Este post casi se quedó olvidado entre los borradores sin publicar, no sé por qué.
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Ese domingo empezó casi como un domingo cualquiera.
Gonzalo se había quedado a dormir en la casa, algo que ya no pasa muy seguido. Él, mi mamá y yo decidimos ir a tomar desayuno por ahí. Así que terminamos sentados en una mesa cuadrada, con algo de frío, mirando el mar. Comentamos un libro que los tres habíamos leído, no al mismo tiempo, claro. Un libro que trata de cadetes, de perros, de ciudades, de mañanas frías, de exámenes robados, de delaciones, de honor, de deshonor.
Casi como un domingo cualquiera.
Más tarde ese mismo día, Marcela estuvo en la casa, como un domingo cualquiera. Salimos a la bodega de la esquina, a comprar el helado de siempre.
Al regresar, le pregunté si quería ir a ver los caracoles. Es lo que le he preguntado las últimas semanas, pero por alguna rara circunstancia, los caracoles solamente están de lunes a viernes. Tal vez el fin de semana se van a algún tipo de retiro.
Fuimos al jardín, y ahí estaba. Un caracol avanzaba muy lentamente, moviendo las antenas (o como se llamen en los caracoles), casi como si nos detectara. Marcela tenía los ojos abiertos como platos. Creo que ya había empezado a creer que los caracoles no existían.
Nos quedamos un rato mirándolo y luego nos regresamos a la casa. Ella estaba fascinada gritando que "había visto al caracol". Casi como un domingo cualquiera.
Esa misma noche, un post de mi amiga Sylwia me hizo ver que a veces vale la pena empezar en pequeño. Que no tiene nada de malo vivir un día cualquiera. Un domingo cualquiera. Tal como ese domingo, que no tuvo nada de extraordinario. O tal vez si.
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Tengo nuevo post en Global Voices en inglés y en castellano.
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Ese domingo empezó casi como un domingo cualquiera.
Gonzalo se había quedado a dormir en la casa, algo que ya no pasa muy seguido. Él, mi mamá y yo decidimos ir a tomar desayuno por ahí. Así que terminamos sentados en una mesa cuadrada, con algo de frío, mirando el mar. Comentamos un libro que los tres habíamos leído, no al mismo tiempo, claro. Un libro que trata de cadetes, de perros, de ciudades, de mañanas frías, de exámenes robados, de delaciones, de honor, de deshonor.
Casi como un domingo cualquiera.
Más tarde ese mismo día, Marcela estuvo en la casa, como un domingo cualquiera. Salimos a la bodega de la esquina, a comprar el helado de siempre.
Al regresar, le pregunté si quería ir a ver los caracoles. Es lo que le he preguntado las últimas semanas, pero por alguna rara circunstancia, los caracoles solamente están de lunes a viernes. Tal vez el fin de semana se van a algún tipo de retiro.
Fuimos al jardín, y ahí estaba. Un caracol avanzaba muy lentamente, moviendo las antenas (o como se llamen en los caracoles), casi como si nos detectara. Marcela tenía los ojos abiertos como platos. Creo que ya había empezado a creer que los caracoles no existían.
Nos quedamos un rato mirándolo y luego nos regresamos a la casa. Ella estaba fascinada gritando que "había visto al caracol". Casi como un domingo cualquiera.
Esa misma noche, un post de mi amiga Sylwia me hizo ver que a veces vale la pena empezar en pequeño. Que no tiene nada de malo vivir un día cualquiera. Un domingo cualquiera. Tal como ese domingo, que no tuvo nada de extraordinario. O tal vez si.
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Tengo nuevo post en Global Voices en inglés y en castellano.
La vida está formada por muchos de esos dias simples, sencillo, que parece que no ocurre nada pero que es necesario saborearlos. Un abrazo
ResponderEliminarLa vida esta formada de pequeños momentos, unos alegres, otros tristes, un domingo cualquiera, ese en especial significó mucho para Marcelita, para ella fue uno muy especial.
ResponderEliminarTe convertiste en una gran narradora, me ha gustado tu post de hoy. El libro que comentaban, también lo he leido, "La ciudad y los perros", muy bueno.
Cariños,
Maricarmen
No fue un domingo cualquiera, fue el domingo del caracol.
ResponderEliminarAllí está condensado el gran amor a tu sobrinos.
ResponderEliminarBásicamente, esos son los momentos importantes y forman recuerdos cuando solo piensas que es un dia mas... Claro que hay muchos mas intensos... pero lo creas o no, cuando el tiempo pasa, esos son los que te hacen sonreír.
ResponderEliminarSaludos de USA.
ResponderEliminarGabrielita querida, no solo fue un domingo
extraordinario si no tambien maravilloso.
Me imagino como se habran sentido Lina,Gon-
zalito,tu comentando la Ciudad y los Perros.
Hace tanto tiempo que la lei y despues el
encantamiento de Marcelita con el caracol.
No solo fue un domingo extraordinario, si
no tambien maravilloso. Te quiero mucho.
Cotiti
Hola Gabriela:
ResponderEliminarFue un gran domingo. Y con la intervención fuera de elenco de aquel oportuno caracol.
Un beso...dominical...de madrugada.
Es bueno retener los buenos momentos, porque se presentan a la memoria y te hacen sonreir. Un domingo cualquiera... un momento cualquiera... de pequeños momentos está hecha la felicidad, aunque a veces no nos damos cuenta de lo felices que somos un domingo cualquiera en un lugar cualquiera.
ResponderEliminarEse domingo lo puedo saborear todavía, Chelo.
ResponderEliminarTodo momento al lado de alguien querido es especial, Maricarmen. Por más simple que parezca.
Y después de eso no volvió a aparecer, Cyrano.
Es que son lo máximo, Virginia.
Además, son los que más se extrañan, Carmen.
Recomiendo una relectura, Consuelo.
Oportuno y esperado, Esteban.
Que dejan de ser domingos cualquiera para pasar a ser especiales, Anónimo.
Lindo domingo lleno de cosas sencillamente mágicas
ResponderEliminarBonita reflexion...me quede pensando en lo lindo de vivir plenamente el presente...
ResponderEliminarbesos,
You are right - every little moment matters - which is why I am insomniac quite often:) Hugs!
ResponderEliminarPara mi si fue un domingo distinto , Marcela pudo ver un caracol !
ResponderEliminarQue hayan comentado los 3 el mismo libro fue maravilloso , por lo menos para mi .
Un beso , cuidate .
Nancy