Alguien que lee mi blog con religiosa frecuencia me hizo llegar esta historia con la idea de darla a conocer por este medio. Así que, acá va.
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Y después dicen que los milagros no existen.
Durante muchos años, un jardinerito venía cada dos semanas a arreglar el pequeño jardín que tengo al fondo de mi casa. De un momento a otro, dejó de venir, y las plantitas languidecían pues nunca me acordaba de regarlas.
Un día encontré a otro jardinero, un señor bastante mayor que vino con su bolsita de plantas y me dio un buen jalón de orejas por haber descuidado tanto el jardincito. Me dijo que otro día iba a traer manzanilla, romero, orégano y hierbabuena para sembrar en la tierra.
Efectivamente, la siguiente vez que vino trajo las hierbitas y comenzó a trabajar en el jardín. Yo estaba en la cocina escuchando la radio, como acostumbro. De vez en cuando iba a verlo y él seguía trabajando. En un momento, mientras cocinaba, recordé que hacía rato no había ido a verlo, y lo encontré muy enojado. Me dijo que yo lo había encerrado por desconfiada, que a él otras personas le daban la llave de su casa, que se había cansado de gritar porque tenía que ir a hacer otros trabajos.
Yo en ese momento me di cuenta de que la chapa de la puerta del jardincito estaba trabada, por eso él se había quedado encerrado. Me deshice en disculpas, le expliqué que no lo escuché porque la cocina está un poco lejos y yo tenía encendida la radio. Nada, el señor seguía muy enojado insistiendo en que yo lo había encerrado por desconfiada.
En verdad, a mí pocas cosas me molestan, pero al verme injustificadamente acusada, perdí la paciencia, le pagué lo que me pidió, lo hice salir de la casa y le tiré la puerta. Creo que fue la primera vez en mi vida que tuve un gesto tan violento.
De esto han pasado cuatro meses. No lo volví a ver. El recuerdo de ese momento violento me persiguió todo el tiempo.
Arrepentida, rezaba por él, pidiéndole perdón. Lo recordaba, viejito, encorvado, con su bolsita en el brazo, y me sentía muy mal por haberlo tratado así. Pero la mañana siguiente a la Navidad, apareció el señor. Tocó el timbre, tenía su bolsita con plantitas en el brazo. Yo no lo podía creer. Le dije, señor, ¿usted es el que se molestó conmigo? Se rio, si señora, usted me encerró. No, le dije, la puerta estaba trabada, ya la mandé a arreglar para que no vuelva a ocurrir.
Así que fue al jardincito, arregló las plantitas, me dio su teléfono para una próxima vez, nos saludamos por Navidad y se fue bien contento.
Y luego dicen que no existen los milagros de Navidad.
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Y después dicen que los milagros no existen.
Durante muchos años, un jardinerito venía cada dos semanas a arreglar el pequeño jardín que tengo al fondo de mi casa. De un momento a otro, dejó de venir, y las plantitas languidecían pues nunca me acordaba de regarlas.
Un día encontré a otro jardinero, un señor bastante mayor que vino con su bolsita de plantas y me dio un buen jalón de orejas por haber descuidado tanto el jardincito. Me dijo que otro día iba a traer manzanilla, romero, orégano y hierbabuena para sembrar en la tierra.
Efectivamente, la siguiente vez que vino trajo las hierbitas y comenzó a trabajar en el jardín. Yo estaba en la cocina escuchando la radio, como acostumbro. De vez en cuando iba a verlo y él seguía trabajando. En un momento, mientras cocinaba, recordé que hacía rato no había ido a verlo, y lo encontré muy enojado. Me dijo que yo lo había encerrado por desconfiada, que a él otras personas le daban la llave de su casa, que se había cansado de gritar porque tenía que ir a hacer otros trabajos.
Yo en ese momento me di cuenta de que la chapa de la puerta del jardincito estaba trabada, por eso él se había quedado encerrado. Me deshice en disculpas, le expliqué que no lo escuché porque la cocina está un poco lejos y yo tenía encendida la radio. Nada, el señor seguía muy enojado insistiendo en que yo lo había encerrado por desconfiada.
