jueves, 26 de enero de 2012

Esos indescriptibles segundos

Situación uno
Entras a una tienda de ropa informal con la idea de comprarte un jean:
- Señorita, buenos días. Estoy buscando un jean modelo clásico, con corte a la cintura, sin desteñidos ni deshilachados.
- ¿Azul o celeste?
- Celeste.
- ¿Qué talla?
- 34 -la misma talla que usas desde tiempos prácticamente inmemoriales.
- ¿Para usted? -quiere saber la vendedora.
- Si, para mí -respondes, y algo se agita en tu interior.
- No, 34 no. Usted no es talla 34 -dictamina la vendedora, muy segura de sí misma, mientras te echa un vistazo de arriba a abajo.

En ese instante, te arrepientes de todos los chocolates, los heladitos, las empanaditas, los pollitos a la brasa, las pizzas, los panes con jamón y queso, los quequitos, las galletas, las hamburguesas, las crepes, los desayunos con vista al mar, los lonchecitos mirando al atardecer, las Coca Cola superhelada (nada de dieta, nada de hielo). Te arrepientes hasta de lo que todavía no has comido y juras que nunca más, ¡NUNCA MÁS! vas a volver a darte un gustito de esos porque a la larga salen caros.

- Usted no puede ser más de una talla 32 -sentencia la vendedora.

Recobras el aliento y sientes que el corazón retoma su ritmo. Entonces, te pruebas la talla 32, y ves con agrado que te queda bien. Es más, te queda un poquito flojo. No lo puedes creer. Todas las promesas de segundos antes quedan en nada.

- Qué buen ojo, señorita. El pantalón me quedó perfecto. Me voy a llevar el que me probé y uno igualito más oscuro.

Situación dos
Estás en una tienda mirando ropa. No tienes la menor intención de comprar nada, solamente estás mirando. A lo lejos, una mujer te observa y te observa. Casi te incomoda, pero decides ignorarla. Hasta que parece armarse de valor y se te acerca:
- Hola. Disculpa, quiero ver si me puedes ayudar -dice, bastante avergonzada.

Piensas que te va a pedir plata, que te va a venir con el cuento de que le han robado y que no tiene cómo regresar a su casa. Pero te equivocas.
-Es que estoy buscando un regalo para mi sobrina y me gustaría regalarle esta casaca -y te muestra lo que tiene en la mano.
- ...
- Te he estado mirando y creo que eres como mi sobrina. Si, creo que eres igual que ella... -.

En el instante que abre la boca para seguir, tu cabeza se pone como un remolino. Te preparas para lo que sigue, casi te pones a la defensiva y te alistas para devolver el golpe.
- Mi sobrina es flaquita, igual que tú.

Te han dicho muchas cosas en tu vida, pero flaquita jamás. Te pruebas la casaca, te queda bien. Te pruebas una igual de talla más chica y otra de talla más grande. La mujer opta por la primera que te probaste. Te agradece con una enorme sonrisa. Sales de la tienda, con una sonrisa más enorme todavía.
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jueves, 19 de enero de 2012

Diálogos importantes

El niño está metido en su cama, listo para dormir.
- Te quiero mucho, chiquitín.
- ¿Cuánto? -quiere saber con curiosidad infantil.
- Mmm... de acá a la Luna y de vuelta.
- Y yo te quiero de aquí hasta donde está Dios.

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La niña llega corriendo, unos brazos la reciben y la cargan.
- Hola caracola, ¿cómo estás? -un beso se une al saludo.
- Bien. ¿Me puedes bajar? -pregunta la niña, con un cierto tono de fastidio.
- Si, claro que puedo. Pero, ¿no te gusta cargada?
- No, me gusta bajada.

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- ¡Cuéntame una historia de tiempos antiguos! -pide el niño.
- ¿Tiempos antiguos? ¿Te parece la historia de Ulises y el cíclope?
- No, no, esa no. De tiempos antiguos, pues. De cuando la gente se mandaba cartas.

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La niña ve un tazón lleno de sandía y pregunta si puede comer:
- Claro, come todo lo que quieras.
- Me gusta mucho la sandía -dice, con la boca llena.
- ¿Y la manzana?
- No -responde enfática.
- ¿Y la naranja?
- No -igualmente tajante.

Sigue una larga enumeración de diferentes frutas, y a todas la niña responde con el mismo énfasis que no le gustan.

- ¡Oye! ¿No te gusta ninguna fruta además de la sandía?
- No me has preguntado por la piña.
- A ver, ¿te gusta la piña? -intuyendo que se viene un truco.
- ¡NO!

