo de fotografar. Em breve vais estar recebendo minha encomenda. Tu queres conhecer Gramado essa cidade é perto daqui. Quando vires me visitar te levamos lá para conhecer.
Te desejamos um ótimo natal cheio de alegria e um ano novo recheado de coisas boas.
Bjos
Sí Anajá, todo está bien por acá. Gracias por la invitación, ten por seguro que la tendré en cuenta.
EliminarTambién les deseo una excelente Navidad y un 2015 lleno de lo mejor para ti y quienes más quieres.
Y todavía hay gente que dice que no pasó, ese libro debería ser de lectura obligada para que no se olvide. La pena es que no llegó por pocos días a ver su liberación.
ResponderEliminarOtro libro que me impactó fue el niño con el pijama de rayas
Un beso.
A mí me impactó muchísimo ese libro también, Laura. Me dejó una sensación tremenda, y todo narrado con ojos de niño que lo hace más terrible... si cabe.
EliminarFeliz Navidad Gabriela;))
ResponderEliminarBesos
Gracias, Laura. Mis mejores deseos para ti también.
EliminarEsperemos que no se repitan situaciones como esa.
ResponderEliminarFeliz Navidad para ti y los tuyos. Un abrazo.
Que así sea, Chelo. Mis mejores deseos para ti también.
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