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La abogada intentaba trabajar, pero la alarma de un auto no paraba y no la dejaba concentrarse. "Caramba con esta gente que deja la alarma activada y luego ni se preocupa".
La alarma seguía y seguía. Ya casi se había acostumbrado al intruso sonido cuando otro abogado de la oficina se asomó a su puerta y le dijo que fuera a ver qué pasaba afuera:
- ¿Por qué?, preguntó la abogada.
- Es la alarma de tu carro la que suena.
Tomó las llaves y se asomó por la ventana. El control remoto no le hacía caso, así que salió precipitadamente con la idea de intentarlo de cerca.
Nada, el control remoto no le hacía caso. Ya le había dado avisos antes, pero no le había hecho caso, lo resolvería después, pensó. Ahora sí que era urgente.
La alarma seguía y seguía con su desesperante sonido.
Abrió el capó e intentó recordar cuál era el cable que debía desconectar, pero los nervios no le dejaban pensar.
Y ahí fue que los oyó. Lejanos primero, más cercanos después. Eran los gritos furiosos, airados de un hombre que reclamaba por el escándalo. La abogada sabía que tenía razón, pero lo importante en ese momento era encontrar cuál era el cable a desconectar.
No sabe como, pero lo encontró finalmente. Y volvió la paz... Bueno, casi, porque el hombre seguía gritando.
La abogada le pidió disculpas, le prometió que mandaría a revisar la alarma de inmediato. Estaba muy avergonzada por todo. El hombre se calmó un poco, asintió y se fue por donde había venido.
Ella regresó a su trabajo, pero se le hizo difícil.
Al día siguiente dejó su auto en el taller para que revisaran la alarma. Cuando legó a su oficina, encontró un enorme ramo de flores con una tarjeta: "Mil disculpas por mi reacción de ayer. En señal de reparación por el mal rato, te invito a almorzar mañana". Y le dejaba su número de teléfono.
Lo llamó, almorzaron al día siguiente. Ella le contó que el auto estaba en plena revisión de la alarma, para que no ocurriera lo mismo nunca más. Él le contó que era extranjero y que estaba en el país por trabajo. Estaba trabajando en un proyecto grande y tenía planeado estar en Lima tres años más.
Una cena siguió al almuerzo, una ida al cine siguió a la cena y luego pierdo la cuenta de lo que siguió. Para hacer corto un cuento largo y alarmado, dos años después se casaron y ya tienen dos hijos.
Excelente, lo que cuentas pasa muy seguido, pero no el desenlace final
ResponderEliminarEs lo que hace memorable a esta historia.
EliminarMe alegro de que se disculparan. Un beso
ResponderEliminarPor ahí comenzó y bien terminó.
EliminarParece un cuento de hadas, pero a veces los "cuentos " se hacen realidad, bien por ellos y que sean felices comiendo perdices.
ResponderEliminarUn cuento que empezó rabioso y terminó bien.
EliminarA mi me pasó lo mismo, pero no tuvo igual desenlace.
ResponderEliminarBesos Gabriela
Creo que alguna vez todos hemos pasado malos ratos a causa de alarmas caprichosas.
Eliminar¡Qué historia tan ruidosa y tan romántica, Gabriela! ¡Nos ha encantado!
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Ciertamente ruidosa. Yo misma no soporto las alarmas a ninguna hora.
EliminarSimpática historia. De algo desagradable surgió una bonita relación que se mantiene hasta este momento.
ResponderEliminarAsí es, comieron perdices.
EliminarHay que reconocer que Cupido se las ingenia para aprovecharse aun delas ocasiones incómodas para que sus flechas cumplan su objetivo y nazca el amor.
ResponderEliminarCon lo travieso que es, se puede esperar cualquier cosa.
EliminarMira mira quien iba a pensar que fuera la causante de una bonita historia de amor una incontrolada alarma de un coche.
ResponderEliminarPor más molestas que sean, hasta su lado bueno tienen.
EliminarBueno hay que ver lo bien que cupido actuó.Que sigan siendo felices. Linda historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siguen siendo muy felices.
EliminarQue lindo! O amor sempre vence.
ResponderEliminarBjos minha querida!!
Al menos en este caso, así fue.
Eliminar¡Saludos, Nina!