Acá va un relato prestado, enviado por alguien que lee este blog y comenta con mucha frecuencia.
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Es una mañana luminosa, mucha gente en las calles, las compras navideñas contagian de entusiasmo a todo el mundo. Cruzo la avenida junto a un grupo de viandantes, aprovechamos la luz verde. A paso ligero, como un ejercicio militar.
Termino de cruzar y veo a unos metros acercarse en sentido contrario a una mujer joven que lleva de la mano a una niña de unos cinco años. La pequeña tiene un bolso con dibujos de flores que le cuelga del hombro. A paso ligero también.
De pronto, por el apuro, el bolso resbala del brazo de la niña y cae al suelo. Madre e hija continúan su camino sin percatarse de lo ocurrido. Me apresuro a acercarme para avisarles, pero ya tres personas llegan antes, y entre sonrisas y palabras cariñosas entregan el bolso a la niñita, que mira asombrada pero feliz, mientras la madre agradece a todos.
Es un incidente pequeño, sin importancia, pero a la vez me afecta tanto... pienso en el llanto de la niña si hubiera perdido su bolso...
Inevitablemente pensé en otra niña más cercana, con ocho años casi recién cumplidos. Recuerdo cuánto lloró el día que olvidó su cartera blanca adornada con un gato negro en la silla de ese restaurante. Cómo corrió desesperada para regresar al lugar, entre sollozos ante la idea de haber perdido al adorado oso de peluche que llevaba adentro. Tras casi correr las pocas cuadras que la separaban del restaurante, tras escuchar con el corazón encogido la respuesta "no, ahí no había ninguna cartera" cuando preguntó, la carita se le iluminó cuando un muchacho que trabaja en el restaurante le dijo que otro cliente había encontrado la cartera y que él la había puesto en un lugar seguro.
Parecen hechos sin importancia, ¿verdad? Pero en ambos casos, fue muy importante la cara de felicidad de esas dos niñas al recuperar sus pequeños tesoros.
Vale la pena recordarlo, sobre todo en época navideña.
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Es una mañana luminosa, mucha gente en las calles, las compras navideñas contagian de entusiasmo a todo el mundo. Cruzo la avenida junto a un grupo de viandantes, aprovechamos la luz verde. A paso ligero, como un ejercicio militar.
Termino de cruzar y veo a unos metros acercarse en sentido contrario a una mujer joven que lleva de la mano a una niña de unos cinco años. La pequeña tiene un bolso con dibujos de flores que le cuelga del hombro. A paso ligero también.
De pronto, por el apuro, el bolso resbala del brazo de la niña y cae al suelo. Madre e hija continúan su camino sin percatarse de lo ocurrido. Me apresuro a acercarme para avisarles, pero ya tres personas llegan antes, y entre sonrisas y palabras cariñosas entregan el bolso a la niñita, que mira asombrada pero feliz, mientras la madre agradece a todos.
Es un incidente pequeño, sin importancia, pero a la vez me afecta tanto... pienso en el llanto de la niña si hubiera perdido su bolso...
Inevitablemente pensé en otra niña más cercana, con ocho años casi recién cumplidos. Recuerdo cuánto lloró el día que olvidó su cartera blanca adornada con un gato negro en la silla de ese restaurante. Cómo corrió desesperada para regresar al lugar, entre sollozos ante la idea de haber perdido al adorado oso de peluche que llevaba adentro. Tras casi correr las pocas cuadras que la separaban del restaurante, tras escuchar con el corazón encogido la respuesta "no, ahí no había ninguna cartera" cuando preguntó, la carita se le iluminó cuando un muchacho que trabaja en el restaurante le dijo que otro cliente había encontrado la cartera y que él la había puesto en un lugar seguro.
Parecen hechos sin importancia, ¿verdad? Pero en ambos casos, fue muy importante la cara de felicidad de esas dos niñas al recuperar sus pequeños tesoros.
Vale la pena recordarlo, sobre todo en época navideña.
Es curioso como muchos de los actos de bondad que hacemos hoy son en memoria o en agradecimiento de algo que vimos/vivimos en el pasado. definitivamente nos hace mejores personas.
ResponderEliminarAyudar a otro, más aun si es una niña desesperada ante lo que cree es el fin de su tesoro, siempre vale la pena. Sí, nos hace mejores, y con suerte, esa niña repetirá el gesto cuando tenga la oportunidad.
Eliminarpequeño detalles que vuelve la fé a la humanidad, que no todo esta perdido, que estos seres automatas que nos hemos convertidos, existe un poco de buenas intenciones
ResponderEliminarmuy bonito tu relato
saludos!!!
Gracias Carlos, y bienvenido.
EliminarEsos autómatas a veces se salen de lo convencional y tienen gestos que salen de ese corazón que muchos creemos que ya no late como antes.
Lindas y sencillas acciones que dieron felicidad a esas dos niñitas. Qué bueno que recuperaron sus tesoros.
ResponderEliminarFelizmente, todo se solucionó bien para todos.
EliminarEs lo que deberiamos hacer respetar lo ajeno.
ResponderEliminarY sobretodo hacer feliz siempre que se pueda.
