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Un miércoles cualquiera vas caminando por la calle. Regresas de tu hora de zumba, Y como todos los miércoles, vienes con tus compras del mercado semanal.
A lo lejos ves un corredor que viene en tu dirección. No es raro ver corredores por ahí, menos a esa hora. Notas que el corredor te mira y entonces te das cuenta de que lo conoces. Es alguien con quien has trabajado en algún proyecto años atrás, y casi siempre se encuentran a la volada.
Se saludan, conversan brevemente, se ponen al día de sus respectivas novedades en tres frases y cada quien sigue su camino.
Una hora después estás en el consultorio del oculista. Es el mismo que ve tus ojos desde todos los tiempos. Entre la medida de la vista y los saludos, el médico te cuenta que ha publicado un nuevo libro. Uno más, tiene varios en su haber.
Abre un cajón y te regala un ejemplar. Te dice que le da mucha pena que el médico que escribió el prólogo murió antes de ver el libro publicado. Te dice que eran buenos amigos, y que por eso le pidió que le hiciera el prólogo.
Te lee el nombre del médico y es el papá del amigo corredor con quien te encontraste en la mañana.
Meses enteros sin saber del amigo corredor, y en un solo día te lo encuentras y un rato después te encuentras con el nombre de su papá.
Cosas que pasan un miércoles cualquiera, en un miércoles de coincidencias.