Imagen |
El otro día recordé el cuento de un muchacho que ella conocía en su juventud. Este chico no podía distinguir la derecha de la izquierda, y eso le había creado una cantidad increíble de problemas.
Este chico confundido entró al Ejército, y volvía locos a sus superiores por esa desesperante confusión de izquierda y derecha. Ni con paciencia, ni amenazas, ni burlas ni llamadas de atención el soldado raso acertaba cuando le decían que girara a un lado u otro.
"Si por lo menos fueras al contrario de donde te manda tu instinto, avanzaríamos algo. Pero no, ni por esas lo haces bien", le decía su superior, a veces con paciencia, más veces con hastío y casi siempre al borde de estallar.
Pese a todo, le había tomado cariño al desubicado recluta, quería darle una solución a su incapacidad de distinguir un lado del otro. Después de mucho pensar, se le ocurrió una idea. Puso frejoles en una bolsa y granos de maíz en otra. Llamó al muchacho y le dijo:
- Te voy a poner una bolsa de frejoles en el bolsillo derecho y otra con maíz en el izquierdo. Acuérdate, Frejoles-derecha, maíz-izquierda. E con E, I con I. Te lo pongo fácil para que, por fin., lo hagas bien.
Y entonces empezaron las prácticas, que cambiaron de ser "izquierda, derecha, izquierda, por maíz, frejol, maíz. O más comúnmente, "por el fréjol, por el maíz". Por fin, todo correcto.
Alegría compartida, todos felices.
Nunca supimos si la historia era cierta o si era producto de la imaginación de la tía Angelita. Es lo de menos. Lo importante es recordarla a ella y a sus historias..