Besos
En casos como este, no cuesta nada y lo que se gana es infinito. Imagino los ojitos de las niñas, eso no tiene precio.
EliminarGabriela ...como esta?. Que lindo leerte!!! Y la nota de hoy es muy muy cieta, para un niño ese detalle es algo muy significativo; son como dices sus tesoros.
ResponderEliminarMe paso algo similar con mi hija. Estábamos en IKEA y ella llevaba su muñeca favorita ( Julia) y al distraernos ella la dejo en algún lado en el departamento de cocinas, cuando nos dimos cuenta ya estábamos de salida. Mi nena entro en estado de pánico y quería salir corriendo desesperadamente a buscar a su muñeca. Pasamos casi una hora buscándola; recorrimos cada rincón en el cual estuvimos. Ella lloraba desconsoladamente ya pensaba en Julia y la posibilidad de que alguien se la hubiese llevado y que su adorada amiga iba a vivir con otra familia y se culpaba por su descuido. Le pregunto con lagrimas en sus ojitos a todo aquel que se cruzó en nuestro camino. Algunos empleados y desconocidos hasta se anotaron con nosotros en la búsqueda. Al final la encontramos sentada en un rincón en el departamento de cocina. Un final feliz… todos el público aplaudió y una señora hasta lloro de felicidad de ver la alegría de mi nena…sus ojitos brillaban y daba mil gracias.
Un abrazote...iela
Imagino esos ojitos húmedos, la desesperación y la tristeza tu niña. Creo que también hubiera llorado de felicidad si hubiera estado ahí viendo la escena. Que su mirada pasara de las lágrimas al brillo de la ilusión debe haberte dado un gran alivio. Bien por Julia que no quiso irse.
EliminarGabriela, só uma criança pode sentir tão intensamente essas dores e essas alegrias.
ResponderEliminarFelizmente, em ambos os casos, tudo acabou bem.
Beijo
Afortunadamente, Nina. Hubiera sido muy triste que la niña perdiera su amada cartera con su osito de peluche.
EliminarSi la cantidad de dinero es normal, la importancia la tiene el tener que volver a sacar duplicados de los documentos, en dinero y tiempo. Siempre es de agradecer su devolución.
ResponderEliminarBienvenido, Marcos.
EliminarAdemás de ahorrarse la pesadilla de sacar duplicados, el alivio de encontrar lo perdido no tiene precio.
Él otro día perdí mi monedero... (y aunque hubiese sido algo de poco valor pero importante para mí) cuando lo encontré de forma muy similar, te aseguro que se respira con mucho alivio cuando aparece. Entiendo perfectamente a la niña.
ResponderEliminarUn beso
Creo que la niña nunca se hubiera perdonado el olvido si no hubiera encontrado su cartera, Marta.
EliminarUn bolso para una mujer, es siempre su gran tesoro, guardamos cosas muy queridas en él ;)
ResponderEliminarBonitos gestos
Un beso.
En este caso, el amado oso de peluche hubiera sido la principal pérdida, Laura.
EliminarLa anécdota la has contado maravillosamente, Gabriela, como un màgico cuento de Navidad. Segùn iba leyendo he viajado atràs en el tiempo y recuerdo perfectamente la emociòn de recuperar algo insignificante para los demàs y que creìa perdido para siempre. Lo mismo recuerdo vivamente la expresiòn de desilusiòn de mis hijos cuando por un despiste les desaparecìa un objeto amado...
ResponderEliminarPor suerte para la niña del relato, logró recuperar su tesoro que creyó perdido, Chusa.
EliminarDesde pequeños le tenemos apego a ciertas cosas, aunque no tengan valor material. Es lo sentimental lo que nos atrapa, como a esas niñitas. Es verdaderamente bonito ver sus caras de alegría al recobrar sus "amores" perdidos.
ResponderEliminarPreciosa historia, Gabriela.
Besos mil de las dos.
J&Y
Pienso en la decepción que hubieran tenido de no encontrar sus carteras, y me da mucho gusto que la cosa no pasara a mayores.
EliminarPara los mayores muchas veces parecen hechos sin importancia, Gabriela,pero para los niños suelen ser dramas inolvidables que dejan marcas.
ResponderEliminarSuele pasar, Esteban. Hay incidentes de mi niñez que quedaron marcados en mí y que para otros pasaron totalmente desapercibidos.
EliminarRealmente los dos casos emocionan pues está visto que no se necesitan grandes cosas para hacer feliz a un niño y que la bondad de la gente siempre está presente. Bendiciones y paz para todos y en especial para ti.
ResponderEliminarLas cosas más simples son las que más nos llegan al fondo del corazón, Yvette. Bendiciones para ti también.
EliminarMis mejores deseos para estas fechas, hermosa.
ResponderEliminarOjalá sean felices y el año que viene te traiga todo aquello que deseas.
Un besazo enorme
Muchas gracias, Dolega. Lo mismo deseo para ti y quienes más quieres. Nos seguiremos leyendo en 2016.
EliminarEntrañable relato y recuerdo!
ResponderEliminarEncima con final feliz.
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