jueves, 24 de febrero de 2011

Perlitas 2011

La primera entrega de las perlitas de este año. Sé que es apenas la primera, porque con toda certeza las voy a seguir encontrando.

¿No será que hay que esperar a que la pasta empiece a flotar? Además de eso, a menos que a esta pasta la hayan bautizado formalmente como Pasta, no veo por qué hay que poner la palabra en mayúsculas.

Esto decir que a los eventos los gravan con impuestos, no que quedan registrados a través de alguna cámara. Esta perlita llegó desde Piura, gracias al envío de una lectora que vive por esos norteños rumbos.

Quien redactó este aviso seguramente quedó impresionado por ese capítulo en que el Chavo del Ocho vendía a viva voz aguas frescas (de jamaica, limón y tamarindo) y decía que se dedicaba al bebercio y no al comercio. Y eso que una aerolínea internacional podría usar un lenguaje más simple o palabras de uso más común. Como poner "Agua no apta para consumo", por ejemplo.

Tal vez la temperatura en Florida esté por encima de los 20°C, pero por si los señores de esta revista-suplemento de nuestro diario decano no lo saben, en todo el Hemisferio Norte es invierno. Sería bueno saber a qué verano se refieren.

VALIDEZ, señores del diario decano. Validez, con Z. Parece que están abonados a las perlitas de esta vez.

jueves, 17 de febrero de 2011

Crónicas de viaje: Big Sam en Atlanta

Hace muy poco tiempo pasé unos días en Estados Unidos. Estuve en varios lugares de Florida y también visité Atlanta. Este relato ocurrió en esa ciudad, en la fría temporada de invierno que viven nuestros amigos del norte del continente.
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Para mí, Atlanta era la imagen de la casa de la tía Pittypat de Lo que el viento se llevó. Era la ciudad desde donde transmite el líder mundial de noticias. La sede de la gaseosa más famosa del mundo. Una de las muchas sedes olímpicas. Pero nada de eso me impresionó tanto como Mike.

Mi amiga M y yo llegamos una fría mañana de sábado. S, quien nos acogió en su casa dos de los cinco días que pasamos allá, fue a buscarnos al aeropuerto. Fue ella también quien nos ayudó a escoger un hotel para el resto de los días en Atlanta.

Luego de analizar varias opciones en Internet, finalmente escogimos un hotel. Fue una muy buena oferta, aceptada un poco a ciegas y con cierto temor. Así fue que M y yo terminamos registradas en un cómodo hotel de una enorme cadena internacional que queda frente al estadio de los Bravos de Atlanta. El estadio fue construido con motivo de las Olimpiadas de 1996 y desde una de las ventanas se podía ver claramente el lugar desde donde la llama olímpica flameó en esa oportunidad. Sé que la foto no es totalmente clara, pero puede servir para hacerse una idea. Además si hacen click en la foto la podrán ver más grande.

Entre las ventajas que tiene este hotel está un servicio de transporte gratuito para huéspedes que abarca poco menos de 5 kilómetros alrededor del hotel. Dentro de esos límites están casi todos los atractivos de Atlanta que queríamos ver.

Voy a hacer corto un cuento largo. La primera mañana, un chofer joven nos dejó en una zona cercana al Centennial Park. Los pronósticos decían que llovería al día siguiente, así que aprovecharíamos ese soleado día para pasear cuanto pudiéramos por ahí.

Al bajar de la camioneta, el chofer nos dio un número de teléfono al que había que llamar cuando quisiéramos que nos recogieran.

Luego de horas de caminata, de fotos, de semáforos, de aguas danzarinas, de poca gente en la calle y cuando casi se hacía de noche, decidimos llamar para que fueran a buscarnos. M llamó desde su teléfono, y le dijo a quien contestó que estábamos dentro de otro hotel de esa misma cadena. El chofer le dijo que esperáramos dentro del hotel, que él ya llegaría por ahí.

Cosa curiosa: mientras esperábamos cómodas y abrigadas en el lobby del hotel, escuché el inconfundible modo de hablar limeño en un grupo de huéspedes que decidían a dónde ir a comer. Peruanos hay en todas partes.

Luego de algunos minutos de espera, hizo su entrada Big Sam. Tuve delante de mí a ese fiel empleado de la familia Wilkes que termina trabajando con Scarlett cuando todo su mundo ha llegado a su fin. Era exactamente como lo he imaginado toda la vida: enorme, fuerte, sonriente, de edad incierta y, sobre todo, infinitamente amable.

Nos preguntó si nosotras éramos sus pasajeras. Cuando le dijimos que si, nos invitó a subir a la camioneta con un gesto del brazo. Una vez dentro, nos contó que su demora había sido causada por su pasajero anterior. Tenía ese hablar cantarín que solamente había escuchado en el cine y remataba cada frase con un cordialísimo yes, ma'am que creo que nunca olvidaré.

Mientras manejaba, cosa que hacía con una extraordinaria pericia que no sé si resistiría el manejar agresivo de Lima, contestaba las llamadas de otros pasajeros y a todos les decía cuánto tiempo estimaba que le tomaría llegar. Siempre terminaba sus frases con un yes ma'am o un yes sir, según el caso. Hubo una ma'am que lo llamó hasta 5 veces para hacerle la misma pregunta (tal vez debería decir el mismo reclamo airado), y todas las veces la amabilidad de Mike fue admirable.

