jueves, 14 de octubre de 2010

Amarillo

Había una vez un carro amarillo. Había venido directamente de Alemania, en un tiempo en que Alemania se decía en plural y había que usar otras dos palabras para ser completamente precisos. El nombre del carro amarillo sonaba como a toro, y su modelo era un número y una letra.

Eran pocos los carros parecidos a este carro amarillo. Su orgulloso dueño lo compró nuevecito.

Hay que reconocer que no siempre fue amarillo. Antes había tenido un color incierto, más oscuro que un simple amarillo. Pero tampoco llegaba a ser anaranjado. Un avisado dijo alguna vez que el color era amarillo subido.

Tenía sus peculiaridades el carro amarillo. A veces se trababa al momento de tratar que la palanca se quedara fija en el retroceso. En esas ocasiones era inútil discutir con él: era cosa de levantar el capote, bajar del carro amarillo, buscar los engranajes respectivos y darles un jalón. Asunto arreglado. Pero eso no pasaba siempre. Dependía del buen humor del carro amarillo.

Otra peculiaridad era su bocina ronca y sonora. Es que al carro amarillo le gustaba destacar, no solamente por ser diferente a casi todos los carros que circulaban a su lado por las calles. También le gustaba destacar por su bocina ronca y sonora. Inconfundible, y nunca más escuchada.

Hasta que un día el carro amarillo se fue. En un momento de dificultad, se convirtió en un fajo de billetes. Otras manos lo manejaron. Otras manos aprendieron a conocer y a apreciar sus peculiaridades. Y a renegar de ellas también, seguramente.

Ojalá no se haya molestado el carro amarillo. Ojalá haya sabido entender que no fue fácil dejarlo partir.

Se le vio pocas veces después. Seguía siendo el carro amarillo con su placa llena de ochos. Y aunque tenía nuevas marcas, parecía que reconocía a quien lo miraba asombrado.

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1. El sitio web Rammenas ha publicado una versión en inglés del post Verde.
2. Imposible no emocionarse con las imágenes del rescate de los 33 mineros chilenos. Toda una hazaña de principio a fin. Bien por ellos, por sus familias, por todos los que participaron en el más que asombroso rescate.

15 comentarios:

  1. Me encantan las historias de carros. Creo tener un falso recuerdo del carro amarillo, pero no puedo dar fe. Era muy chico. Lo que si recuerdo es que fue remplazado por un hatchback americano parecido al que aparece en la película Wayne's World.

    Yo tambien tengo miles de historias con los autos de casa. Supongo que los que recuerdo con mas cariño son el Dodge Aspen 1980, color blanco, de mi madre al que mis amigos apodaron Hunter, por parecer un patrullero, de los que aparecían en la serie del mismo nombre y que usaba la policia en los 80's; y el Hillman Hunter (en este caso, coincidentemente Hunter era el modelo, no el apodo) de mi hermana, que mas adelante paso a ser mio por un tiempo.

    En el Dodge entraban todos mis amigos y como no teníamos nada mejor que hacer, recorríamos TODA la Javier Prado hasta Magadalena, regresando por el malecón hasta Barranco, para regresar a la Molina. La radio no funcionaba bien, pero a veces se encendía cuando caías a algún hueco.

    Recuerdo que le rogue a mi papá que lo vendiera y comprara algo mas nuevo. Como me arrepiento. Me encantaría volver a manejar el Dodge.

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  2. Además, el carro amarillo tenía la ocurrencia de malograrse en los sitios más inoportunos. Aquella vez que se quedó sin frenos en la Vía Expresa!!!! Ahí nuevamente entró en acción el Angel de la Guarda y nos sacó del apuro. Y la vez que caímos a un hueco y yo fui corriendo a buscar un teléfono público para llamar al Touring (Oh!, los celulares de ahora) mientras mi hija de 12 años se quedó en el carro solita, y cuando regresé sin encontrar teléfono público, unos señores amigables (¿otros ángeles?) ya lo habían sacado del hueco y pudimos partir. Carro amarillo, ¿en dónde estás?)

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  3. INTERESANTE RELATO, MUCHA IMAGINACIÓN Y GRAN CREATIVIDAD.
    DEJAS AL LIBRE ALBEDRÍO QUE MUCHOS PENSEMOS SIEMPRE EN LO QUE PUDO SER, Y SERÁ PARA QUIENES PUEDEN CONTAR CON UNO, AMARILLO O VERDE.
    GRACIAS POR ALEGRARME EL DÍA, SALUDOS,
    ANTONIO

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  4. Nosotros nos encariñamos tanto con un auto rojo que ahora está viejo y lleno de heridas de guerra. Los niños lo usan y es el segundo auto de la familia, pero claro. sólo cuando el otro no está disponible.

