Me llegó esta historia, que publico acá con la autorización debida.
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Salí temprano de casa y tomé un taxi para ir a realizar un trámite. Mientras íbamos avanzando, el taxista, un señor gordo y muy sonriente, me dijo de pronto: señora, reconozco su perfume. Y me dijo el nombre correcto. Y agregó el nombre exacto de la única tienda donde la venden.
Me quedé muy sorprendida porque esa colonia es poco conocida, no se encuentra en farmacias ni centros comerciales y efectivamente, hay que ir a buscarla a un lugar especial.
Cómo sabe eso, le pregunté. Porque tengo buen olfato, me dijo. Ah, y también tengo buen oído, agregó. Mire, yo he tocado con Paco de Lucía. Luego, en un celular buscó y dejó escuchar una guitarra como la del famosísimo guitarrista español del flamenco. Vi la imagen y el que tocaba era el taxista, con menos años de edad.
El hombre me siguió contando. También he tocado con Avilés (considerado el mejor guitarrista de música criolla peruana). Volvió a buscar en el celular y comenzaron las inolvidables notas de esos valses que están en el ADN de todos los peruanos. Con ese especial acompañamiento, el taxista se puso a cantar y yo, por supuesto, me contagié del entusiasmo musical y canté también el vals que tocaba la guitarra del gran Óscar Avilés.
Así, en un viaje totalmente fuera de lo común, con sorprendente conversación y buena música, llegó el taxi a mi destino. Terminó el viaje, nos despedimos y vi partir al señor gordo muy sonriente y agitando la mano.
Una mañana gris que se pintó de perfumes y canciones.
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