La noche del viernes al sábado último tuve un momento mágico.
Hace una semana fui con Gonzalo a hacer unas compras al Centro de Lima. Por una serie de razones, él no pudo ver todo lo que había planeado, así que de manera bastante gaseosa quedamos en ir el sábado siguiente de nuevo. Durante la semana me llamó a decir que no íbamos a poder ir, porque un amigo lo había invitado a la playa el fin de semana. Le dije que no había problema, que ya iríamos en cualquier otro momento.
Durante la semana también, quedé con algunos amigos del colegio en reunirnos el viernes, aprovechando los últimos días de la visita en Lima de una de ellas.
Pero los planes se trastocaron la mañana del viernes, cuando me llamó Gonzalo otra vez, a contarme que su fin de semana en la playa se había postergado por motivos de salud de su anfitrión. Y me preguntó si podía quedarse a dormir en la casa para salir de compras al día siguiente en la mañana. Yo dudé, le dije que no iba a estar porque iba a reunirme con mis amigos del colegio, pero él me contestó que no importaba porque se quedaría con su Abu, viendo televisión.
Con esa respuesta, mis dudas se disiparon, y entonces, me fui tranquila.
La reunión no duró mucho porque en el grupo hay una embarazada. Así que poco antes de la 1 am, ya del sábado, estaba de vuelta en mi casa. A pesar de que traté de no hacer bulla al entrar, el sonido de la puerta al abrirla fue inevitable. Al pasar por la puerta del cuarto en donde Gonzalo (no) estaba durmiendo, en dirección a mi cuarto, una vocecita conocida me llamó.
Entré y le pregunté si lo había despertado. Me dijo que el sonido de la puerta terminó de sacarlo del estado de semi sueño en el que estaba. Y no sé cómo empezamos a hablar de las series que nos gustan.
Empezamos por Seinfeld, que sabe que me encanta, y que ha visto conmigo algunas veces. Comentamos varios capítulos, sobre todo el último, y repasamos las características tan peculiares de esos personajes tan peculiares.
De ahí, me preguntó por qué no me gusta Friends. Le respondí que ningún personaje me convence, no sé si porque no me son simpáticos, o si es que me parece que todos son sobreactuados. Aunque reconocí que tiene algunos gags buenos.
Después repasamos The nanny, Two and a half men, Everybody hates Chris, Hechizada, entre otras, de estos tiempos y de tiempos más antiguos. Así pasamos más de una hora, en la que la mitad de mi mente estaba puesta en ese momento mágico y probablemente irrepetible, de los dos hablando sobre nuestras series favoritas, en voz muy bajita para no despertar a nadie, abrazados sobre la cama que fue de mi hermana. La otra mitad de mi mente estaba centrada en las ganas que tenía de sacarme los lentes y de ir al baño.
Pero algo me decía que no me moviera, porque esos hechos tan mundanos romperían la magia. Hasta que ya no aguanté más y le dije lo que tenía ocupada a la otra mitad de mi mente, tremendamente impertinente esta vez. Tan rápido como pude, me saqué los lentes y fui al baño (quizá no en ese orden). Lo mejor del mundo fue que la magia no se rompió ni un poquito.
De las series pasamos a nombrar a todos mis amigos que él conoce, y a los que no conoce. Lo que es un hecho es que todos lo conocen a él, aunque sea de nombre. Entonces le dio sueño, me di cuenta a pesar de sus esfuerzos por disimularlo.
Nos dimos el último abrazo de la noche, le agradecí por ese momento mágico que me había regalado y nos fuimos a dormir.
La mañana de compras tuvo su magia también, pero nada comparado con la noche previa.
Gracias Gonzalo. Cuando sea grande, quiero ser como tú. ;)
domingo, 13 de enero de 2008
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