    Saludos

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  5. Has mandado a mucha gente a un viaje al pasado. Hay un carro amarillo en nuestra memoria...
    Mi volkswagen cuando encendia marchaba a todo dar... pero nunca sabias cuando iba a arrancar. La primera vez que lo maneje (sin brevete) se me paró en una subida en el Paseo de la Republica, habia trafico muy lento y no pude controlarlo. Nunca habia manejado sola, para empezar habia que empujarlo. Pones el cambio en primera, la gente empuja y arranca. El que me ayudo fue un policia!! Gracias por las memorias.

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  6. Gabita, recuerdo perfectamente a ese carro amarillo; si mi memoria no me engana, era el Taunos amarillo de tu papi.Tu tio Jorge lo uso una vez casi por un mes, cuando se malogro su volvo blanco en la puerta de tu casa.
    MEMORIAS!Lindas y también tristes.
    Todos tenemos recuerdos de nuestros carros a algunos se les quiere más que otros, pero, siempre nos duele dejarlos partir. Son parte de nosotros mismos y también comparten algunos secretos; son testigos de nuestras penas,de nuestras alegrías y de muchas cosas más.
    Muy linda
    la historia del carro amarillo.
    Te quiero. Cotiti. xoxoxoox.

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  7. T&odos tenemos en nuestra vida un carro amarillo. En mi caso fué un Seat 600 que parecía de goma, allí entraba todo el mundo

    Tiempos...

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  8. Yo creo que si recuerda el carro amarillo, Martín. Tanto como yo recuerdo los dos Hunter que mencionas.

    Te olvidaste de mencionar que el lugar del incidente no era precisamente de lo mejorcito de Lima, Lina.

    Además, amarillo y verde combinan bien, Antonio.

    Un carro con heridas de guerra es un carro al que todos quieren mucho, AleMamá.

    Felizmente el policía no te pidió brevete, Carmen.

    Ese Volvo blanco no lo podré olvidar, Consuelo. Tan memorable como su dueño.

    Un carrito de goma como los VW de los concursos de TV, ¿no María Jesús?

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  9. Hola Gabriela:
    Mi primer coche (aquí no usamos el nombre de carro) fue un Seat 600 de color amarillo... hace unos cuantos años (1968) matriculado en Barcelona (B-626.99X) y fue tal el cariño que le tuve que cuando empezó a ser "mayor" lo pinté de azul claro... pues no quería desprenderme de él.
    El color amarillo, en el mundo del Teatro, está considerado de mala suerte...
    Tu coloreada entrada me ha hecho recordar aquel año que di la vuelta a España en un 600 de color "amarillo"
    Feliz fin de semana,
    Luis

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  10. Querida Gaby,
    Yo conocí ese famoso, querido y recordado "carro amarillo", estuve dentro de él, conducido por personas muy queridas para mi. !Cuántos recuerdos en la memoria del carro amariñño!.

    Cariños,
    María del Carmen

    p.d. Te contaré que desde el sábado 9, me quedé sin hotmail, no puedo ver mis correos y todos mis archivos, si puedes mandame un correo por gmail, si sabes que sucede.
    Gracias.

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  11. Hola Gabriela:
    En Chile los carros...o coches...son solamente autos. Recuerdo por ser seguramente el más "anciano" de tus lectores, un Ford del año 1930 que tuvo mi papá en la década de los 40, durante mi infancia, el cual en vez de atendernos a nosotros, nos obligaba a atenderlo a él muy seguido.

    Cariños y gracias por la solidaridad con los mineros.

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  12. El Seat 600 parece haber sido muy popular en España, Luis. Hasta Antonio Alcántara tiene uno.

    Espero que se solucione tu problema con el mail, Maricarmen.

    A veces el carro amarillo también nos obligaba a atenderlo, Esteban.

    Cierto, Cyrano, y mascotas muy queridas además.

    Bienvenido Mr. D, y gracias.

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  13. Alguna vez mi marido tuvo un auto con las características de "tu carro amarillo", los niños aun no nacían y el Bobby (qué horror, así lo había bautizado) era un esperpento alemán de los 60 y en los 90 viajábamos con él a la playa. Nunca nos dejaba botados en la carretera...siempre lo hacía en la ciudad. Él lo perdió en circunstancias que no vale la pena recordar. Me quedo con la anécdota que me lo recuerda.
    Un abrazo

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