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Estaba en primero de secundaria. El libro de Literatura que usamos ese año era de una editorial argentina. La carátula era de color fucsia.
Ese día, la miss Silvia leía la historia de un hombre que caminaba triste por un andén. La narración era de esas que dejan todo a la imaginación del lector, para que saque sus propias conclusiones a partir del relato. De las palabras del hombre, narrador en primera persona, se entendía que dejaba atrás recuerdos de un pasado reciente triste del que no quería saber nada. Se iba. Se iba lejos. Se iba lejos y sin pasaje de vuelta.
Paseaba el hombre ansioso en el andén, a la espera del tren que lo llevaría lejos de la situación de la que se quería alejar. Miraba el reloj casi a cada minuto. En su paseo por el andén, en su andar distraído y ansioso, la maleta le golpeaba las corvas.
"Las corvas son la parte de atrás de las rodillas", interrumpió miss Silvia su lectura para darnos una definición casi al vuelo, como quien no quiere la cosa. Sin más ceremonias, siguió leyendo.
Desde ese día, nunca olvidé que las corvas son la parte de atrás de la rodilla.
Años, muchos años después, en una de tantas conversaciones triviales con mi hermano, la palabra "corva" salió a relucir. Yo le dije, casi sin pensar, como un acto reflejo:
- Las corvas son la parte de atrás de las rodillas.
- Ajá. ¿Sabes dónde aprendí eso?
Y los dos dijimos a la vez: "en el libro fucsia de Literatura de primero de secundaria".
Cómo nos reímos ante esa coincidencia.
Lindo.
ResponderEliminarGracias.
Eliminar😊
Los quiero mucho.
ResponderEliminar💝
EliminarHá detalhes como esse. Cravam -se na nossa memória para todo o sempre.
ResponderEliminarBoa semana.
Y que aparecen en los momentos más inesperados.
EliminarMuy interesante tu blog
ResponderEliminarGracias, bienvenido.
EliminarYo la conocía como “hueco poplíteo”. Por allí pasa la arteria poplítea. Es una región sensible, allí se encuentran multitud de vasos y nervios.
ResponderEliminarCuando tomo sol lo primero que hago es colocar protector solar en esa parte de mi cuerpo ya que duelen mucho las quemaduras en esa zona.
Besos
Alguna vez tuve la mala, no, la pésima idea de tomar el sol boca abajo. El dolor en las corvas por efecto del sol es simplemente terrible. En adelante, nunca más tomo el sol así.
EliminarY protector solar, me lo aplico tres veces al día, todos los días del año. Sin excepción.
Vamos que el libro fucsia era superconocido en la secundaria :))
ResponderEliminarBuen fin de semana de Pascua Gabriela.
Besos.
Cada año tenía su propio color.
EliminarFeliz Pascua, Laura.
Y yo lo aprendí ahora, Gabriela. ¡Nunca es tarde!
ResponderEliminarPues no, nunca es tarde.
EliminarHola Gabriela.
ResponderEliminarLas cosas que se aprenden así, de modo anecdótico, no se olvidan nunca.
Besos
Son las enseñanzas que quedan para siempre en nuestra memoria, y que aparecen en los momentos menos pensados.
EliminarEsta anécdota nos hace pensar que tu hermano también tuvo a miss Silvia como profesora, o a un profesor que le hizo una aclaración puntual parecida... ¡También se nos han achicharrado las corvas alguna vez en la playa!
ResponderEliminarMuchos besos de las dos y Feliz Pascua
J&Y
Claro, tuvimos a la misma profesora con algunos años de diferencia. Seguro hizo la misma acotación, o él de curioso buscó en el diccionario. Esto último no me extrañaría.
EliminarTe diré que yo recien me enteré sobre las corvas por geniograma, pues hace mucho tiempo salió esa palabrita y yo no tenía ni la menor idea. Como verás, el geniograma siempre enseña.
ResponderEliminarPor lo visto, la palabrita no es nada común.
EliminarEsos recuerdos quedan grabados en el corazón.
ResponderEliminarFelizmente, Soñadora.
EliminarMe quedé esperando la historia narrada por la maestra 😔
ResponderEliminarEstá resumida en el texto, no había mucho más.
Eliminar:D