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miércoles, 11 de enero de 2012

Noche de explosiones y muñecas

Chusa y Laly
Hace poco menos de un mes, días antes de Navidad, un fuerte ruido despertó a los vecinos de Miraflores. En buena cuenta, me despertó un fuerte ruido, seguido de alarmas que se activaron, perros que comenzaron sus conciertos caninos de ladridos y aullidos a la vez, gente que gritaba. En fin, una situación caótica e incierta, que se complicó porque no se sabía qué había pasado. Además, la noche anterior un temblor un poco más largo de lo deseable (ninguna duración es deseable) ya había despertado a los limeños.

Al cabo de un rato de seguir oyendo alarmas y perros, noté que las dos ventanas principales de la sala estaban abiertas. Eso me hizo pensar que fuera lo que fuera lo que había pasado, la cosa era medianamente seria. Al cerrar las ventanas, vi que mucha gente corría hacia la avenida Larco. Pero en casa seguíamos sin saber qué había pasado.

Hasta que logré ver que dos chicas que viven en mi edificio regresaban. Una de ellas contó que en la casa que está frente al hotel de la calle paralela a la mía había habido una explosión de un balón de gas. Después se supo que todo fue producto de una deflagración de gases, donde sucede una  inflamación de sustancias a una velocidad inferior a la velocidad. En una explosión, la inflamación ocurre a una velocidad mayor.

Pero ese no era momento de explicaciones técnicas.

Al día siguiente, la curiosidad me llevó a mirar en el lugar de los hechos. La casita donde se había producido la deflagración estaba en ruinas (ese mismo día, terminaron demoliéndola). Los vidrios de las casas y edificios aledaños estaban destrozados y desparramados por todos lados, y la calle estaba llena de otros curiosos, equipos periodísticos, personal del Serenazgo de Miraflores y policías.

A lo largo del día recibí varias llamadas de personas preocupadas por lo que había pasado, que en mi caso no fue nada.

O eso parecía.

En algún momento de la tarde, al salir al pequeño patio que está en la parte de atrás del departamento una sorpresa esperaba en el piso: dos muñecas vestidas como mujeres de la serranía peruana. Las que están en la foto que abre este post. Podían haber caído de cualquier departamento, como consecuencia de la deflagración. Se le preguntó a todos los vecinos y todos dijeron que las muñecas no son suyas.

Así que ahí se quedaron, como un recuerdo de una noche rara. Una noche en la que hubo deflagraciones y llovieron muñecas.
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miércoles, 4 de enero de 2012

Nochevieja y manzanas

Y 2011 llegó a su fin. Con sus más y sus menos, con sus sorpresas (y las hubo) y con lo que estaba dentro de lo previsto. La cosa es que los 365 días pasaron, y ahora damos la bienvenida a un año bisiesto que en sus 366 días tendrá sus propias características, y nos traerá sus más, sus menos y sus sorpresas.
Para despedir el año, decidí preparar un pie de manzana que es tradicional en mi casa. Lo hacía la tía Angelita desde tiempos inmemoriales. Después aprendí a hacerlo yo. Lo curioso de este pie de manzana es que no tiene masa. Para mí fue una sorpresa descubrir, en algún cumpleaños como a los 8 años, que el pie de manzana tiene masa y que el que se comía en mi casa no era el clásico.

De la misma manera que hacen mis amigas Chusa y Laly, acá comparto fotos del proceso y la receta.

Solamente encontré manzanas chicas.
Las manzanas ya peladas
Resultado final
Ingredientes
Un kilo de manzana ácida, o rallada como se le llama en el Perú
Una lata de leche condensada
Dos huevos

Pelar y rallar las manzanas. Sugiero escoger las más grandes para que sean menos a la hora de pelarlas y rallarlas, pues la tarea es un poco pesada. Poner la manzana ya rallada en un colador y sacar el exceso del agua. Mezclar la pulpa de la manzana con el contenido de la lata de leche condensada y los huevos hasta tener una masa uniforme. Echar en un molde que resista el calor del horno y ponerlo a 200°C durante 45 minutos. Sacar y dejar enfriar.

No es necesario desmoldar, se sirve directamente desde el molde.

Alguna vez cambié las manzanas ácidas por unas más dulces, pero el sabor no es el mismo. La combinación de dulce con ácido es lo que le da el toque particular a este postre.

Ya me contarán qué tal les quedó.
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