Situación uno
Entras a una tienda de ropa informal con la idea de comprarte un jean:
- Señorita, buenos días. Estoy buscando un jean modelo clásico, con corte a la cintura, sin desteñidos ni deshilachados.
- ¿Azul o celeste?
- Celeste.
- ¿Qué talla?
- 34 -la misma talla que usas desde tiempos prácticamente inmemoriales.
- ¿Para usted? -quiere saber la vendedora.
- Si, para mí -respondes, y algo se agita en tu interior.
- No, 34 no. Usted no es talla 34 -dictamina la vendedora, muy segura de sí misma, mientras te echa un vistazo de arriba a abajo.
En ese instante, te arrepientes de todos los chocolates, los heladitos, las empanaditas, los pollitos a la brasa, las pizzas, los panes con jamón y queso, los quequitos, las galletas, las hamburguesas, las crepes, los desayunos con vista al mar, los lonchecitos mirando al atardecer, las Coca Cola superhelada (nada de dieta, nada de hielo). Te arrepientes hasta de lo que todavía no has comido y juras que nunca más, ¡NUNCA MÁS! vas a volver a darte un gustito de esos porque a la larga salen caros.
- Usted no puede ser más de una talla 32 -sentencia la vendedora.
Recobras el aliento y sientes que el corazón retoma su ritmo. Entonces, te pruebas la talla 32, y ves con agrado que te queda bien. Es más, te queda un poquito flojo. No lo puedes creer. Todas las promesas de segundos antes quedan en nada.
- Qué buen ojo, señorita. El pantalón me quedó perfecto. Me voy a llevar el que me probé y uno igualito más oscuro.
Situación dos
Estás en una tienda mirando ropa. No tienes la menor intención de comprar nada, solamente estás mirando. A lo lejos, una mujer te observa y te observa. Casi te incomoda, pero decides ignorarla. Hasta que parece armarse de valor y se te acerca:
- Hola. Disculpa, quiero ver si me puedes ayudar -dice, bastante avergonzada.
Piensas que te va a pedir plata, que te va a venir con el cuento de que le han robado y que no tiene cómo regresar a su casa. Pero te equivocas.
-Es que estoy buscando un regalo para mi sobrina y me gustaría regalarle esta casaca -y te muestra lo que tiene en la mano.
- ...
- Te he estado mirando y creo que eres como mi sobrina. Si, creo que eres igual que ella... -.
En el instante que abre la boca para seguir, tu cabeza se pone como un remolino. Te preparas para lo que sigue, casi te pones a la defensiva y te alistas para devolver el golpe.
- Mi sobrina es flaquita, igual que tú.
Te han dicho muchas cosas en tu vida, pero flaquita jamás. Te pruebas la casaca, te queda bien. Te pruebas una igual de talla más chica y otra de talla más grande. La mujer opta por la primera que te probaste. Te agradece con una enorme sonrisa. Sales de la tienda, con una sonrisa más enorme todavía.
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- Señorita, buenos días. Estoy buscando un jean modelo clásico, con corte a la cintura, sin desteñidos ni deshilachados.
- ¿Azul o celeste?
- Celeste.
- ¿Qué talla?
- 34 -la misma talla que usas desde tiempos prácticamente inmemoriales.
- ¿Para usted? -quiere saber la vendedora.
- Si, para mí -respondes, y algo se agita en tu interior.
- No, 34 no. Usted no es talla 34 -dictamina la vendedora, muy segura de sí misma, mientras te echa un vistazo de arriba a abajo.
En ese instante, te arrepientes de todos los chocolates, los heladitos, las empanaditas, los pollitos a la brasa, las pizzas, los panes con jamón y queso, los quequitos, las galletas, las hamburguesas, las crepes, los desayunos con vista al mar, los lonchecitos mirando al atardecer, las Coca Cola superhelada (nada de dieta, nada de hielo). Te arrepientes hasta de lo que todavía no has comido y juras que nunca más, ¡NUNCA MÁS! vas a volver a darte un gustito de esos porque a la larga salen caros.
- Usted no puede ser más de una talla 32 -sentencia la vendedora.
Recobras el aliento y sientes que el corazón retoma su ritmo. Entonces, te pruebas la talla 32, y ves con agrado que te queda bien. Es más, te queda un poquito flojo. No lo puedes creer. Todas las promesas de segundos antes quedan en nada.
- Qué buen ojo, señorita. El pantalón me quedó perfecto. Me voy a llevar el que me probé y uno igualito más oscuro.
Situación dos
Estás en una tienda mirando ropa. No tienes la menor intención de comprar nada, solamente estás mirando. A lo lejos, una mujer te observa y te observa. Casi te incomoda, pero decides ignorarla. Hasta que parece armarse de valor y se te acerca:
- Hola. Disculpa, quiero ver si me puedes ayudar -dice, bastante avergonzada.
Piensas que te va a pedir plata, que te va a venir con el cuento de que le han robado y que no tiene cómo regresar a su casa. Pero te equivocas.
-Es que estoy buscando un regalo para mi sobrina y me gustaría regalarle esta casaca -y te muestra lo que tiene en la mano.
- ...
- Te he estado mirando y creo que eres como mi sobrina. Si, creo que eres igual que ella... -.
En el instante que abre la boca para seguir, tu cabeza se pone como un remolino. Te preparas para lo que sigue, casi te pones a la defensiva y te alistas para devolver el golpe.
- Mi sobrina es flaquita, igual que tú.
Te han dicho muchas cosas en tu vida, pero flaquita jamás. Te pruebas la casaca, te queda bien. Te pruebas una igual de talla más chica y otra de talla más grande. La mujer opta por la primera que te probaste. Te agradece con una enorme sonrisa. Sales de la tienda, con una sonrisa más enorme todavía.
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