En verdad, a mí pocas cosas me molestan, pero al verme injustificadamente acusada, perdí la paciencia, le pagué lo que me pidió, lo hice salir de la casa y le tiré la puerta. Creo que fue la primera vez en mi vida que tuve un gesto tan violento.
De esto han pasado cuatro meses. No lo volví a ver. El recuerdo de ese momento violento me persiguió todo el tiempo.
Arrepentida, rezaba por él, pidiéndole perdón. Lo recordaba, viejito, encorvado, con su bolsita en el brazo, y me sentía muy mal por haberlo tratado así. Pero la mañana siguiente a la Navidad, apareció el señor. Tocó el timbre, tenía su bolsita con plantitas en el brazo. Yo no lo podía creer. Le dije, señor, ¿usted es el que se molestó conmigo? Se rio, si señora, usted me encerró. No, le dije, la puerta estaba trabada, ya la mandé a arreglar para que no vuelva a ocurrir.
Así que fue al jardincito, arregló las plantitas, me dio su teléfono para una próxima vez, nos saludamos por Navidad y se fue bien contento.
Y luego dicen que no existen los milagros de Navidad.
Se ve que también el jardinero se dio cuenta de que habìa sido injusto siendo tan suspicaz. Bonita historia con perfume de hierbabuena
ResponderEliminarTal vez en esos días se sintió tan mal como la persona que cuenta la historia. Felizmente, todo se arregló para tranquilidad de los dos.
EliminarLinda tuentrada Gabita.. Que bonito, que, Los dos reconocieran
ResponderEliminarQue habian cometodo un error y que se reconciliaran. No vuelvas a descuidar el jardincito, Las plantitas son series vivo y necesitan comer, y beber, que, Las cuiden y les hablen..
Te quiero.
Cotiti.
Transmitiré tu recomendación al protagonista de esta historia, Consuelo. Ojalá no vuelva a descuidar su pequeño jardín.
EliminarCreo que fue una lección para los dos, no juzgar sin pruebas y no reaccionar sin pensarlo dos veces. Al final, parece que la sensatez primó para las dos personas de esta historia florida y navideña.
ResponderEliminarQue así sea siempre en adelante, Acirema.
EliminarEl rezo de la dueña del jardincito hizo el milagro, de eso estoy segura.
ResponderEliminarFelizmente porque así quedó tranquila.
EliminarY de verdad esta señora piensa que es un milagro navideño?????...yo hasta el ultimo reglón de tu relato he pasado apuro pensando que nos diría que era papa Noel.
ResponderEliminarNo se me ocurre nada más navideño que la imagen de Papá Noel entregando un regalo de Navidad.
EliminarSea que lo consideres un milagro o no, lo cierto es que todo quedó arreglado de buena manera.
Qué bien, qué respiro cuando las cosas se aclaran.
ResponderEliminarBonita historia navideña : )
Felizmente se aclaró todo, Milena, por el bien de los protagonistas de este incidente.
EliminarLinda historia, los milagros existen y mas aun en Navidad.
ResponderEliminarEstoy apenada al no poder encontrar mis blogs, tenía una entrada por Pascua de Reyes, en la cual te saludaba por tu cumpleaños y recordaba que tu fuiste mi maestra en el arte de la comunicación virtual. Los Reyes no me ayudaron y hasta la fecha no encuentro mis blogs. ¿Crees que tu o alguna amiga virtual que me recuerde, pueda ayudarme a recuperarlos?, lo consideraría un milagro de Reyes.
Te quiero mucho, ahijada querida.
Los milagros existen, Maricamen, y los ángeles también. Vienen disfrazados de personas comunes y corrientes, por eso no los reconocemos.
Eliminar¡Linda historia! qué gusto que la compartieras, y has pintado al viejo de un modo que me parece verlo con su bolsita de plantas.
ResponderEliminarCariños
El mérito es todo quien me mandó el relato, AleMamá. Yo también logro imaginarme al señor con sus plantitas.
EliminarUna historia realmente hermosa, Gabriela. ¿Y tú crees que el milagro se produjo por ser navidad? ¿La navidad nos hace ser más amables y sonreir más a la gente? Yo estoy convencido que sí.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Yo también lo creo, Antonio. Algo bueno aflora en el ánimo de la gente, y eso que una parte de Ebenezer Scrooge habita en mí.
