Había una vez un muchacho que era joven cuando el siglo XX era joven. Vivía con su abuelita, y aunque tenían apenas lo justo, lo cierto en que nunca les faltó nada.
El muchacho, a quien llamaremos Pablo, iba puntal todos los días al colegio, muy tempranito. En su ciudad de la selva todo era cerca, a todos sitios se podía ir caminando sin problemas.
Un día, iba Pablo al colegio repasando las tablas de multiplicar muy concentrado. Las había estado estudiando todo el día anterior, las repetía como una cantinela. Pero a veces dudaba y debía empezar de nuevo.
Esa mañana algo rompió su concentración. Un brillo en el suelo. Curioso como era, fue a ver de qué se trataba. Tuvo que rascarse los ojos porque no daba crédito a lo que veía. ¡Una moneda! Y no había nadie cerca, así que no tenía a quién dársela. Dudó, no sabía qué hacer. Nunca antes se había encontrado una moneda en la calle.
Rápido, como si estuviera haciendo algo malo, se la metió al bolsillo. La sacó para volver a mirarla. Empezó a imaginar todo lo que podría comprarse ese mismo día.
Pero... no podía hacer eso. Su abuelita se esforzaba mucho para que él comiera y tuviera ropa buena para ir al colegio. No podía gastársela así.
Pero era SU moneda. Se la había encontrado. Lo justo era que la gastara en algo para él.
Tampoco podía llevarla al colegio, alguien podría encontrarla y tal vez se la quitaría
¡El colegio! Vio que se hacía tarde, así que buscó un escondite. Vio un hueco en una pared y ahí metió la moneda. La tapó bien con hojas y plantas. Ya la rescataría al volver a casa. Para ese momento ya sabría qué hacer con la moneda.
Se pasó el día entero soñando con lo que iba a comprar. Ya había decidido no decirle nada a su abuelita. Total, no le hacía daño con no decirle.
Al a salida del colegio fue casi corriendo al escondite. Ni recordaba las tablas de multiplicar en ese momento.
Al llegar vio su improvisado escondite distinto. El corazón se le paralizó. Se acercó casi sin poder respirar. Sacó las hojas que había puesto para tapar el hueco.
La moneda no estaba. No había nada. Nada de nada.
Hola
ResponderEliminarEl dinero fácil viene y se va.
Pena por Pablo, pero le faltó determinación entre tanta duda quedo sin moneda, aunque jamas fue de él.
Saludos
Tuvo sus planes, pero quedaron todos truncos.
EliminarMemorizar, memorizar, memorizar. Cuando esa es la tarea, la imaginación buscará todos los caminos posibles para interrumpir con algún motivo feliz esa actividad tan mecánica. El de P era un motivo demasiado feliz.
ResponderEliminarLo malo para el pobre Pablo es que se quedó sin su monedita.
EliminarTierna historia que refleja la frustración del pequeño Pablo después de un momento de ilusión. Pero seguramente algo podría suceder después para alegrarle la vida. Todo tiene solución, dicen por ahí
ResponderEliminarSucedieron michas cosas que le alegraron la vida a Pablo y la monedita pasó a ser una anécdota.
Eliminar¡¡Pobre niño!!. Seguro que aprendió la lección.
ResponderEliminarYo creo que sí.
EliminarQué pena. 😐 Tantos planes... no hay monedita.
ResponderEliminarTa vez más acción le hubiera resultado mejor.
EliminarAy que lástima, menudo final para esta historia tan tierna... Pero, como la vida misma... Dura lección la que tuvo que aprender Pablo ese día.
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
Y sin duda Pablo aprendió.
EliminarUn día con dos sorpresas y planes chafados. Al menos se hizo ilusiones.
ResponderEliminarBuen semana. Cuídate.
Un abrazo.
Una sorpresa buena y la otra mala. Se quedó con sus ilusiones incumplidas, al menos esa vez.
EliminarLos sueños y la realidad siempre están cerca pues el niño al encontrar lamonedita soñó y soñó pero luego la realidad lo despertó ala realidad pero.por lo menos pudo soñar.
ResponderEliminarSoñó muchos, y su despertar fue duro.
EliminarQué pena, esperaba llegar al final de tu historia y que tuviera un final feliz... Pobre pequeño, seguro que la vida le recompesó de otra manera.
ResponderEliminarEn esta historia no hubo final feliz.
Eliminar:(
Pobre niño, yo también pensé en un final feliz, pero no fue así.
ResponderEliminarSeguro alguna enseñanza sacó de esa situación. Un abrazo.
Aprendió y en adelante tomó las oportunidades sin darle tanta vuelta a las cosas.
EliminarOlá!!!
ResponderEliminarComo estas?
Coitado, por que não levou junto para a escola.
Judiaria, perdeu a sorte dele.
Bjos, fique com Deus!!!
Sí, perdió su suerte. Pero la vida lo compensó.
EliminarEs un poco como el cuento de la lechera... uno se hace ilusiones antes de tiempo... mejor concentrarse en aprender las tablas de multiplicación, eso es lo que le toca.
ResponderEliminarBuena semana, Gabriela
Se hubiera guardado la moneda mejor.
Eliminar:D