(Nota: este post se refiere a las elecciones del Colegio de Abogados de Lima de 2007. Para noticias de las elecciones del CAL 2011 ver acá.)
Hasta hace unos días, creía que la peor parte de ser abogado y estar colegiado en Lima era lidiar con el Poder Judicial. Craso error: la peor parte de ser abogado y estar colegiado en Lima son las elecciones anuales para decano y demás autoridades.
El sábado 24 de noviembre nos convocaron al Colegio Alfonso Ugarte, desde las 8 am hasta las 6 pm. Y yo fui, muy temprano, a las 9 am, con la idea de entrar y salir en 5 minutos.
Llegué al Alfonso Ugarte y la cola para entrar daba la vuelta a toda la cuadra, recorría la Av. Central hasta casi llegar al parque que está por ahí. Primer chasco.
Conforme la cola avanzaba y se acercaba a la puerta de entrada, en la Av. Paseo de la República, se hacían más notorios la bulla, los repartidores de propaganda (si, el mismo día de las elecciones, en la puerta del local de votación reparten volantes, lapiceros, calendarios y hasta periódicos) y las montañas de basura de los que no aceptaban nada. Eso sin contar con que los mismos candidatos se paseaban por toda la cola, dando la mano a todo el mundo, diciéndonos qué número debíamos escribir en la cédula, coleguita. Un caos, y no voy ni a la mitad.
Finalmente, 10 minutos más tarde, llegué a la ansiada puerta. Al costado de la entrada, un gigantesco tacho de basura estaba lleno de toda la propaganda que algunos conservaron en la mano mientras esperaban entrar. Vi en un plano mi mesa y dónde estaba el salón correspondiente y hacia allá fui. Qué suerte, me dije, solamente 5 personas esperando su turno. Cuando una nube gris cruzó por mi mente: ¿estará instalada la mesa?
Segundo chasco: no estaba instalada. No estaba ninguno de los tres miembros de mesa. Por ahí veíamos pasar afanosos al eterno Oficial Mayor con un@s señoron@s, llen@s de cintas celestes con laureles bordados. Aparentemente, mi mesa no era la única sin instalar. Qué envidia ver cómo avanzaban otras colas más largas que la de mi mesa...
Pedían dos voluntarios, "colaboren, señores, por favor, necesitamos dos voluntarios", pero nadie quería. Alguien propuso traer miembros de mesa "voluntarios" de otras ya instaladas, pero la idea no prosperó. Delante de mí una coleguita se lamentaba de que, a la entrada, le hubieran hecho botar a la basura sus almanaques de 2008.
A eso de las 9:45 divisé a Mari, que votaba en la misma mesa y se puso a mi lado en la cola, a pesar de que yo ya no era la última. Gran conversa. Casi a las 10 am divisamos a Ana, que se puso a nuestro lado en la cola... a pesar de que hacía rato que ya no éramos las últimas.
Hasta que el eterno Oficial Mayor anunció que ya estaba todo listo, que ya podríamos votar. Había pasado más de una hora de haber llegado al Alfonso Ugarte, más otros 40 minutos de espera hasta que se instalara la mesa. Por fin una buena noticia.
En menos de 10 minutos habíamos votado las tres. Nadie se dio cuenta, o nadie dijo nada, de las dos a las que había yo ahorrado interminables minutos de cola. Cuando nos despedimos eran casi las 11, pero ahí no acabó la historia porque la salida fue otro caos.
La cola de la entrada era más larga de lo que había sido a las 9 am. Cuando me di cuenta por la gritería a mi alrededor, estaba en medio de una caravana que rodeaba a un candidato. Ni siquiera me molesté en ver cuál de ellos, simplemente salí lo más rápido que mis pies me lo permitieron.
Estoy colegiada hace 13 años, y hasta ahora no entiendo por qué el cargo de decano dura solamente un año ni por qué no instituyen el voto electrónico.
Un año es poquísimo tiempo para hacer algo constructivo. Mi amigo Carlos me dijo una vez que la única explicación es que es la única manera de controlar que los abogados estemos al día en el pago de las cuotas: el que debe no vota, y el que no vota tiene que pagar una multa de 100 soles. Y sobre el voto electrónico, dicen que nos arriesgamos al fraude. Nada que una clave única e irrepetible no pueda solucionar.
Lo único cierto es que pasar por esto una vez al año es demasiado. Una no, dos veces. Viene la segunda vuelta. Y eso sin contar con los referéndums, elecciones para representantes del Consejo Nacional de la Magistratura que dan la idea de que los abogados nos pasamos la vida votando... pero es ya otro cuento.