EliminarUna historia con final feliz a pesar del mal trago... Los errores es bueno reconocerlos.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Un beso.
En este caso, ambos reconocieron su error y felizmente pudieron seguir adelante en los mejores términos, Laura.
EliminarLinda historia la que nos ha contado tu amiga blogger.
ResponderEliminarVoy a ver que le ha pasado a María del Carmen.
Besosss
Gracias por la visita, Norma.
EliminarGabriela, também eu não gostaria de ser tratada injustamente e, por isso compreendo a tua reacção.
ResponderEliminarAinda bem que tudo se compôs e que tudo acabou bem.
Beijinhos
El malentendido estuvo en ambas partes, Nina. Pero hablando se entiende la gente y felizmente todo acabó bien.
EliminarBonita historia la que has compartido Gabriela, y que bueno que llegó a buen final.
ResponderEliminarSaludos!
Ese acuerdo es la mejor parte de la historia, Soñadora.
EliminarLinda historia. Todos estamos tan dentro de nosotros mismos que elucubramos una verdad absoluta. Luego, pasa la vida y nos permite aceptar la verdad el otro o al menos entenderla. El jardinero insistió en que lo había encerrado, aún después de los cuatro meses. Sin embargo, su aceptación "de esa verdad" hizo el milagro. Abrazos, Gaby!
ResponderEliminarCiertamente, Mary, a veces nos enfrascamos tanto en "nuestra" versión que nos olvidamos que toda historia tiene dos lados.
EliminarLa magia de la Navidad! =D
ResponderEliminarNi más ni menos, Teresa.
EliminarConmovedor. La vida no deja de sorprenderte nunca.
ResponderEliminarFelizmente es así, Maqui.
EliminarYo si creo en los milagros mi querida Gabriela.
ResponderEliminarY en los ángeles que muchas veces los anuncian, Cyrano.
Eliminar¡Ahhh que lindura de historia! Yo estoy convencida de que los milagros existen. Unos ocurren en Navidad y otros simplemente ocurren.
ResponderEliminarBesazo
A veces, ocurren sin que nos demos cuenta, Dolega.
EliminarFiquei feliz de vocês poderem se desculpar e continuarem a ser amigos. Essas explosões acontecem e depois os dois lados da história se sente mal. Que bom que tudo se resolveu e o espírito de Natal prevaleceu. Quem ia sair perdendo era o jardim. hahaha
ResponderEliminarBjos e tenha uma ótima semana.
El jardín hubiera sido el más perjudicado si esta pelea no se hubiera resuelto tan bien, Anajá.
EliminarY hay "malentendidos" peores.
ResponderEliminarAcá en Chile acaba de salir en libertad, un señor acusado injustamente de un robo a un Supermercado. Tras un año y medio se descubrió que era otro el ladrón.
Mientras que un dueño de casa vio por su teléfono desde Miami como le estaban desvalijando su domicilio, pero los hechores quedaron en libertad.
Eso se llama ...el mundo al ravés.
Imagina vivir un año y medio con ese malentendido, Esteban. Espero que este señor no se haya visto muy perjudicado.
EliminarBuen fin de semana ;)
ResponderEliminar¡Gracias Laura!
EliminarNo hay nada como el transcurso de un pequeño tiempo para ver las cosas en frío y rectificar, mejor que en el calentón del momento.
ResponderEliminarBesos de gofio.
Ver las cosas con la mente fría es mucho mejor, Gloria. Por eso, contar hasta diez antes de reventar.
EliminarQué especial la persona que lo escribió y tu por publicarlo... La belleza de compartir. Gabriela, espero hayas pasado una navidad fabulosa. Me doy cuenta que tengo n rato para leer y entretenerme por aquí.
ResponderEliminarUn abarazote
iela
Verdaderamente, es una persona sumamente especial, Iela.
EliminarNo te preocupes Gaby dejare la puerta bien cerrada...
ResponderEliminarPero no dejes al jardinero adentro, Cyrano.
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