¿Se parecerá a S? |
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Hace algunas semanas buscando novedades en una conocida librería encontré una lujosa edición de "Las mil y una noches": dos tomos en tapa dura, empaque de cartón plastificado y un amplio apéndice que incluye comentarios, referencias de películas y todo lo que un bibliófilo podría desear. No me importó su precio prohibitivo (para eso existen las tarjetas de crédito) y decidí adquirirla de inmediato.
Apenas llegué a casa y comencé a hojear el primer tomo, me entretuve con los viajes de Simbad, las peripecias de Aladino y las interminables artimañas de Dalila la taimada. Hasta que llegué al capítulo con la historia de la princesa S y fue imposible no evocar uno de los mejores momentos de mi vida.
S trabajaba en la misma empresa que yo. Delgada como las seis en punto, frágil como una brisa de verano y a pesar de que era bajita usaba un abrigo que la hacía ver como un pollito mojado. Pero lo que más llamaba la atención era su carisma. Era de aquellas personas que nunca se molestan por el tráfico ni se ponen tensas por el estrés de la semana y que se lleva bien hasta con el señor de la esquina que vende cachanga.
Su cargo le obligaba a permanecer largas jornadas fuera de la oficina y como yo laboraba en un área de soporte tenía tantas posibilidades de hablar con ella como de ganar la lotería. Hasta que un día el destino hizo que cruzáramos palabras.
Por un azar, subió a mi área porque necesitaba ayuda y yo era la única persona disponible en ese momento. Cuando dijo mi nombre y la miré a los ojos me di cuenta de que algo había cambiado en mi vida.
Dicen que cuando uno se enamora siente mariposas en el estómago pues yo sentí toda una migración de mariposas Monarca. Dicen que las piernas tiemblan, pues a mí me sacudió un devastador terremoto. El problema no era cómo abordarla (muchas empresas son inflexibles en cuanto a las relaciones interpersonales), sino la imposibilidad de tal situación pues en esa época tenía una novia a la que, según yo, adoraba con toda mi alma.
Como toda persona que antepone la razón a los sentimientos estaba claro que primero debía tomar medidas de contención. Así fue que decidí no bajar al primer piso donde frecuentemente la encontraba conversando con su gerente. Si aparecía por mi área, fingía concentración absoluta en mi pantalla. Mi objetivo era evitar cualquier tipo de contacto sea físico, visual o virtual. El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones porque bastaba que viera su carro en el estacionamiento para intuir su presencia y resignarme a que las mariposas de marras siguieran persiguiéndome.
Logré sobrevivir estoicamente durante varias semanas sin que la cuestión pasara a mayores. Hasta que un día, cuando iba a la oficina de un gerente vi que se abría la puerta del baño de mujeres y salía (mi princesa) S. Caminé lentamente esperando que no se percatara de mi presencia, pero el reflejo de una ventana me traicionó y cuando vio que estaba detrás de ella volteó para saludarme efusivamente.
Quise salir del paso con alguna frase cortés pero me dijo: "¡Ayer ha sido tu cumpleaños y no te he saludado!" Sabía lo que vendría a continuación y cuando avanzó para abrazarme estaba claro que ninguna fuerza en el mundo podría impedirlo. A pesar de tener un grueso archivador de palanca en la mano logré rodearla con mis brazos y acercarla más, al punto que sentí la dulce intensidad de su perfume, el roce de su cabello en mis mejillas y también noté que era mucho más delgada de lo que había pensado. Fueron casi cinco segundos que a mí se me antojaron horas y con la misma expresión alegre que le dedicaba a todo el mundo se despidió raudamente.
Dudo mucho que lo haya notado pero volví a mi sitio con las rodillas temblando.
Algunas semanas después cambié de trabajo y nunca más supe de ella. Sin embargo, el destino todavía guardaba una carta bajo la manga, la última de una partida decisiva.
Un día que fui a recoger a mi novia al instituto de inglés descubrí que S estudiaba en el mismo salón, y lo que era peor, también se había vuelto su amiga. Pero eso corresponde a otra historia…
Si a Mauricio Babilonia al final lo abandonaron las mariposas amarillas, yo no tuve esa suerte porque dentro de mí todavía hay una que me acompañará tercamente hasta que el destino traiga de vuelta a (mi princesa) S. Solamente espero que esta vez no me encuentre al lado de alguien porque esta vez sí que no haré ningún tipo de concesión. Claro, mientras no se le ocurra abrazarme.
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Creo que debería haberse arriesgado en un primer momento. El que no arriesga no gana.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
A veces puede quedar esa sensación, Marta, pero el narrador de nuestra historia estaba con otra chica y no hubiera sido correcto. Tenemos que vivir con nuestras decisiones, y nuestras indecisiones también.
EliminarSera que todo estaba escrito? Creo que lo que tiene que pasar, pasa de todas maneras. Bonjta historia.
ResponderEliminarEntonces, tal vez haya un nuevo encuentro entre estos dos.
EliminarPor este motivo no dejes nunca para mañana lo que puedes hacer hoy.
ResponderEliminarBesos hoy desde
http://siempreseraprimavera.blogspot.com.ar/2014/11/las-dietas-y-el-humor.html
Ni dejes de abrazar al sujeto de tus sueños.
EliminarA mi me parece un enamoramiento en toda regla. Seguro que si tienen que estar juntos el destino vuelve a unirlos en un momento más propicio. Bonito relato!
ResponderEliminarBesitos Gabriela.
Yo creo lo mismo que tú, Nica. Veremos si nos enteramos de las posibles novedades.
EliminarMenudo problema con esa mariposa cada vez que viera a S con su novia ;))
ResponderEliminarMe ha gustado Gabriela.
Buen míercoles.
Un beso.
Hay dos caminos: aguantar a pie firme o dejar de ir por ahí.Ambos son un poco difíciles.
EliminarExcelente texto, mas não acredito na resistência estoica do apaixonado. É possível resistir a tudo, menos às tentações. Passará o resto da vida idealizando a princesa S.
ResponderEliminarEu não resistiria!
Beijo
Quizá se resistió la tentación para evitarse mayores problemas, Nina. Difícil de todas maneras.
EliminarHombre fiel a su novia, buen tipo, sabe sujetar el corazón
ResponderEliminarA veces pensamos que los otros son más, pero ya ves.
EliminarYo creo que contra el destino no hay escape...
ResponderEliminary las mariposas amarillas volveràn
Bonita historia de enamoramiento adolescencial
A ver si las mariposas vuelven... esperemos que sí.
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