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La reunión estaba concertada para las 11 am. La distancia a recorrer era bastante corta, así que salí con media hora de anticipación, con la certeza casi absoluta de que iba a llegar más que a tiempo.
El ejecutivo con el que me iba a reunir me dijo que entrara por la puerta chica "de atrás", que en verdad no es nada chica, sino que está en una calle bastante chica, totalmente diferente a la gran avenida que da al frente de la empresa. Y a la puerta chica me dirigí esa mañana de viernes a mi llegada, casi a las 10:40 am.
Tenía delante de mí a dos personas que también querían entrar. La señorita que controlaba la entrada debía multiplicarse por cuatro. Preguntaba al visitante a quién buscaba y recibía su documento de identidad, llamaba a esa persona para confirmar lo dicho por el visitante, y luego de recibir la confirmación ingresaba varios datos en una computadora. Segundos después, entregaba al visitante una credencial que debía colgarse en lugar visible, junto con un papelito que el visitado debía firmar. A su salida, el visitante debería devolver la credencial y el papelito para recuperar su documento de identidad.
Aproximadamente diez minutos después, me tocó el turno de ser atendida. Di el nombre del abogado con quien me iba a reunir y...:
- La entrada para esa oficina es la de adelante.
- El señor me dijo entrara por acá.
- No es así. Debe ir por el otro lado.
Al filo de las 11 am, llegué a la puerta de adelante. Nueva espera, pues había otro visitante esperando su documento de identidad para poder irse. Finalmente me atendió otra señorita. Repetí el nombre de la persona con quien debía reunirme. Lo llamaron para confirmar la reunión y que autorizara mi entrada, cosa que demoró un rato pues la señorita no encontraba el número del anexo correspondiente en su listado. Finalmente lo encontró, llamó y obtuvo la muy necesario confirmación. Le entregué mi documento de identidad, recibí una credencial y el consabido papelito. Me dijeron que la oficina era en el cuarto piso. Subí por las escaleras y al llegar allí, me vi frente a un mostrador, donde anuncié mi reunión.
Miré la hora. Eran las 11:04 am. A pesar de esos cuatro minutos, puedo decir que llegué a tiempo. Un instante más tarde, salió a recibirme el ejecutivo, quien el saludarme me preguntó si me había sido difícil llegar a la empresa:
- No -le respondí, riendo-, lo difícil fue entrar.