El bus avanza por una larga y estrecha calle, normalmente llena de autos que pugnan por continuar su camino, autos que pugnan por encontrar estacionamiento y peatones que deben sortear a unos y otros. Pero en esta tarde de viernes de otoño que se volvió frío de un día para otro no pasa nada de eso. Al contrario, las tiendas por las que pasa el bus se ven vacías de clientes y llenas de mercadería y trabajadores que se distraen mirando el mundo a través de una minúscula pantalla que parece tenerlos dominados.
Un hombre que peina canas y cuyos ojos habrán visto mil batallas se estaciona afuera de una cafetería. Lo hace con la elegancia y la seguridad que dan la experiencia. Se baja de su auto, y al momento se le acerca un atento muchacho elegantemente uniformado con el logo de la cafetería. El hombre canoso lo reconoce, le sonríe, le da la mano y entablan un breve diálogo cordial de evidente intercambio de saludos.
El cartel de una tienda anuncia extemporáneamente ofertas de Navidad en varios carteles multicolores. Demasiada previsión o demasiada negligencia.
Una pasajera se baja del bus. Cruza una calle caminando a toda velocidad, sin llegar a correr. Cruza otra calle y se pierde entre los autos y otros peatones.
Estampas que se ven desde un bus en una tarde de viernes de otoño que se volvió frío de un día para otro.
Uma bela descrição!
ResponderEliminarBeijinhos
Y eso que algunas cosas se quedaron sin contar.
EliminarMe parece estar en ese bus y ver con mis propios ojos lo que tu describes. Muchas veces nos olvidamos de la vida alrededor y solo nos fijamos en nuestros asuntos. Hay muchas cosas buenas y hermosas allá afuera.
ResponderEliminarSiempre hay cosas buenas, y viajar en un bus cómodamente sentada es la mejor tribuna para verlas.
EliminarEs como estar en el bus. Lindo.
ResponderEliminarGracias.
EliminarUn buen relato de como ver pasar la vida cotidiana.
ResponderEliminarMe gusta observar, especialmente si hace frío.
A mí me encanta observar, pero no me gusta que me descubran observando.
EliminarEs encantador, Gabriela, ver esa crónica de las cosas simples, atrayente y certera, en medio de la vorágine precipitada y demoledora de la actualidad repetida y constante.
ResponderEliminarAyudó un poco que no tuviera prisa por llegar a mi destino y que fuera una hora tranquila del día.
EliminarEl frío nos vuelve más melancólicos, al menos a nosotras sí, y este relato tiene un punto de melancolía invernal (que para nada tiene que ver con la tristeza). Te imaginamos en ese autobús observando la vida pasar, muy relajada y calentita, mientras llegas a tu destino...
ResponderEliminarUn beso grande de las dos
J&Y
Relajada y con el agregado que iba a un lugar sin una hora fija de llegada. O sea que si me demoraba, no importaba. Así es bien agradable ir por las calles mirando la vida y la gente pasar.
EliminarHe sentido que esraba sentada a tu lado en el bus .
ResponderEliminarMe ha encantado eso de" una tarde de viernes de otoño que se volvió frio de un día para otro" .
Qué linda, gracias.
EliminarEs que así fue en Lima, y por fin llegó el clima que tanto me gusta.