![]() |
| Imagen |
Un domingo cualquiera debes llegar a un sitio querido y conocido. Es un trecho algo largo, pero ya lo has hecho antes. Sabes que te tomará algo más de una hora.
No has avanzado ni una cuadra y ves a dos grupos de ciclistas que van en sentido contrario. Un segundo después, un error de cálculo, un ruido estrepitoso. Te volteas y ves a un ciclista caído, los demás lo ayudan.
Un poco más allá, un perrito empieza a caminar a tu lado. Tiene un chaleco que lo nombra agente canino. Lo tienes a tu lado un largo trecho. Parece solo, seguro está perdido, piensas. En un momento, se desvía y entra a una tienda. Lo píerdes de vista. Pocos metros más allá, te encuentras con un policía municipal, le cuentas del perrito, le indicas la tienda en la que entró. Sigues tu camino con la esperanza de que el perrito también encuentre su camino.
Cruzas dos avenidas transitadas sin problema. Es domingo, piensas, mañana no será tan fácil, y sigues avanzando.
Ya vas casi a mitad de camino y en sentido contrario pasa una pequeña motocicleta que lleva a bordo a un muchacho. Al pasar a tu lado, te sonríe y saluda con un gesto de la mano. Devuelves el saludo. Sientes que es la sonrisa de quien ahora siempre te acompaña a donde vayas.
Paras un momento en una heladería que acabas de descubrir. Pides probar un sabor novedoso, pero al final te decides por uno más tradicional. Acabas tu helado en lo que demoras en caminar tres cuadras. Pronto irás con una persona querida, es una promesa que pronto podrás cumplir.
Cruzas otra avenida transitada, pero esta vez el semáforo te hace esperar largo rato. Paciencia, ya llegará la luz verde.
Ya falta poco para llegar. Haces una última parada para comprar un encargo.
Finalmente, llegas a tu destino. Sonrientes caritas queridas te reciben y te preguntan qué sabor de helado probaste esta vez.