A la tarde siguiente, volvió a recogernos de otro punto de la ciudad. Esta vez la camioneta venía con más gente, por lo que fue poco lo que pudimos conversar con él.

En ambas ocasiones en que fuimos sus pasajeras, nos mostró con orgullo Georgia Tech. Lo mencionó casi con cariño al pasar por fuera de las instalaciones, al punto que me hizo pensar que quizá hubiera querido ser parte del alumnado, pero no había sido posible.

Al bajar de la camioneta esa segunda noche lo despedí con nostalgia. Sabía que sería la última vez que vería a Big Sam. Con su sencillez, su sonrisa y su amabilidad hizo de Atlanta una experiencia inolvidable.

Yes sir.

viernes, 11 de febrero de 2011

De cajas, collares y alfajores

El 25 de diciembre, Gonzalo me entregó una caja envuelta en papel navideño. Al entregarme la caja me dijo: "no te los comas todos". Desenvolví el regalo y vi que era una caja de alfajores. Decidí guardarlos en su caja sin abrir para comerlos en otro momento. Ya sabemos que las fiestas de fin de año vienen acompañadas de mucha comida.

Al cabo de unos cuantos días, recordé los alfajores. Busqué la caja y al abrirla me di con la sorpresa de que no había alfajores adentro sino un collar. Esto debe ser una broma de Gonzalo, me dije.

Llegué a usar el collar en una reunión del Grupete.

Casi a fines de enero, recibí un e-mail de Ana Cé, cuya parte pertinente copio a continuación:
Una curiosidad. ¿Te comiste los alfajores que te regaló Gonzalo? Te lo pregunto porque ayer me llamó la amiga que los estaba vendiendo y me preguntó una cosa rarísima: si no había encontrado un collar dentro de la caja de alfajores. Yo me quedé con cara de plop pero me explicó que su hijito estaba jugando con una caja de alfajores y guardó un collar de ella ahí, sin que nadie se diera cuenta.
Yo le compré dos cajas de alfajores, una para la casa y otra para que Gonzalo te la regalara. Como la nuestra sí nos la comimos, debo suponer que en la tuya es que estaba el collar.
Entre el asombro y la risa iniciales, le contesté que si, que yo tenía el collar, que pensé que ponerlo en la caja de alfajores había sido una broma de Gonzalo y que hasta lo había usado una vez. Ana Cé me mandó otro mensaje diciéndome que el asunto sería una buena historia para este blog.

Después me puse a pensar en la serie de azares que rodeaban la historia. Un niño jugando elige al azar una caja vacía de alfajores de los que su mamá preparó para Navidad y pone ahí un collar. No solamente lo pone ahí sino que se acuerda de haberlos puesto ahí. Otra persona, Ana Cé, compra dos cajas de alfajores, que son elegidas al azar por la persona que las vende. Al azar también, Ana Cé elige sin abrir una de las dos cajas de alfajores (que en verdad contiene el collar de marras) para hacerme un regalo. Abre la otra que si tiene alfajores y la comparte con Gonzalo. Yo abro mi regalo, me llama la atención no encontrar lo que esperaba encontrar, pero lo tomo como una broma.

Nadie tiene por qué sospechar que está en marcha una confusión que comenzó con un niño jugando. Un niño cuya buena memoria hizo que esta historia de confusiones y de azares terminara bien y con todas las piezas en su sitio.

Un momento, ¿dónde quedaron mis alfajores? Exijo una explicación.
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Cómo me disgusta que se use la palabra zurdo para designar a personas con ideologías de izquierda. ¿Acaso les dicen diestros a aquellos que tienen simpatía por las ideologías de derecha? No, qué va. Nada que ver. Diestros son los hábiles y expertos en un oficio. ¿Qué tiene que ver mi tendencia natural por la mano izquierda con la política? Ojo, no tengo nada en contra de los que optan por la ideas de izquierda. Eso es de cada quien.
Por segunda vez en un mismo día, exijo una explicación.

sábado, 5 de febrero de 2011

Crónicas de viaje: Aeropuertos

Los aeropuertos son lugares llenos de emociones, de gente que llega, de gente que parte, de gente que se saluda, de gente que se despide, de gente que llora, de gente que ríe, de gente que va sola, de gente que va acompañada, de gente que va sola que preferiría ir acompañada, de gente que va acompañada que preferiría ir sola.

Los aeropuertos son lugares de comienzos, de finales, de decisiones definitivas, de decisiones momentáneamente definitivas, de decisiones definitivamente no definitivas.

Los aeropuertos son lugares donde se inician aventuras, expediciones, travesías. Los aeropuertos son lugares de inicios de descubrir nuevos nombres, nuevas imágenes, nuevas costumbres. Los aeropuertos son lugares donde terminan viajes, aventuras y donde empiezan los recuerdos.

Los aeropuertos son lugares de millas, de kilómetros, de horas de llegada, de horas de partida, de retrasos, de puntualidades, de equipaje, de alegrías, de tristezas, de sonrisas, de lágrimas, de risas, de ansiedades, de tranquilidades, de miedos, de calmas, de amabilidades, de torpezas.

Por donde se les mire, los aeropuertos son puntos de partida y de llegada.
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Desde este blog mando un gran saludo a mis amigos egipcios Eman, Mohamed y Tarek, colaboradores de Global Voices en Egipto, cuyo país pasa por difíciles y decisivos momentos.