Hasta hace unos días, creía que la peor parte de ser abogado y estar colegiado en Lima era lidiar con el Poder Judicial. Craso error: la peor parte de ser abogado y estar colegiado en Lima son las elecciones anuales para decano y demás autoridades.
El sábado 24 de noviembre nos convocaron al Colegio Alfonso Ugarte, desde las 8 am hasta las 6 pm. Y yo fui, muy temprano, a las 9 am, con la idea de entrar y salir en 5 minutos.
Llegué al Alfonso Ugarte y la cola para entrar daba la vuelta a toda la cuadra, recorría la Av. Central hasta casi llegar al parque que está por ahí. Primer chasco.
Conforme la cola avanzaba y se acercaba a la puerta de entrada, en la Av. Paseo de la República, se hacían más notorios la bulla, los repartidores de propaganda (si, el mismo día de las elecciones, en la puerta del local de votación reparten volantes, lapiceros, calendarios y hasta periódicos) y las montañas de basura de los que no aceptaban nada. Eso sin contar con que los mismos candidatos se paseaban por toda la cola, dando la mano a todo el mundo, diciéndonos qué número debíamos escribir en la cédula, coleguita. Un caos, y no voy ni a la mitad.
Finalmente, 10 minutos más tarde, llegué a la ansiada puerta. Al costado de la entrada, un gigantesco tacho de basura estaba lleno de toda la propaganda que algunos conservaron en la mano mientras esperaban entrar. Vi en un plano mi mesa y dónde estaba el salón correspondiente y hacia allá fui. Qué suerte, me dije, solamente 5 personas esperando su turno. Cuando una nube gris cruzó por mi mente: ¿estará instalada la mesa?
Segundo chasco: no estaba instalada. No estaba ninguno de los tres miembros de mesa. Por ahí veíamos pasar afanosos al eterno Oficial Mayor con un@s señoron@s, llen@s de cintas celestes con laureles bordados. Aparentemente, mi mesa no era la única sin instalar. Qué envidia ver cómo avanzaban otras colas más largas que la de mi mesa...
Pedían dos voluntarios, "colaboren, señores, por favor, necesitamos dos voluntarios", pero nadie quería. Alguien propuso traer miembros de mesa "voluntarios" de otras ya instaladas, pero la idea no prosperó. Delante de mí una coleguita se lamentaba de que, a la entrada, le hubieran hecho botar a la basura sus almanaques de 2008.
A eso de las 9:45 divisé a Mari, que votaba en la misma mesa y se puso a mi lado en la cola, a pesar de que yo ya no era la última. Gran conversa. Casi a las 10 am divisamos a Ana, que se puso a nuestro lado en la cola... a pesar de que hacía rato que ya no éramos las últimas.
Hasta que el eterno Oficial Mayor anunció que ya estaba todo listo, que ya podríamos votar. Había pasado más de una hora de haber llegado al Alfonso Ugarte, más otros 40 minutos de espera hasta que se instalara la mesa. Por fin una buena noticia.
En menos de 10 minutos habíamos votado las tres. Nadie se dio cuenta, o nadie dijo nada, de las dos a las que había yo ahorrado interminables minutos de cola. Cuando nos despedimos eran casi las 11, pero ahí no acabó la historia porque la salida fue otro caos.
La cola de la entrada era más larga de lo que había sido a las 9 am. Cuando me di cuenta por la gritería a mi alrededor, estaba en medio de una caravana que rodeaba a un candidato. Ni siquiera me molesté en ver cuál de ellos, simplemente salí lo más rápido que mis pies me lo permitieron.
Estoy colegiada hace 13 años, y hasta ahora no entiendo por qué el cargo de decano dura solamente un año ni por qué no instituyen el voto electrónico.
Un año es poquísimo tiempo para hacer algo constructivo. Mi amigo Carlos me dijo una vez que la única explicación es que es la única manera de controlar que los abogados estemos al día en el pago de las cuotas: el que debe no vota, y el que no vota tiene que pagar una multa de 100 soles. Y sobre el voto electrónico, dicen que nos arriesgamos al fraude. Nada que una clave única e irrepetible no pueda solucionar.
Lo único cierto es que pasar por esto una vez al año es demasiado. Una no, dos veces. Viene la segunda vuelta. Y eso sin contar con los referéndums, elecciones para representantes del Consejo Nacional de la Magistratura que dan la idea de que los abogados nos pasamos la vida votando... pero es ya otro cuento.