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Marita trabaja mucho desde niña para combatir las carencias familiares. Por eso, ya adulta, decide trabajar más para comprar una casita. Como es muy trabajadora, lo consigue en poco tiempo.
Es una casita pequeña que necesita arreglos, sobre todo arreglar el techo. Debe reemplazar las planchas de zinc. En esa zona llueve mucho y los techos deben ser de metal, Por cierto, el choque de las gotas de lluvia sobre esa superficie produce un sonido mágico e inolvidable.
Así fue que Marita se puso en marcha para comprar las planchas de zinc que necesitaba. Sacó las cuentas, determinó cuántas debía comprar y decidió comprarlas poco a poco. Aunque fuera de una en una, hasta conseguirlas todas.
Quienes la conocían sabían que lo lograría. Y empezó a comprarlas, una a la vez.
Tras varios meses de empezar, se le acercó el sobrino de uno de sus cuñados. Le ofreció tres planchas de zinc a precio menor que el de las tiendas. Cuando ella preguntó la razón del precio menor, el muchacho le dijo que le habían dado las planchas como parte de pago por un trabajo. Como necesitaba el dinero, decidió vender las planchas, aunque fuera con una pérdida.
Y Marita comenzó a comprar las planchas del muchacho, alternando con otras que compraba en la tienda. Hubiera preferido comprarlas todas con el precio barato, pero el sobrino no siempre tenía planchas. Plancha que compraba, plancha que guardaba en el fondo de su casa. Veía con gusto cómo aumentaban las planchas acumuladas.
Cuando Marita calculó que ya tendría la cantidad necesaria, empezó a planificar el arreglo definitivo del techo de su casita nueva. Fue a contar las planchas y notó que no, no estaban completas. Y no faltaba una ni dos, tenía como la mitad de lo que calculaba.
Se preocupó, sabía que no podía haberse equivocado tanto en la cuenta. Y en ese momento recordó lo que le había dicho su cuñado cuando le contó el trato que había hecho con el sobrino: "ten cuidado, ese sobrino mío es un pillo".
No tuvo ni tiempo de indignarse. Puso manos a la obra. Marcó todas sus planchas de zinc con pintura roja en un lugar poco visible.
Y se sentó a esperar.
Cuando el muchacho vino con tres planchas más "a buen precio, Marita", lo primero que ella hizo fue buscar las marcas. Y ahí estaban. Cada placa tenía su marca roja.
Pueblo chico, infierno grande. En menos de 24 horas, todos se enteraron de lo ocurrido. Todos se indignaron, algunos tomaron acciones concretas. El empleador del sobrino, por ejemplo, empezó a retener los pagos del muchacho y se los entregó a Marita hasta que el total de la estafa quedó saldado.
Poco tiempo después, todas las planchas de zinc se colocaron en su lugar. Como Marita tenía un corazón muy grande, para ese momento ya ni recordaba el incidente. Solamente quería disfrutar de la casa que con tanto esfuerzo había completado.
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Me dio pena la historia. Pero me gustó que Marita primero “no tuvo ni tiempo de indignarse” y después “ya ni recordaba el incidente”.
ResponderEliminarAsí era Marita. Una de sus frases era "no tiene nada", antes de descartar el incidente desagradable.
EliminarBuena historia. Feliz año. Un beso
ResponderEliminarGracias, Susana, feliz 2021 también.
EliminarQue bonita historia y la Marita con su buen corazón ni siquiera se molesto. bien guerrera , siguió para adelante y lo consiguió 👍😁👏
ResponderEliminarEsta Marita era una guerrera incansable y digna de toda admiración.
EliminarUna linda historia real con final feliz.
ResponderEliminarBuen año para vos, sobre todo con salud, lo demás viene después
Muchas gracias, Norma.
EliminarLo mejor para ti también en 2021. A seguir leyéndonos.
Tus historias me serenan los días más turbulentos!, no dejes de postearlas.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Pienso seguir contando historias por acá, siempre hay buen material.
EliminarMe gusta la actitud de Marita pues frente al tropiezo del descarado robo, ella actúa y sigue adelante olvidando incluso rencores cuando ya vé logrado el techo de zinc de su casita.
ResponderEliminarA ella solamente le importaba completar la casa, tener un buen techo sobre la cabeza. Fue su mejor recompensa.
EliminarSimpática historia que nos muestra el esfuerzo y las ganas de seguir adelante, a pesar de lo negativo que se pueda encontrar.
ResponderEliminarMarita nunca se arredraba ante nada, ni los dolores ni las penas la detuvieron nunca.
EliminarUn esfuerzo único y muy noble de Marital, gran corazón, hay mas gente mala que buena, pero la buena tiene fortaleza.
ResponderEliminarMuy buena historia amiga Gabriela un abrazo.
Y hay que difundir siempre las acciones de la gente buena. La mala ya tiene publicidad de sobra.
EliminarEsta historia tiene un final inmejorable; por un lado, se hace justicia gracias al noble corazón del empleador del sobrino. Por otro, Marita concluye su tejado y, sobre todo, olvida el incidente sin rencor ninguno. ¡Gran historia!
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&y
Marita era un ser extraordinario, inolvidable. Hace falta más gente así.
EliminarUma linda história. Feliz ano, Gabriela.
ResponderEliminarGracias, Nina. Igual para ti.
EliminarPillo el sobrino y lista y buena Marita.Linda historia Gabriela.
ResponderEliminarQue pases buena noche. Y cuídate
Un abrazo.
Pillo, pero de alguna manera pagó su mala acción.
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